La Cámara de Representantes se apresta a darle media sanción al Presupuesto. Desde el inicio se tuvo la certeza de que eso acontecería, porque el Partido Nacional decidió garantizar que el país tenga presupuesto. El gobierno no cuenta con mayoría propia en el Parlamento, pero los nacionalistas no vacilamos ni demoramos en trasmitir que daríamos el voto en general.
Por supuesto, lo anterior debe inscribirse en el sentido de la gobernabilidad wilsonista que practicamos y de la lealtad institucional que nos anima. Sin embargo, no significa eso que compartamos la mayor parte de los contenidos del proyecto del gobierno, ni su estructura fundamental o su orientación general y, por lo tanto, que votemos a favor de aquellos.
Es más, la propuesta nos resulta –nos resultó desde el comienzo– muy pobre y bastante inexpresiva, no tanto por una cuestión de recursos. Sobre todo, por la importancia específica que las leyes de presupuesto siempre tienen y, especialmente, por la expectativa que la actual administración generó, en cuanto a que su gestión empezaría con la norma presupuestal. Vistas las patas a la sota, ahora entendemos que lo que se procuró fue ganar tiempo, por parte de un gobierno que tuvo serias dificultades en el arranque y notorias carencias de orientación y de rumbo.
El esquema propuesto mantiene la estructura del presupuesto anterior. La línea de base es lo ejecutado en 2024, con un incremento presupuestal de 140 millones de dólares. Este dato pone fin a la discusión sobre la herencia maldita, pero además denota poca creatividad y escasa capacidad de construir un planteo superador. El proyecto no “abre” el presupuesto, no lo reestructura ni transforma, y tampoco reasigna los créditos en términos de un cambio que era esperable tras la alternancia que se dio en el gobierno.
Todo eso se refleja en un aspecto que, en la perspectiva de la estrategia de país, no debería faltar a la cita y, sin embargo, no aparece. Tal vez la mayor “pobreza” no esté en la insuficiencia de algunas asignaciones, sino en la ausencia de definiciones conceptuales y de planes referidos al cumplimiento de las metas. El presupuesto implica programas, pero no surge, ni del articulado ni de la exposición de motivos, cuál es la estrategia del gobierno con relación a la pobreza infantil, la salud mental o la seguridad, por mencionar algunos ejemplos.
Es probable que haya faltado tiempo para eso, en razón de que las dificultades para cumplir las promesas electorales —“impagables”, según el subsecretario de economía— acapararon la atención y las oportunidades. Lo cierto es que ANEP, UTEC, Udelar, el Ministerio del Interior (para el combate al delito), la Jutep y la Fiscalía tuvieron, al menos en la propuesta original, magros o nulos incrementos. Todo ello frustró las expectativas, tanto como la inclusión de aumentos de impuestos que violaron los compromisos preelectorales, lo que significó una dosis de ilegitimidad política relevante.
Queda trecho por recorrer, aún en la Cámara, que todavía no ha concluido su tarea. Vendrá después la etapa del Senado, y ahí se podrá trabajar para superar inequidades y concretar mejoras. El Partido Nacional, en cada una de esas instancias, ha actuado y actuará de acuerdo a lo que sea mejor para la sociedad. Fiel a su rica e inalterable tradición.