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Sergio Botana

Escribe Sergio Botana

Opinión | Viticultura: ahora o nunca

El sector vitivinícola es de los sectores de la actividad económica del Uruguay que más progresos ha exhibido en todos los aspectos.

23.01.2021 17:52

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2021-01-23T17:52:00-03:00
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El sector vitivinícola es de los sectores de la actividad económica del Uruguay que más progresos ha exhibido en todos los aspectos. Introducción de nuevas cepas, perfeccionamiento en el tratamiento de otras, incorporación de nuevos conocimientos en las diferentes fases del proceso de producción primaria e industrialización, descubrimiento de una fuerte vocación turística. Un notorio despertar gracias a la mentalización y esfuerzo del sector. El vino uruguayo pasó a ser un vino de calidad con reconocimiento de los especialistas internacionales.

Lamentablemente, la caída general en el nivel de actividad de la economía en el último lustro ha afectado a un sector que además, ha sufrido otros embates que han comprometido su futuro. Paradójicamente, la pandemia no afectó las ventas del sector. El cierre de fronteras bajó el ingreso de productos extranjeros, con lo que la producción nacional encontró nueva colocación. La cara turística que compone la oferta de las quintas y bodegas, sí se vio afectada hasta el extremo de su cuasi desaparición.

Se hace necesario un nuevo impulso. Es necesario recuperar la inversión interrumpida en especial en el último lustro, provocar un nuevo salto tecnológico, solucionar el endeudamiento sectorial, mejorar la competitividad y abrir mercados en lo interno así como en lo internacional.

Habrá que sustituir pies envejecidos, cambiar aquellos que corresponden a cepas con dificultades de ingreso a los mercados en los tiempos actuales, adaptar las plantaciones a las exigencias que supone la utilización de nuevos equipos más adecuados y modernos, crear la oportunidad para la incorporación de más superficie a la producción.

Esta tarea supone una inversión del orden de los U$S 30.000 por hectárea, a la que se suma la espera de entre 3 y 4 años para que las nuevas plantas produzcan, y esa espera también cuesta. Cuesta financieramente, y cuesta porque la vid insume delicados y dedicados cuidados. No es disparatado pensar que entre sustituciones por vejez y tipos, por nuevas distancias y alturas de las plantaciones más alguna incorporación de superficie, se deba trabajar sobre 3.000 de las aproximadamente 7.000 hectáreas que ocupa el sector. Estamos hablando de una inversión del orden de los 90 millones de dólares solamente en esta área.

No es posible eludir la incorporación de maquinaria moderna en las plantaciones, con nuevas prestaciones y mayor especialización en un sector en el que la exigencia de calidad empieza con la primera preparación de la tierra, y termina con el tratamiento que se da al producto ya envasado, y hasta el minuto mismo no ya de su comercialización, sino de su propio consumo. Nuevos tractores, atomizadores, elementos de cosecha, cada una de las herramientas, equipos y depósitos del proceso de industrialización, maduración, envasado, transporte. Todo debe dar la talla y la espera no es una alternativa.

INAVI e INIA han hecho otra fuerte contribución. El cuidado de los aspectos ambientales y el cuidado de lo sanitario. El país ha investigado y ha aplicado. También ha aprendido y ha incorporado técnicas de manejo adecuadas, productos adecuados para la eliminación de plagas, enfermedades y todo tipo de riesgo sanitario. También ha sabido eliminar aquellos que resultaban dañinos del elaborado final. Es más, existen múltiples ejemplos de producción cien por ciento orgánica.

Hay que capacitar técnicos y trabajadores en el exterior, hay que acordar con el INEFOP la capacitación de los trabajadores del sector en su fase primaria, en su fase industrial, en su fase comercial y en los aspectos de corte turístico que envuelve esta actividad. Recordemos que es un sector en el que la oportunidad de empleo femenino es de mayor potencial de demanda. En la formación está una de las claves de desarrollo sectorial por la altísima exigencia de calidad en cada uno de los pasos reseñados.

La viticultura debe 13 millones de dólares solamente al sistema bancario. A esto debe sumarse la deuda con proveedores y por adelantos de compradores. La deuda conlleva una doble consecuencia negativa, por un lado un costo mensual de intereses que afecta la competitividad, y por otra parte, al sumar el egreso por amortizaciones de capital, un nivel de exigencia financiera que compromete el propio funcionamiento de las empresas. Este aspecto debe ser atendido. Plazos más adecuados, amortizaciones de capital más llevaderas e intereses más bajos deberían ser obtenidos en el marco de una negociación, que en la medida de lo posible debería ser directa entre el sector y la banca, sin necesidad de solución legal.

En lo comercial, hay que atender la posibilidad de ingreso de los vinos uruguayos a nuevos mercados. El marco comercial para la oferta uruguaya anda lejos de ser el mejor. Por falta de tratados internacionales pagamos aranceles en todos lados. Eso nos hace caros. Competimos contra vinos chilenos no necesariamente mejores, pero sí más conocidos, y encima más competitivos en precio a causa de los sobrecostos arancelarios. Así es una hazaña llegar a los mercados. Los consumidores deben tener la mínima oportunidad de probar nuestro producto. Por tozudez ideológica se lo hemos impedido. Hay que llegar a los acuerdos rápidamente, y mientras tanto implementar mecanismos compensatorios que habiliten la competitividad de nuestra producción.

En el mercado interno será necesario mejorar algunas cuestiones. La medida de la prohibición absoluta del consumo de alcohol para conductores si bien no ha tenido impactos negativos como es obvio, positivos tampoco.

La estadística sigue marcando que en el 7% de los accidentes con lesionados existe presencia de alcohol. Eso era así antes de la prohibición y lo sigue siendo ahora. Eso indica objetivamente que la medida no incidió ni en la baja de los accidentes, porque sino se observarían cambios relativos de participación, ni en la propia participación. Si queremos baja de morbilidad en el tránsito debemos mandar presos a los que convierten un vehículo en un arma por andar a toda velocidad donde no deben, en vez de convertir en delincuente a una persona que participó de un almuerzo de trabajo o en un brindis por los noventa años de su mamá. Habrá entonces que habilitar hasta 0,3 (porcentaje que presenta menos del 1% de participación en accidentes con lesionados). Recordemos que los países desarrollados en los que existen proporciones de accidentes y de muertes en el tránsito muy inferiores a las nuestras, presentan habilitaciones de hasta 0,5 en Francia, España, Canadá, Estados Unidos y 0,8% en Italia, Irlanda, Inglaterra. No tiene lógica mantener una prohibición absoluta si no presenta aspectos positivos, y sí afecta sectores del empleo. No es la única medida. Se puede pensar en subsidios como los que goza la cerveza o algunas gaseosas, o en medidas de protección frente a la competencia desleal.

La viticultura tiene tradición y futuro en el Uruguay. Para que el final del período de gobierno nos encuentre en el comienzo de una nueva época para el sector, debemos invertir ahora. No podemos perder el tiempo. Esta ley es también de urgencia.

Agradecemos los aportes del Presidente de INAVI-Enólogo Ricardo Cabrera-, del Enólogo Fernando Petenuzzo, de Marcelo Irurtia y del Ing. Ignacio Buffa- Vice Ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca.