Contenido creado por Inés Nogueiras
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Portavoz

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La gira del presidente Mujica por China, España y el Vaticano permitió algo más que el refuerzo de contactos comerciales. A su declarada intención de convencer a los chinos de que inviertan en el desarrollo del sevicio ferroviario y el puerto de aguas profundas, se agregan dos elementos significativos, no tanto para el comercio exterior uruguayo como para la dimensión de la figura de Mujica fuera del continente.

05.06.2013

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2013-06-05T15:20:00-03:00
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El primero de ellos preanunciaba lo que vendría con las entrevistas con la televisión y la prensa españolas, y es la referencia a que la Unión Europea debería frenar el creciente prodominio de China en el comercio exterior del Mercosur acelerando las negociaciones hacia un tratado de libre comercio, que ya lleva una década de marchas y contramarchas. Mujica no lo planteó en un sentido comercial sino crudamente estratégico.

Parece claro que si bien el gigante asiático nos reporta buena parte de nuestros ingresos por exportaciones (es el socio principal de los países del Mercosur) en términos geopolíticos nos vuelve muy vulnerables a las eventuales exigencias que quizás un día vayan más allá del aislamiento de Taiwan y el silenciamiento de toda referencia negativa a su régimen dictatorial y represor. Ya en el Vaticano, Mujica sobrepasa las fronteras del Mercosur y le pide al papa Francisco que interponga sus buenos oficios para facilitar la paz en Colombia.

Tenemos entonces un presidente que viaja con una agenda múltiple, la primera de carácter nacional, la segunda como vocero del bloque regional (Mujica es presidente pro tempore del Mercosur) y la tercera como líder continental. Es significativo que Mujica haya llegado a la portada del diario español El País, uno de los más influyentes y prestigiosos de los diarios de habla hispana, donde fue calificado "un líder de enorme talla que se ha convertido en un referente de la izquierda latinoamericana".

En la entrevista, Mujica apuntala el proceso político sudamericano pero señala la tentación de eternizarse en el poder y elige a Lula como el mejor por su capacidad de construir el poder que lo llevó a la presidencia desde sus comienzos sindicales tanto como por su capacidad de aceptar que debía habilitar una sucesión sin aferrarse a su "liderazgo natural".

Lo que seduce de Mujica fuera de la región y especialmente en España no es su identidad ideológica sino sus cualidades personales y su pragmatismo político. Los europeos no pueden encontrar alguien más antitético a Hugo Chávez, cuyo "liderazgo natural" haya desaparecido con su muerte. A los ojos del mundo, Mujica es un hombre de vida humilde, un ex guerrillero preocupado por la inversión extranjera, la estabilidad macroeconómica y las garantías legales para quienes inviertan en Uruguay. No tiene una visión en blanco y negro ni una retórica maniqu¡eista ni pone por delante ecuaciones ideológicas ni slogans revolucionarios. Por el contrario, luce como un gobernante de izquierda, moderado y responsable.

En el contexto actual de América Latina, dominado por gobiernos de izquierda de rumbos contradictorios y aún antagónicos, está más cerca en su estilo de gobernar de sus colegas de centro y de derecha que de sus presuntos hermanos ideológicos. ¿Quién podría hablar en Europa nombre del continente mejor que Mujica?