Este fin de semana estuvimos tres días en Buenos Aires, mejor dicho en la Capital Federal, como miles y miles de uruguayos que desbordan todos los medios de transporte hacia la vecina orilla. No tan vecina, porque hay que cruzar el río más ancho del mundo.

Fuimos por varias razones. Una, la elemental, la que mueve multitudes de uruguayos, los precios más bajos, para que andar con vueltas. Aunque dimos muuuchas vueltas y trajimos más comido y tomado que otra cosa. Además, quería tratar de reencontrarme con una ciudad en la que pasé una parte importante de mi vida y ver si me amigaba. Es casi imposible, demasiados recuerdos que no logro ni siquiera encubrir por un tiempo.

Sigue siendo una gran ciudad, donde mirando con atención se puede encontrar la enormidad de riqueza que tuvo en su tiempo, o mejor dicho en sus tiempos, porque está en un país con hipo, que pasa casi continuamente por momentos contradictorios y sobre todo de graves dificultades. Buenos Aires son sus construcciones, sus parques, sus enormes avenidas, su cantidad interminable de negocios, restaurantes, teatros y buenos museos, pero es sobre todo su gente. Esto último como todas las ciudades, pero en este caso no encontramos a nadie que nos diera una visión positiva, optimista, ni siquiera que tratara de explicar el futuro, las perspectivas. Se vive al día, como se puede, con sueldos muy bajos y con la inflación del 7% mensual como un dragón que se devora todo.

La descripción de la gente con la que se habla, es eso, descripción, resignación y una cierta unanimidad: la tragedia de la Argentina son los políticos, sin muchas distinciones, aunque cada uno tenga sus prioridades en materia de antipatía.

Si se compara la situación con la de 2001 y 2002, tiempos en los que yo viajaba con cierta frecuencia por razones de trabajo (la red TIPS/DEVNET), no hay ese malhumor desesperado y desesperante, hay una losa pesada que cargan como si fuera parte inexorable de sus vidas y de la sociedad argentina.

La grieta allí está en todos lados, la principal no es política. Gobierno y oposición, que por otro lado están también divididos dentro de ellos mismos, es entre los que consumen con cierta normalidad y el resto, que son 20 millones de personas. Esa es una grieta que no se ve en toda su enormidad caminando por las calles, está en las afueras, en las provincias. Pero un solo dato: había 3000 villas miserias hace pocos años y ahora hay más de 5100, en Capital y Gran Buenos Aires.

Un hogar vulnerable al borde de la pobreza, para poder salir y volver a la clase media baja de la que salió no hace mucho tiempo, tendría que recibir un aumento de 190% de sus ingresos.

La ciudad está limpia, sus parque cuidados, sus servicios funcionan, ómnibus, subterráneo (que amplió sus líneas) y los taxis, muchos y baratos, pero el corazón de la ciudad eran sus comercios, y hay una enorme cantidad de locales cerrados, clausurados que ellos esperan que volverán a ponerse en marcha pero, la vuelta luego de la pandemia, es lenta y se nota. Si en Montevideo los grafitis nos castigan allí son una plaga que se ensaña con las cortinas metálicas de los locales cerrados.

El microcentro, sobre todo la calle Florida, es un vago recuerdo de lo que fue, se ha desplazado, pero sobre todo se ha hecho más opaca, triste y casi irreconocible. Es la sede de cientos de “arbolitos”, gente que ofrece cambiar dólares al “elegante” cambio blue (otro dólar de los 14 tipos de cambios diferentes, este está destinado a los turistas).

Restaurantes y cafés y bares, aunque algunos clásicos cerraron, son muchísimos y para todos los gustos, con una nueva costumbre, porciones un poco monstruosas. Y los precios favorecen notoriamente a los turistas, en primer lugar a las decenas de miles de uruguayos. Encontramos conocidos en todos lados.

Fue la noche de los museos con acceso gratis a todos ellos y la Capital Federal tiene una lista interminable de museos que ni las “pálidas” más brutales lograron destruir. Allí están, junto con los grandes y elegantes edificios de su época de oro, para hacernos recordar una de las grandes ventajas de Uruguay, estar cerca de Buenos Aires.

También la avenida Corrientes tiene sus grandes teatros, con entradas agotadas por varias semanas y por lo tanto muchos espectáculos típicos, aunque no vi la tradicional oferta de teatro de revistas, como en otras épocas.

Fue una semana especial porque se definía el campeonato de la serie “A” y, en una final memorable, Boca salió campeón gracias a River que le ganó a Racing en Avellaneda. Un poco insólito. Gran festejo gran, en el Obelisco. Toda la zona blindada, hasta las estaciones de subte de la zona estuvieron cerradas durante la concentración. Nada de que asombrarse con nuestra realidad futbolera violenta.

La gente que circula por la ciudad ya no es, como hace un buen tiempo, un desfile de personas bien vestidas, en eso también se nota la situación y se hace moda.

La seguridad. Hay muchos policías de la Ciudad por todos lados, que ganan un tercio de nuestros policías, y son proporcionalmente menos que los nuestros en relación a la población. Hay zonas, como el microcentro de noche, que no conviene recorrer, pero nada excepcional. Me robaron el celular en un shopping, pero debe ser por salame. Y parece ser una modalidad bastante común. Tres días de paz y tranquilidad.

Fueron solo tres días, que con Selva caminamos mucho, realmente mucho más de lo que caminamos en Montevideo, por diversas zonas: el centro, Santa Fe, el Once, San Telmo, Palermo Soho y Palermo Hollywood. Me cuesta, y me costará siempre mucho, reencontrar la ciudad de mi niñez y una parte de mi juventud.

Los argentinos y la Argentina tienen todo, absolutamente todo para alcanzar niveles de vida y de desarrollo muy superiores, pero tienen una sola traba: sus políticos.

Lo que los uruguayos no debemos olvidar es que la situación argentina no debe servirnos para justificar nuestros errores y vicios, al contrario es un espejo donde debemos mirarnos para avanzar, para ser mejores y combatir los errores visibles del empobrecimiento constante de la política. Y debemos, por razones humanas y de solidaridad, apostar todo a que a la Argentina le vaya bien. Y una reflexión necesaria: qué bien nos iría a los uruguayos si a los argentinos les fuera bien. No ser ni egoístas ni miserables, y valorar las potencialidades subregionales.

Otro elemento que se siente, se respira en la Argentina, es un valor al que no le damos la importancia fundamental que tiene nuestro país: TENEMOS ESPACIO, una relación gente-territorio de las mejores del mundo.

Nunca he conocido una sociedad donde la grieta, la distancia entre sus intelectuales, sus artistas, sus emprendedores, sus profesionales, una buena parte de sus periodistas, sus médicos, sus científicos, sus productores y el mundo político sea tan abismal. Aunque mirando la televisión, la farándula sea casi exclusivamente del mundo político. Tienen mucho material para llenar sus programas.