Contenido creado por María Noel Dominguez
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Políticos contumaces

Políticos contumaces

El ministro de Ganadería, José Mujica y el senador Jorge Larrañaga, concurrieron al Congreso de la Federación Rural para dar su espaldarazo a los deudores agropecuarios. Más allá de la nobleza de estos sentimientos, la argumentación de quienes comparten la refinanciación perpetua para los "pequeños productores", muestra algunas falacias.

31.05.2006

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2006-05-31T00:00:00-03:00
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La primera consiste en presentar a quienes producen al aire libre (el campo) como poseedores de una jerarquía y relevancia sociales mayores a las de quienes producen bajo techo (las industrias, los comercios, los trabajadores independientes) razón por la cual, en caso de crisis, los segundos deben salir en ayuda de los primeros. En realidad, los gobernantes y opositores deberían transmitir el mensaje contrario: todos los ciudadanos son iguales ante la ley, independientemente del rubro al que se dediquen, de manera de que nadie se sienta discriminado ni reclame beneficios especiales.

La segunda falacia mezcla valores morales con cuestiones económicas y contables, para presentar la ayuda a estos "pequeños deudores" como un acto de inmanente justicia, teniendo en cuenta sólo el monto de lo adeudado. Para crear la categoría "pequeños deudores" se establece un límite arbitrario. Un "pequeño deudor" agropecuario sería entonces alguien que un día pidió dinero a un banco para darle un destino productivo y ganar más dinero, y que se transformó en un sujeto con privilegios, no por la virtud de su conducta ni por su inocencia frente a las vicisitudes económicas sino por el monto de su ambición.

Sin embargo, entre los "pequeños deudores" hay gente honesta que se vio perjudicada por la debacle económica y atorrantes a la gurda que se patinaron el dinero. Asimismo, entre los grandes deudores hay bandidos contumaces y respetables productores afectados por las mismas circunstancias. No podemos saberlo ni es responsabilidad del presidente del Banco República determinarlo ni mucho menos de la sociedad financiarlo.

La tercera falacia busca colocar a los pequeños productores como integrantes de una casta irreemplazable. "Es más fácil formar un universitario que un campesino" suele decir el ministro Mujica, palabras más o menos, pero es falso. Si bien abundan las familias urbanas que optaron por la vida en el medio rural y que aprendieron, con los rigores del caso, las artes de labranza y pastoreo, no se conocen cirujanos o biólogos que se hayan formado a partir de la experiencia laboral o la simple voluntad de aprender.

La cuarta falacia presenta a las familias del medio rural como gente con escasa adaptabilidad a la vida citadina. Sin embargo, desde que los seres humanos descubrimos las ventajas de vivir en centros poblados, no hicimos más que abandonar el campo, en un proceso civilizatorio hasta ahora irreversible. En unos pocos miles de años, demostramos una capacidad de adaptación que nos define como especie.

Una vez le pregunté a un diplomático de Nueva Zelanda si los "pequeños productores" de su país estaban endeudados cuando se produjo el despegue y, en ese caso, cómo resolvieron el problema.

"Toda mi familia tenía pequeños establecimientos agropecuarios, confesó. "Algunos pudieron pagar y siguieron produciendo, otros debieron asociarse para tener una unidad productiva en una escala adecuada y otros fueron rematados y se dedicaron a otra cosa". Para los políticos que lideraron el "milagro neocelandés", el futuro era algo más que cosechar aplausos y juntar votos.