Contenido creado por Gastón Fernández Castro
Cybertario

Política

Política

14.03.2012

Lectura: 3'

2012-03-14T08:36:33-03:00
Compartir en

El vicepresidente Astori volvió a agitar la interna frenteamplista al declarar la necesidad de que el oficialismo procese una actualización ideológica, a la luz del aprendizaje de sus cuarenta y un años de historia. El líder de Alianza Progresista, el senador Rodolfo Nin Novoa, llegó a hablar de “renovadores y conservadores” y propuso que la renovación alcance tanto a la estructura como a la propuesta programática. El problema es que, tales iniciativas,  pueden terminar forzando a los sectores ideológicos hacia el centro, lo que resulta para estos cada vez menos tolerable.

Es cierto que el Frente cruje pero no se parte, como es cierto que, cuando se partió, salió de algún modo fortalecido. Sin embargo, el ejercicio del gobierno (en el que llevan ya siete años) vuelve a los sectores más “conservadores” menos pacientes. A esto debe sumarse que el sector más grande y mejor organizado de la coalición de gobierno, el MPP, no parece dejarse atrapar muy fácilmente en la dicotomía “renovadores” vs. “conservadores” y busca seguir contando con ambos, como ha hecho hasta ahora gracias a la figura aglutinante del presidente Mujica.

¿Cuáles serían esos aprendizajes que Astori quiere capitalizar? Por lo pronto, el mítico año 1971 pertenece a un mundo tan distante en el tiempo y las contingencias inmediatas, que no resulta práctico para ensayar una actualización. Tampoco parece razonable detenerse en el histórico 8 de diciembre de 1991, cuando Mijail Gorbachov declaraba oficialmente disuelta la Unión Soviética, precipitando la caída en dominó de todo el imperio comunista. Aun manteniendo el PCU su influencia dentro del Frente y el gobierno, sus dirigentes soslayan toda referencia a su complicidad con aquella barbarie.

El aprendizaje del Frente Amplio es, en definitiva, el de todo el sistema político uruguayo, como parte de un proceso global. Salvo por el pintoresquismo del socialismo caribeño, de incierto futuro, ya nadie duda sobre la importancia de tener un mercado abierto y pujante, que permita a los individuos y sus organizaciones innovar y crear riqueza. El triunfo de la libertad económica por sobre la planificación centralista es un aprendizaje contra el que nadie en su sano juicio alza la voz.

Lejos de constituir un triunfo del neoliberalismo, las décadas pasadas arrojan una nutrida enseñanza sobre la importancia de la política. Los conflictos que surgen entre el mercado y las regulaciones, entre el desarrollo y la preservación del ambiente, entre la acumulación de riqueza y sus perversiones, se deben resolver con política y libertad, en proporciones que resultan la matriz de los debates contemporáneos.

Por ahora, los frenteamplistas reivindicarán las hazañas de sus gobernantes y sus opositores le reprocharán sus fracasos y renuncios. Esto es, nuevamente, el escenario de la política, contra la que se alzaban los marxistas de Politburó y los liberales de folletín. La legitimación de la política y la libertad es el gran aprendizaje de este tiempo. Por eso todos los partidos están obligados a pronunciarse sobre sus zonas de conflicto.