El dirigente colorado, vicepresidente de la República entre 2000 y 2005 y ministro del Interior entre 1995 y 1998, Luis Hierro López, escribirá una serie de cinco entregas en Montevideo Portal hablando sobre el tema de la inseguridad. A continuación, la quinta: "Es posible baja el delito". La anterior se llamó "En busca de las coincidencias".

*

Por Luis Hierro López | @LuisHierro7

En contra de lo que han sostenido las autoridades del Ministerio de Interior, quienes afirman que el auge de la ola delictiva es común en el mundo, el delito viene bajando sostenidamente en varios países. Como han demostrado Steven Pinker (1) y otros autores, la sociedad contemporánea es, aunque no lo parezca, menos violenta, y el número de homicidios y asaltos desciende consistentemente en los últimos treinta años en las naciones más avanzadas. Uruguay puede lograr metas similares.

Nuestro país no puede resignarse a una situación en la que los asesinatos se conviertan en noticias cotidianas, ni debe bajar los brazos ante las bandas organizadas, abandonando la obligación del Estado de ejercer su autoridad en todo el territorio.

Estas son cuestiones principales que no deberían discutirse, aunque en el país en el que vivimos siempre está a mano una interpretación ideológica o sociológica a la que recurrir para evitar lo obvio y eludir las responsabilidades. En estos últimos 15 años, la ideología o el dogmatismo prevalecieron muchas veces sobre el realismo y el sentido común, como lo demuestran las explicaciones en torno a la pobreza y el delito, que fueron y vinieron con tanta liviandad que un jerarca del gobierno terminó asegurando que habían crecido mucho los hurtos y rapiñas por el enorme consumismo de la sociedad, exactamente lo contrario a lo que el oficialismo sostenía al principio, en 2005.

Deberíamos asumir la realidad - que es dramática, sin vueltas, según las propias previsiones oficiales (2) - sin eufemismos ni relatos y dedicarnos a transformarla a través de acuerdos políticos de larga duración.

Ciudades tan problemáticas como Cali o Medellín, zonas complicadas de la provincia de Buenos Aires, Córdoba, Argentina en su conjunto, desde ya Nueva York, son ejemplos de comunidades y Estados que vienen teniendo importantes éxitos en su lucha contra el delito, aplicando una mezcla de políticas: decisión de enfrentar resueltamente al crimen organizado, cuerpos policiales disciplinados y eficaces, cárceles que rehabiliten, fuertes intervenciones estatales en las llamadas "zonas rojas" y un nuevo vínculo con la población, caracterizan la batería de acciones que se llevaron adelante en esos casos.

Las mejores estrategias indican que hay que elegir algunos puntos de cada ciudad e ir imponiendo, por barrios, paulatina pero firmemente, los nuevos criterios de autoridad y de prevención, desarrollando focalmente las políticas sociales adecuadas, rescatando a grupos de jóvenes del tráfico y el consumo de drogas y volcándolos al deporte, a las acciones culturales - la música juega un papel preponderante, según algunos expertos - y al trabajo. Si esos jóvenes advierten que pueden tener ingresos similares a los que obtienen del narcotráfico en actividades laborales, la reconversión es posible. Si no, será muy compleja.

La conducción de la Policía debe dar ejemplo de responsabilidad y de moralidad. Si eso ocurre, será posible luchar contra la corrupción en la base policial que provoca el narcotráfico. Los comportamientos de los últimos meses, con enormes embarques de droga y fugas cinematográficas sin que hayan caído los principales jerarcas, no conforman ningún buen ejemplo. Si arriba no hay dignidad, no la pidamos abajo...

Es imprescindible que el país revise su política contra las drogas. Hasta ahora damos señales contradictorias, prohibiendo el tabaco en varios ámbitos, pero promoviendo la marihuana. Hay que unificar el mensaje, desarrollando políticas serias y permanentes de prevención del consumo de drogas y de rehabilitación y seguimiento de los adictos. Eso no ocurre hoy y nos manejamos con los excesos: Mujica liberalizó el consumo de marihuana y ahora propone internar a la fuerza a los adictos. Sin extremismos, pueden pactarse políticas eficaces y responsables, sobre todo en el plano de la lucha organizada y eficiente contra el narcotráfico a gran nivel. El 80% de los delitos se origina en los vínculos con el tráfico o la adicción, por lo tanto, hay que atacar el problema en su base y en forma decidida.

Los cambios que estamos proponiendo vendrán de la mano de la renovación de la discusión pública, buscando acercamientos en vez de enfrentamientos estériles. Tras 15 años de gobiernos frenteamplistas, puede demostrarse que las políticas "progresistas" en materia de seguridad pública han fracasado tanto o más que las orientaciones "represivas", por lo que se hace evidente que hay que cambiar y avanzar por nuevos caminos. Ya hubo demasiadas explicaciones.

Para ello no hay que reclamar gatillo fácil ni mano dura. Alcanza con guiarse con mano firme - para lo que hay que tener el rumbo claro, lo que no ha ocurrido -y aplicar la legalidad en toda su extensión imaginable, que es precisamente lo contrario a la anomia (3) que describió el director de Policía, Mario Layera. Mano firme, rumbo claro y legalidad, ese es el camino.

(1) Steven Pinker. En defensa de la Ilustración y Los ángeles que llevamos dentro
(2) Habría 200.000 personas vinculadas al delito, según estima el fiscal Juan Gómez.
(3) Layera dijo que la ausencia de la legalidad provoca una anomia social, es decir, una situación de desorden ante la no aplicación de las normas.