Contenido creado por Inés Nogueiras
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Piriápolis: ¿realidad o película?

Piriápolis: ¿realidad o película?

El fin de semana pasada se realizó el 12.ª edición del Festival Piriápolis de Película. No voy a referirme explícitamente a él, sino a algo bastante más general: las perspectivas del segundo balneario en importancia del Uruguay y, sobre todo, a su valor emblemático.

06.10.2015

Lectura: 5'

2015-10-06T00:00:00-03:00
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¿Tiene Piriápolis un valor emblemático? ¿Por qué?

En un país joven como el nuestro, todas las cosas con historia propia resaltan, tienen un valor especial. Piriápolis y su Argentino Hotel son la síntesis de una época de oro, la culminación a nivel de emprendimientos turísticos de los rugientes años 30 y de un personaje absolutamente único e irreproducible en la historia nacional: Francisco Piria.

En la elección de ese lugar de la costa, en la combinación única de cerros, playas y una construcción monumental, hay un relato de la historia uruguaya, de los sueños posibles y utópicos que se construyeron en el Uruguay de los años 20 y 30 del siglo pasado. La época más pujante.

Construir el hotel más grande de toda América en esa curva de la costa uruguaya no era un delirio, era posible, no sólo por el esfuerzo de alguien como Piria, sino por la acumulación de riqueza, de capital, surgida de otros negocios inmobiliarios, por la extracción y exportación de materiales nobles de construcción para la Argentina y por la proximidad de una gran ciudad como Buenos Aires proveedora de corrientes de viajeros.

Pero Piriápolis comenzó como un emprendimiento casi personal de una persona, con sus dos hoteles, su mansión en la ladera del cerro San Antonio, su castillo frente al Pan de Azúcar, su trencito de trocha angosta y su puerto, pero ahora es mucho más que eso. Es un balneario muy particular, copia de ninguno, con su personalidad, sus adeptos y fanáticos, sus pobladores y su lucha por avanzar con su futuro propio.
Y lo ha ido logrando. Mejoró otro de sus íconos, a través de la renovación total de la rambla, con lentas mejoras en su oferta comercial y de servicios, con la ampliación de su puerto deportivo y con diversos emprendimientos privados. Pero sigue teniendo, cuando se llega desde Montevideo, su gran carta de presentación: el Argentino Hotel.

Es un hotel diferente. Es por excelencia el mejor hotel que yo conozca en Uruguay para las familias, para habitarlo con cualquier tiempo y condición. Es un micro mundo donde se vive, se comparte y no solo se duerme y se come.

Yo no amo los grandes hoteles, le temo a los servicios impersonales, estándar, fríos, donde uno se despierta en la noche o va a desayunar y no sabe si está en Buenos Aires, Baku o Islandia. Y la tendencia internacional va en esa dirección, los hoteles commodities.

Ir al Argentino Hotel es siempre una experiencia nueva: por su personal; por los encuentros en los pasillos y ascensores; por la cantidad de familias con niños; por su bufet interminable e imaginativo; por sus balcones mirando una inmensidad azul y espumosa o sus verdes ondulantes; por sus grandes espacios. Y sobre todo por la capacidad de inventarse cosas nuevas: festivales de todo tipo, bailes nostálgicos y actividades variadas durante todo el año.

El Argentino Hotel que conozco, y quiero mucho, tiene un equilibrio muy delicado gracias a su estructura edilicia muy rígida y monumental; por la necesidad de que cuadren los números, como los de toda empresa; por las inversiones necesarias para su mantenimiento y desarrollo; por la promoción comercial en Uruguay pero sobre todo en Argentina y algo en Brasil y porque además brinda servicios sociales a jubilados, cumpleañeras, etc., que sin duda tienen su valor.

Es un difícil equilibrio de mantener el hotel abierto y en pleno funcionamiento con las más diversas condiciones cambiarias y económicas de la región. Y hacerlo sin casino, ni privado, ni público privado, a puro hotel.

En ese hotel se filmó una gran película uruguaya, Whisky, donde uno de los protagonistas es el propio ambiente. No es casualidad entonces que Piriápolis pueda transformarse en un excelente centro para la producción cinematográfica, con el aporte de la Universidad, de la UTU, del sector privado y el apoyo del Ministerio de Cultura.

Y aquí podríamos terminar esta breve crónica, agregando simplemente que la 12.ª edición del Festival Piriápolis de Película fue nuevamente un éxito, con gran alegría y un poco de tristeza.

Tristeza porque en torno a Piriápolis y al Argentino Hotel hay una gran interrogante. El Ministerio de Turismo decidió convocar una licitación para la explotación de sus instalaciones por un periodo de tiempo que todavía no se conoce. Se anunció ese proceso al finalizar el anterior Gobierno, hace un año. Parece que es cuestión de pocas semanas. Esperemos.

No se conocen las nuevas exigencias, si se incluirá o no la explotación de casino u otras características especiales. Cualquiera que conoce Piriápolis sabe que sin el Argentino Hotel a pleno se afecta toda la economía de esa sociedad, de esa población y de la oferta turística y comercial.

Un grave problema -grave en serio- sería una lenta y larga decadencia del hotel o directamente la repetición de la experiencia Carrasco Hotel, años de dar vuelta y enredarse en la burocracia y en los lavados de manos. Montevideo lo pagó caro pero se lo puede permitir; Piriápolis no puede, no debe.
Esperamos con ansias y, como siempre, con el sentido crítico alerta.