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Pablo Mieres

Escribe Pablo Mieres

Progreso, miedo a los cambios y cálculos políticos

Es tan viejo como el agujero del mate. Los proyectos de desarrollo que implican novedades o cambios en los procesos productivos tradicionales ya conocidos enfrentan, casi siempre, resistencias múltiples.

21.01.2014 15:54

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2014-01-21T15:54:00-03:00
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Algunas de esas resistencias simplemente reflejan el espíritu conservador de quienes reivindican el pasado como el mejor de los mundos posibles. Otras resistencias refieren a concepciones ambientalistas de carácter fundamentalista que, si vamos a cumplirlas al pie de la letra, nos devolverían al tiempo de las cavernas. Otras están asociadas a una visión apocalíptica del desarrollo capitalista y, por lo tanto, deben enfrentarse como parte ineludible de la disputa ideológica por su erradicación. Y finalmente las menos justificables se explican por el cálculo político de aquellos que, según del lado del mostrador en que se encuentren, fundamentarán su rechazo a estas iniciativas.

Lo cierto es que cada vez que en nuestro país se asume la eventualidad de un emprendimiento productivo novedoso, las cuatro vertientes de resistencia se conjugan para construir una suerte de coalición variopinta que intenta impedirlo.

Hagamos memoria. Cuando a fines de los ochenta en nuestro país se sentaron las bases normativas para impulsar el desarrollo del sector forestal se levantaron voces enérgicas y airadas contraponiéndose a dicha propuesta. Se dijeron tantas cosas insólitas.

Se confundieron en un mismo impulso las concepciones agraristas atávicas contrarias a todo cambio del país natural decimonónico, los actores ecologistas radicales y los anticapitalistas de siempre, manijeados desde la oposición frenteamplista que buscaba acumular apoyo popular para llegar al gobierno.

Se dijo que el desarrollo forestal de nuestro país iba a desecar nuestro subsuelo, se dijo que los arbolitos acabarían con el acuífero guaraní. Se dijo que la ganadería sería reducida a su mínima expresión con graves resultados para nuestra producción agropecuaria. Se dijo que las grandes corporaciones forestales se quedarían con nuestro patrimonio como parte del proceso devastador del capitalismo rampante.

Hoy en día la forestación se ha convertido en un componente más de nuestra matriz productiva. Las vacas pastan apaciblemente debajo de los árboles, nuestro patrimonio acuífero continúa fluyendo sin pausa y ninguna catástrofe se ha producido en nuestra comarca. Por el contrario, la incorporación del componente forestal ha contribuido enormemente al crecimiento y la prosperidad de nuestro país.

Tiempo después surgió la posibilidad de aprovechar la forestación para instalar una planta de procesamiento de celulosa que representaba, en aquel momento, la mayor inversión productiva de la historia del país.

Nuevamente se puso el grito en el cielo. Los sectores ambientalistas y la izquierda frenteamplista se conjugaron para cuestionar y condenar la iniciativa. Nuevamente se dijeron muchas cosas insólitas sobre lo que representaría la instalación de Botnia en Fray Bentos.

La contaminación de la industria de la celulosa iba a afectar los cursos de agua de toda la región en forma irreversible afectando irremediablemente la producción agropecuaria de nuestro país. Habría graves consecuencias para la salud de los pobladores de Río Negro y Soriano debido al funcionamiento de la planta. Todas las ganancias se irían de nuestro país para llenar los bolsillos de los empresarios capitalistas depredadores del mundo desarrollado.

Fue necesario que llegara el Frente Amplio al gobierno para que se dieran cuenta de la importancia que estas inversiones tendrían para el desarrollo de nuestro país. Al punto de que se asumió un profundo enfrentamiento con un gobierno argentino ideológicamente cercano para defender esta inversión.

Hoy en día ya hace años que UPM funciona con gran éxito y con parámetros ambientales de primer nivel a escala mundial. La industria posee claros indicadores de sustentabilidad ambiental y contribuye de manera muy significativa al crecimiento de nuestra economía. La segunda planta de fabricación de celulosa está a punto de inaugurarse en estos meses (Montes del Plata) y ya se anuncia la construcción de una tercera planta en la zona noreste del país.

Pues bien, una cosa similar está ocurriendo ahora con la minería de gran porte y la planta regasificadora.

Se ha constituido un frente movilizado integrado por grupos y ciudadanos que, nuevamente expresan las tres motivaciones que fundaron la oposición a los anteriores emprendimientos: el agrarismo atávico temeroso y refractario a cualquier cambio, el ambientalismo fundamentalista y los que luchan por la caída del capitalismo depredador. A su vez, desde parte de la oposición que ahora integran blancos y colorados, se respaldan estas protestas y se enfrentan los mencionados emprendimientos.

Nuevamente se expresan los más variados y sorprendentes argumentos contra estos emprendimientos.

Se dice que la producción minera provocará un agujero de dimensiones inauditas en el territorio, se afirma que el emprendimiento expulsará definitivamente a los productores rurales de la zona. Se dice que la actividad minera contaminará irremediablemente los suelos de nuestro país. Se habla de que el mineroducto extenderá la contaminación a lo largo de toda su longitud de más de doscientos kilómetros. También se cuestiona la idoneidad de los empresarios vinculados al sector y se cuestiona el poco aporte al Estado que se obtendrá a través de estos emprendimientos.

Por su parte, se dice que la planta regasificadora es de alto riesgo por su instalación próxima a la costa ante la eventualidad de un accidente de proporciones dantescas y se asegura que se producirá un daño ambiental profundo que afectará a toda la zona oeste de Montevideo.

Lo curioso es que en esta oportunidad se han sumado al coro de los cuestionadores buena parte de los dirigentes y sectores de los partidos tradicionales. Es curioso porque estos partidos han defendido y promovido, por ejemplo, iniciativas productivas mineras a lo largo y ancho del territorio durante el tiempo en que ejercieron el gobierno.

Obviamente es imprescindible y esencial que el emprendimiento minero cumpla con todas las exigencias normativas tanto en el plano ambiental como con respecto a los requerimientos sociales y tributarios correspondientes. También es básico que el proyecto de la planta regasificadora cuente con un estudio de viabilidad empresarial que lo respalde garantizando que su funcionamiento sea redituable y conveniente para el país y que cumpla con todos los estándares internacionales de seguridad y de sustentabilidad ambiental.

Pero ambos son proyectos que, como los que mencionamos anteriormente, cumpliendo con todos los requerimientos normativos, van a contribuir de manera importante al crecimiento y desarrollo de nuestro país.

Como ya hemos dicho en otras oportunidades, nuestra postura no ha dependido en el pasado ni depende ahora de que estemos en la oposición o en el gobierno. Nuestra postura depende de una evaluación de lo que es mejor para el futuro de nuestro país y, en tal sentido, hemos apostado antes y apostamos nuevamente ahora en forma constructiva a la realización de aquellas alternativas que den mayores oportunidades de desarrollo de nuestra gente.