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Escribe Esteban Valenti

Opinión | Una lamida feroz

El mensaje que Marset quería transmitir y la nueva etapa de su juego con las autoridades estaba pensado perfectamente.

06.12.2023 15:00

Lectura: 6'

2023-12-06T15:00:00-03:00
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“Para ser periodista hay que ser buena persona ante todo”.
Ryszard Kapuscinsky.

Podría mantenerme en una zona cómoda y solo política en relación al “reportaje” a Sebastíán Marset realizado en el programa Santo y Seña en dos capítulos, pero no es lo mío y al menos hay que defender la profesión. El nivel del periodismo es parte muy importante de la cultura de un país. Y ese programa es un barrial comercial y con un nivel que da vergüenza ajena. En todos los sentidos, no se salva nada.

Me hice de paciencia y lo miré entero, con sus tandas publicitarias eternas, sus chivos y lo único rescatable es que lograron crear un producto comercial, un show, al servicio de los intereses de un narcotraficante con una adecuada promoción. Creando la expectativa de que, además de ver al narco más importante de nuestro país, presentado como un buen padre de familia, un honorable “trabajador” que respeta el trabajo de todos y que le toma el pelo a los uruguayos y en particular a las autoridades de manera innoble, se vería una entrevista periodística en serio.

La defraudación es total, incluyendo el absurdo que le agregan piezas musicales cantadas en vivo, otras filmadas e incluso cantos de iglesias alabando al señor y su bondad. Pobre “señor” si esos son sus adoradores, delincuentes, asesinos, violadores de las leyes de varios países que han corrompido y están corrompiendo todo lo que tocan. La corrupción es su combustible principal, es decir el empleo del dinero que obtienen de la venta y el tráfico de drogas para aumentar su negocio.

En este caso creo que fuera de los gastos del viaje y alojamiento familiar, el servicio le resultó gratuito.

Sin estos personajes no habría asesinatos diarios en Uruguay y otros países de jóvenes pobres y marginados, disputando un lugarcito bajo esa luz siniestra de narco aventuras, porciones de territorio y de un imaginario vicioso y territorial, donde sobrevivir a la miseria, a la ignorancia a una sociedad que los expulsa.

Allí estaba el modelo, con ropa Louis Vuitton, reloj de marca, mansiones en Bolivia y Paraguay, helicópteros, 21 vehículos en su residencia en Santa Cruz de la Sierra, decenas de fusiles de asalto y sirvientes de seguridad que lo protegen y preparan su entrevista.

Se puede argumentar que todo ello no es culpa de los periodistas, pero al menos podrían haber hecho un esfuerzo de seriedad en las preguntas, habernos evitado la vergüenza de la música de fondo, los discursos preparatorios de presentación, mezclados con chivos publicitarios y comentarios tan elementales y básicos que agreden a los verdaderos periodistas.

Ante la acusación de una autoridad boliviana sobre que Ignacio Álvarez es un informante de la CIA, se me ocurre que la Agencia ha caído muy bajo, pero no creo que a ese nivel de infantilismo, de comentarios zonzos y de periodismo de quinta.

Lo que es más evidente es que todo lo organizó Marset, en cada detalle, que el mensaje que quería transmitir y la nueva etapa de su juego con las autoridades uruguayas, paraguayas y bolivianas estaba pensado perfectamente. Quería transformarse en un participante del debate político y lo logró. Pasó integro su mensaje. Hoy puedo decir esto y mañana muchas otras cosas.

Incluso nos anunció que se ha integrado a Transparencia Internacional y puede calificar la moralidad de los diversos gobiernos. No hay antecedentes de tanta desfachatez, respaldada supinamente por un programa de televisión.

No se trata de que los periodistas tienen naturalmente el interés, todo el interés, en entrevistar a un delincuente de fama regional y naturalmente uruguaya, sino de que los periodistas tendrían que demostrar que no los utilizaron completamente, que no se prestaron para un show miserable y lo festejaron como un gran logro informativo.

Que la versión brindada en esta oportunidad por Marset con la asistencia del show de canal 4 es absolutamente idéntica a la del gobierno, como por ejemplo que la entrega del pasaporte en un tiempo record fue totalmente gratuita. No lo puede negar nadie, solo el inefable Álvaro Delgado puede negarlo. Lo vuelvo a desafiar, que nos proporcione una sola frase de Marset que contradiga la versión oficial. Por ahora…

Pero se sabe, los delincuentes suelen ser veleidosos y ahora, que algunos altos cargos del oficialismo convalidaron la versión de Marset, este “inocente” ciudadano, que se arriesgó a viajar a Dubai con un pasaporte falso paraguayo, cuando tenía pleno derecho a disponer de uno legal uruguayo, puede introducir matices, agregados y cambios en sus dichos y tiene a los oficialistas agarrados de sus partes más dolorosas.

Al finalizar el show, con jingles y todo, deben pretender que muchos piensen que Marset sería un buen candidato para las próximas elecciones y, si tiene derecho al pasaporte, tiene derecho a ser candidato. Patético.

Hay un detalle deslumbrante, el director de El País, nos dedica un editorial, marcando el final del tema Marset, a su gusto y gana, y además se erige en tribunal de calidad periodística. A la altura del núcleo duro de un oficialismo servil y sin principios que no respeta ni siquiera su profesión. Y ese es profesor de periodismo…

No podemos permanecer callados, tragarnos estos dos nuevos capítulos de un caso que nos ha embarrado ante el mundo, que dejó al gobierno de la peor manera, incluyendo la caída de dos ministros y dos subsecretarios y varios funcionarios policiales, y que no se arregla en absoluto tratando de mostrar que todos somos iguales. Como esto no hubo nunca nada parecido en la historia de la política nacional, y es un eslabón más.

Algún día sabremos cuánto costó el pasaporte, lo que ya sabemos es cuanto le costó al Uruguay, a su imagen aparecer en medios de prensa de muchos países con esta relación tan sospechosa entre un narcotraficante de alto nivel, el gobierno, la policía y ahora incluso un canal de televisión como plataforma de una maniobra delictiva más, una telenovela colombiana en toda su magnificencia.

Pretender que esto penetre en ciertas mentes es un absurdo, lo que pretendemos es que los uruguayos nos miremos a nosotros mismos y no seamos parte de estas bajezas, institucionales, legales, morales y ahora del espectáculo.

Cuanto más nobles son los periodistas amenazados que los periodistas lamidos.


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