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Escribe Esteban Valenti

Opinión | Vicios privados, públicas virtudes

A todos nos queda una duda muy grande, ¿desde cuándo conocían estos delitos cometidos por su amigo?

14.06.2023 20:00

Lectura: 5'

2023-06-14T20:00:00-03:00
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Hay sociedades cuya mayor demostración de decadencia, en todas las épocas, con las diversas versiones de la virtud y de los vicios, es que pretenden establecer una alto muro para diferenciar las virtudes públicas y los vicios, supuestamente privados.

A nosotros nos está comenzando a funcionar ese trágico sistema que aflora como un enorme vertedero de barro.

Hombres públicos, de la política y de alto nivel, empresarios, y profesionales que aparecen vinculados a sonados casos de explotación sexual de menores. Primero fue un caso colectivo que se arrastra en los estrados judiciales, la Operación Océano, y ahora un sonado caso de un senador de la República, no cualquier senador, sin duda el más importante de todo el Partido Nacional y del gobierno.

No voy agregar datos, ni adjetivos a esos casos, que están en curso, solo algunas asqueadas reflexiones que tratan de situar este desmoronamiento en el momento actual.

¿Siempre existieron casos de explotación sexual de menores? No tengan la menor duda, pero ahora además se hacen públicos y se procesan en la Justicia, y han tocado los vértices de la política y han impactado de manera muy sonora en todos, en la prensa, y en la opinión pública.

Este es un país que comparativamente con otras realidades, ha sido muy cuidadoso en el tratamiento de la vida privada. La prensa en general es muy parca y sobria sobre esos temas, que en otros países promueven grandes escándalos.

No recuerdo escándalos políticos promovidos por la prensa por infidelidades o cosas similares. Si quieren ver cómo funcionan, hay en los alrededores y en Estados Unidos, Inglaterra, y otros, ejemplos muy claros. Es más, en cierto modo los uruguayos nos vanagloriamos de esa sobriedad.

Esto es otra cosa, se trata de personas mayores que de forma reiterada, organizada y oculta tejieron verdaderas redes de explotación sexual de menores, hombres y mujeres.

Lo que hace especiales a estos casos es que se supone que hombres poderosos, por su posición política y dentro del poder, o por sus recursos económicos, utilicen esas posibilidades para someter a menores de hasta 13 años a la explotación sexual.

Hombres que desde el poder, en permanentes apariciones ante la prensa, en discursos en los ámbitos parlamentarios pregonaron, promovieron la virtud, las obligaciones legales y morales hacia sus conciudadanos, hayan practicado de forma sistemática, durante varios años (no sabemos cuántos todavía) el sometimiento de menores de edad, casi siempre extremamente vulnerables por su condición económica, social, y cultural a sus deseos y actos sexuales. A sus perversiones.

La primera parte que conocemos del expediente elevado por la fiscal y la justicia (esto último es bueno recordarlo para algunos legisladores que se atrevieron a levantar banderas de vergüenza para tratar de defender a los delincuentes) en el aula del Senado de la República, tanto las descripciones, coincidentes, y muy claras, dan realmente asco. Un muchachito que cobra de parte de un senador y lo primero que hace es comprarse una hamburguesa porque tiene mucha hambre…

Y el senador sabía perfectamente que estaba tratando con niños pobres, desamparados, indefensos ante su gran masa de poder. Y lo hizo, y lo reiteró y se hizo ayudar por un proveedor, que además era profesor de la Escuela Militar.

Si recopilamos los discursos del senador Gustavo Penadés en sus muchas campañas electorales, en sus intervenciones en el Parlamento, y a los medios de prensa, podremos apreciar la hipocresía, entre esa proclama de públicas virtudes y la cruda realidad que emerge de ese resumen de la causa penal.

Solo se sacaron los fueros, ahora sus amigos del poder esperan que laude la justicia, pero yo tengo una buena memoria y recuerdo cuando en pocas horas, en el año 1986, en una provocación montada de manera alevosa por los propios legisladores de la época, que habían recién votado la ley de impunidad, echaron del senado a German Araujo. ¿Lo recuerdan?

¿No hubiera correspondido, con la misma celeridad y ante un caso notoriamente más grave y demostrado con un aluvión de pruebas, expulsar del senado a Gustavo Penadés, como también expulsarlo del Partido Nacional?

No, todo lo contrario, incluso hubo un senador que manipuló la ley y las normas para justificar su defensa del violador y explotador, y decisiones del propio Directorio de Partido Nacional que ni siquiera pasaron el caso al Comité de Ética del partido. Y conocían perfectamente la situación, de las ocho acusaciones, iniciadas a partir de una acusación formulada por una militante del Partido Nacional. Y no solo a ellos no se les movió un pelo, sino que nosotros, los ciudadanos de todos los partidos no nos asqueamos, no les hicimos saber que se estaban haciendo cómplices.

Como no nos horrorizamos que el presidente de la República declarara que le creía a su amigo, secundado por el ministro del Interior.

Esas manchas no se borran con nada, ni con la acción de las agencias de publicidad, ni con los malabares en posteriores declaraciones a la prensa. Porque a todos nos queda una duda muy grande, ¿desde cuándo conocían estos delitos cometidos por su amigo? No se trata de una especulación, sino de un análisis de sus reacciones posteriores.

No hay virtud pública, de ningún tamaño o duración, que puede ocultar o disminuir semejantes vicios privados. Delitos graves.