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Escribe Esteban Valenti

Opinión | Ser de izquierda

La propia definición de izquierda y su historia merecen ser analizadas en relación a sus tiempos, pero las fronteras siguen siendo básicas y fundamentales

12.08.2020 13:28

Lectura: 7'

2020-08-12T13:28:00-03:00
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Hay izquierda y hay derecha, y en el medio está el centro. La prueba irrefutable: en las encuestas cuando le preguntan a la gente por su autodefinición ideológica, más del 90% de los ciudadanos se definen a pesar de las olas perpetuas que intentan borrar estas definiciones. Existen y es bueno que existan.

También hay integrantes de partidos de izquierda que tienen mentalidades e ideas que no son de izquierda.

Una sociedad que incluye esas calificaciones de su propia identidad política e ideológica, da muestras de madurez y de cultura cívica. Nada impide afrontar algunos grandes problemas y temas con una visión nacional. El Uruguay se destaca y diferencia de sus vecinos, precisamente por haber avanzado en esa dirección en las últimas décadas. Eso no borra las diferencias, al contrario, emergen las verdaderas, las auténticas y las que importan y forjan y fortalecen la cultura política.

El apego y la defensa de la democracia en Uruguay y en muchos países no tiene exclusividades. En 15 años de gobiernos del FA en el Uruguay - lo he reiterado muchas veces - la democracia lejos de debilitarse se fortaleció y las normas democráticas y constitucionales fueron plenamente preservadas. Esos no fueron ni los errores ni las fracasos del FA en el gobierno.

No todos los que se proclaman de izquierda, son realmente de izquierda. En todo el mundo abundan los ejemplos. En la derecha funciona diferente, sobre todo en Uruguay, donde muy pocos quieren ser definidos de derecha o se hacen los desentendidos.
Para ser de izquierda no alcanza con adherir a determinado partido, grupo o frente, pueden y existen razones muy diversas, costumbres propias y familiares, intereses, vagas simpatías o fuertes identificaciones con personas, o por descarte, broncas y variadas razones.

¿Hay alguien que puede dar patentes de izquierda? Cada vez que eso sucede, la izquierda camina hacia el precipicio. Es una condición que depende de las definiciones, sensibilidades e ideas de cada uno y de los grupos que invocan esa condición de izquierda. Hay muchas izquierdas, aunque hablemos en singular.

Hay muchos que se proclaman de izquierda y llegado el momento y en temas cruciales y definitorios lo niegan. Incluso gobiernos enteros y ni que hablar ciertos regímenes. Venezuela y Nicaragua, no les queda un retazo de izquierda. Son dictaduras.

Existe una amplia gama de posiciones de izquierda, que en general se definen sobre diversos temas. Sobre políticas y programas económicos y sociales, sobre libertades públicas y democracia, sobre derechos humanos, sobre los derechos de las mujeres, sobre medio ambiente y sobre sus bases ideológicas e históricas.

Cuando se llega al gobierno aparece un nuevo elemento: la moral y la legalidad como factor determinante. No se puede proponer y luchar por una más justa distribución de la riqueza - que es un rasgo definitorio de la izquierda con todos sus matices - y convivir y practicar la inmoralidad y la corrupción, que es una de las formas más viles y despreciables de apoderarse de la riqueza y del trabajo de la sociedad.

La izquierda nació de una gran revolución, que derribó la imponente monarquía francesa, que se animó a enfrentar la burocracia monárquica, la nobleza, los militares y la iglesia, todos mezclados y comprometidos y que apeló a los más pobres de esa sociedad - los sans culottes (1) - ,a un amplio espectro de ciudadanos y de intelectuales y de burgueses.
Desde su nacimiento, la izquierda tuvo su base cultural e ideológica (la Ilustración), que fue diversificando y afrontando duras polémicas y diferencias dentro de la propia izquierda. Las mayores diferencias se basaron precisamente en los aspectos ideológicos, desde la socialdemocracia, el socialismo, el anarquismo, el comunismo (marxista-leninista) y sus diversas versiones (soviético, chino, nordcoreano, albanés, yugoslavo, etc.) Y dentro de estas corrientes, partidos y gobiernos hubo y hay infinidad de variantes y de profundas diferencias.

¿Quién establece los límites de la izquierda? ¿Hay límites para ser considerados de izquierda?
Es un atrevimiento ponerme a definir esos límites, pero me voy a atrever.

Cualquier partido, ideólogo o ciudadano que se proclame de izquierda y promueva la concentración injusta de la riqueza y el papel omnipotente del mercado, de que las mercancías, los servicios, los capitales, la fuerza de trabajo y la cultura debe regirse exclusivamente por la oferta y la demanda y sin ningún sistema de protección social, ese no es de izquierda. Habrá y hay mil matices y variantes, pero hay también fronteras.

Los que violan de los derechos humanos, las libertades básicas - cuando nacimos precisamente promoviendo la libertad contra el absolutismo - y perpetúan regímenes dictatoriales y hasta dinásticos, no son de izquierda. Aunque lo griten a todo pulmón. La derecha en este sentido, tiene una amplia experiencia, en particular en América Latina.

La corrupción y la inmoralidad y su combate frontal y sin justificaciones de ningún tipo, son una frontera importante y compleja. Lo hemos vivido en diversos gobiernos de la región. El poder es la mayor prueba para cualquier organización o dirigente político. De izquierda y de derecha. Pero no es cierto que el poder siempre corrompe, esa es la mayor coartada de los corruptos.

En estos tiempos ser de izquierda es incorporar como un elemento fundamental ideas y programas de desarrollo y progresos sustentable ambientalmente y socialmente y la conquista de nuevos derechos, integrados a los grandes principios históricos de la izquierda, que requieren estudio, investigación, audacia intelectual y política y modestia. No tenemos patentes de la verdad en ningún sentido.

Las definiciones tienen su tiempo, su lugar en la historia. Para los tiempos actuales, el batllismo, el Estado del Bienestar, entre los primeros y más avanzados del mundo en su momento, eran ideas y un gobierno avanzado y de izquierda. Ni que hablar si se lo compara con nuestra época. La propia definición de izquierda y su historia merecen ser analizadas en relación a sus tiempos, pero las fronteras siguen siendo básicas y fundamentales.

Si hay algo que es contrario frontalmente a cualquier definición de izquierda, es el fanatismo, la ferocidad, la falta de capacidad de discutir, de polemizar con argumentos. Y para eso nos falta mucho, es una batalla permanente contra las tentaciones totalitarias y absolutistas de la verdad. Lo digo desde mi propia experiencia. Parte de esa negación de la izquierda es la falta absoluta de sentido crítico y autocrítico. Pero aún, substituir el hambre de poder por las propias definiciones e ideas.

Como hay que someterse al implacable archivo propio, les agrego un link de una columna de Bitácora.com.uy: Ser de izquierda, votar a la izquierda, escrita el 21.5.2018. http://www.bitacora.com.uy/auc.aspx?9734,7

(1) El término "sans culotte" procede de la prenda de vestir (el culotte) que portaban a finales del siglo XVIII las clases acaudaladas de Francia y que, por contra, no era utilizado por las clases populares, que lo sustituían por pantalones largos. Los sans culottes procedían de los sectores menos acomodados de la sociedad urbana francesa, integrados por artesanos, sirvientes, pequeños comerciantes y obreros varios, es decir, aquellos que padecían con mayor intensidad la crisis económica que aquejaba a Francia desde 1788.

Durante los inicios de la revolución, los sans culottes formaron el núcleo fundamental que se amotinó contra la monarquía, protagonizando los principales desórdenes (asalto a la Bastilla, palacio de las Tullerías, etc). Más tarde, entre 1792 y 1795, jugaron un importante papel en la revolución, constituyendo junto a los jacobinos la fuerza más radical durante el Régimen del Terror, y responsable entre otras, de la decisión de ejecutar al rey Luis XVI y a su esposa María Antonieta.