Contenido creado por Inés Nogueiras
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Oración

Oración

El arzobispo de Montevideo, Daniel Sturla, participó en el homenaje a los cuatro soldados asesinados por un comando tupamaro en Abacú y Avenida Italia en mayo de 1972. Unos días antes, había llamado la atención su presencia en el acto que conmemoró la matanza de ocho militantes comunistas, en abril del mismo año.

21.05.2014

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2014-05-21T07:42:00-03:00
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Allí había dicho que aceptó participar "para rezar a los muertos de aquel día y por la paz del país", aun sabiendo que muchos de los presentes no profesaban la fe católica. Ante el monolito que recuerda a los cuatro soldados, afirmó que participaba para unirse "con la oración al dolor de los familiares y los compañeros de estos soldados caídos en el cumplimiento de su deber". La oración fue la misma en ambos casos.

El Uruguay de los setenta puede parecernos lejano o cercano según sea el dolor o la voluntad de evocarlo con cualquier intención. El mundo no es hoy menos violento que entonces, aunque sí lo es el Uruguay. En términos generales, seguimos viviendo en un planeta donde la gente apela a la violencia en nombre de los dioses, cuando no de los hombres y sus ideas. La capacidad destructiva del ser humano no ha podido superar hasta ahora a la de la naturaleza y de los mismos dioses, a cuyo prontuario hemos cargado guerras y catástrofes de dimensiones cósmicas.

A poco que miramos a nuestro alrededor nos encontramos con sofismas que pretenden justificar en nuestro bando, lo que señalaríamos como crímenes y atrocidades si los perpetraran nuestros enemigos. Para muchos uruguayos, los crímenes políticos de los sesenta y setenta todavía son considerados bajo esta duplicidad. Algunos con la razón del dolor, otros parapetados en argumentos jurídicos, y la mayoría, probablemente, alineada con uno de los bandos en pugna, si es que había dos.

"¿Es que yo no puedo ser generoso con quien quiero?", dice el dueño de una viña en el Evangelio, luego de pagarle lo mismo a quienes trabajaron unas horas y a los que lo hicieron el día entero. Por cierto, no estamos ante un texto de derecho laboral sino ante una parábola. Jesús se alejaba así de la lógica aristotélica, en la que más tarde se cimentaría la teología católica y que pretendía interpretar la racionalidad del premio divino, con criterios matemáticos. El amor y el perdón, que conforman la esencia del mensaje cristiano, son valores paradójicos: se sostienen en el paradigma de la abundancia, no del cálculo y el reparto equitativo. No hay manera de dimensionar dolores y culpas, como no la hay para hacerlo con el amor y el perdón.

La ciencia política, la justicia y la ideología, no alcanzan para resolver el problema, así hayan pasado cuatro meses o cuatro décadas. Tampoco el nacimiento de un par de generaciones que ven aquellos crímenes como algo doloroso pero distante. La perspectiva trascendente que aportó Sturla, en cambio, ayuda a curar heridas, aunque no a olvidar. Nadie debería olvidar jamás que alguna vez los uruguayos resolvíamos nuestras diferencias exterminando a nuestros adversarios.