Contenido creado por Cecilia Franco
Mario Bergara

Escribe Mario Bergara

Opinión | Relato salvaje

Sería muy interesante que el Parlamento debatiera y confrontara el país del 2004 y el que tenemos hoy. No nos conforma un debate exclusivamente legislativo. Desearíamos que el actual gobierno habilite instancias más amplias

10.07.2020 14:59

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2020-07-10T14:59:00-03:00
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Hace pocas horas ingresó al Senado la Rendición de Cuentas 2019 remitida por el Poder Ejecutivo.

Desde los días previos el gobierno intenta instalar un relato que da cuenta del estado de desastre en que el Frente Amplio y sus elencos de gobierno "dejaron el país".

Este empeño tiene un doble propósito inocultable. Por un lado, prolongar un clima de campaña electoral y por otro, justificar los recortes feroces que ya comenzaron a operar.

Aventar fantasmas, amenazar con auditorías (anticipando sus resultados) es lo último que precisa una sociedad jaqueada por las consecuencias de la pandemia y de la absoluta insuficiencia de la respuesta gubernamental.

Decíamos que el propósito último y obvio de ese relato de "herencia maldita" es legitimar los recortes que se suceden, sobreponiéndose -una vez más- sobre los ya castigados ingresos de los uruguayos y las uruguayas. Recordemos que este gobierno se estrenó encareciendo en un 10% promedio las tarifas de los servicios públicos y luego anunció un ajuste de salarios de 0%.

El cuento "oficial" es cortito: "hicimos muchísimas promesas, pero, ni bien asumimos, sobrevino la pandemia y el consecuente parate económico imprevisible e inevitable y, como si fuera poco, descubrimos que nos habían dejado un país arruinado".

Queremos ser categóricos; 1. La primera afirmación es cierta, claramente la pandemia hace destrozos; pero las medidas tomadas (o no tomadas) agravan el panorama y complican muchísimo la salida. 2. La segunda parte de la justificación, el legado del país arruinado, es una construcción falaz, injusta y sin asidero.

1. Las consecuencias de la pandemia de COVID.19. Inmediatamente después de instalada la crisis sanitaria el Frente Amplio tendió la mano al gobierno, no correspondía otra cosa. Asumimos colectivamente una oposición constructiva. Entregamos al Presidente un conjunto de propuestas. No tuvimos respuesta alguna y, habida cuenta de las semanas que siguieron, aquellas no fueron de recibo. El gobierno ensayó su recetario propio. A nuestro juicio, comenzó en el sentido correcto, pero las medidas han sido completamente insuficientes. Creemos que el escaso alcance y profundidad de las medidas gubernamentales no ayudarán a salir de la crisis, ni a mitigar su impacto. Venimos insistiendo en que en el Uruguay hay unas 300.000 familias directa y violentamente afectadas por la pandemia y sus consecuencias, a las cuales las medidas del gobierno no las contemplan. Es evidente que la respuesta es insuficiente y no da cuenta ni de la emergencia alimentaria, ni de la vulnerabilidad preexistente agravada por el invierno. El cierre de refugios y la negativa a crear al "ingreso mínimo" que proponía el FA son dos actitudes inexplicables si consideramos la espalda financiera del gobierno para costearlas y mucho menos aceptables desde el punto de vista humano. Cuesta encontrar un gobierno que haya afectado tan pocos recursos a paliar las consecuencias de la pandemia como el nuestro. No lo decimos nosotros, sino los estudios comparativos internacionales.

2. El cuento de la herencia maldita. El gobierno viene montando el escenario que legitima toda la lógica de ajuste que ya estamos viviendo y sabemos que va a venir en el presupuesto, que vimos en las pautas salariales con los recortes de salarios y pasividades, justificando el ajuste con la pandemia, cuyo impacto nadie niega, y por el "desastre" que dejó el Frente Amplio. Para nosotros eso es inadmisible.


Lo dijimos en oportunidad del ingreso del proyecto de Ley de urgente consideración (LUC) al Senado, el Frente Amplio no rehúye ningún debate. El del legado mucho menos. Sería muy interesante que el Parlamento debatiera y confrontara el país del 2004 y el que tenemos hoy. No nos conforma un debate exclusivamente legislativo. Desearíamos, en los márgenes que permita la restricción sanitaria, el actual gobierno habilite instancias más amplias. Debatir con los asalariados, con los empresarios, con los jubilados. Sondear las condiciones en que estaban y están los hospitales, las escuelas, los salarios, los patrulleros, los trámites. Dónde ha llegado la educación terciaria y técnica. Donde han llegado los servicios, la fibra óptica, la infraestructura vial. Cuánto valor agregado tiene la producción nacional. Dónde está la frontera de la ciencia y el conocimiento soberanos. Dónde estaban y están los salarios. Cuán relevante era el involucramiento ciudadano en la gestión. Qué nos cuenta la agenda de derechos. Cuán transparentes son los registros y el acceso a la información y así podríamos seguir, recorriendo las políticas públicas desplegadas en 15 años.

El propio gobierno, que intenta instalar este relato acá en casa, a la hora de salir a los mercados internacionales y hablarles a los inversores, describe una realidad completamente diferente. Despliega las fortalezas y las condiciones favorables para la inversión. Y hace muy bien. Basta reparar en los resultados obtenidos en la última operación de deuda para ver cómo nos perciben desde afuera.

Quedaron tareas pendientes? Sin dudas. Estamos dispuestos a admitirlo? Claro que sí. Y lo que es más importante a dar los votos para avanzar en lo que consideremos redunde en beneficio de la ciudadanía. Ya lo hemos hecho. En estos pocos meses ya hay ejemplos.

El déficit fiscal tan aludido (alarman siempre más los resultados ajenos que los propios, aunque sean mucho menores) nos preocupa. Lo dijimos siempre. Aún en campaña electoral. Pero también hemos sostenido que el resultado fiscal no es un dato aislado, ni puede analizarse por separado de otro conjunto de indicadores. Es imprescindible leerlo a la luz de la situación en que se encuentra la deuda pública; qué capacidad de pago tenemos y qué condiciones tenemos de que nos vuelvan a prestar. La fortaleza financiera también es resultado de los enormes niveles de reservas internacionales y la estabilidad del sistema financiero; además de un grado de inversión bien consolidado. Es la primera crisis en la que los bancos no están en el centro de la escena.

Se debe reparar en los indicadores de crecimiento actuales y potenciales; las fortalezas sociales que el gasto ha hecho posible; cuán robustas son las instituciones, cuán previsible y creíble es el país mirado desde el exterior; cuán diversificados son nuestro mercados; cómo nos encontramos en relación a la región; qué fortalezas y reservas tenemos para navegar aguas de enorme imprevisibilidad global como las actuales.

Se ha dicho, para relativizar los logros de los gobiernos del Frente Amplio, que pudimos expandir el gasto porque nos beneficiamos de las condiciones internacionales. El mentado "viento de cola". Es insólito como el exterior juega cuando habilita la crítica y deja de incidir cuando no trae agua al propio molino. Claramente hubo un período internacional favorable durante los primeros años de gobierno frenteamplista, el país supo aprovecharlo. Negligente hubiese sido no hacerlo. Pero esas condiciones no fueron ni por asomo constantes. La crisis financiera y económica global de 2008 instaló otro escenario, menos favorable y muchísimo más imprevisible. Como sabemos, el comercio internacional se contrajo; bajaron los precios de los commodities que componen mayoritariamente nuestra canasta de exportaciones y el precio del barril de petróleo se disparó. Basta ver los vaivenes de Argentina y Brasil para valorar las condiciones de "autonomía de vuelo" que fuimos capaces de construir.

Nunca hemos negado ni despreciado el peso relativo de la sustentabilidad fiscal, pero queremos debatir el contexto y la contingencia temporal en que se analiza. No estamos dispuestos a que su exhibición habilite recortes groseros en las condiciones materiales de la población, máxime en un escenario ya amenazado por la crisis sanitaria.

Nos comprometemos, para posteriores entregas, a profundizar en los diferentes capítulos del legado de nuestra fuerza política. Pero antes de finalizar desearía subrayar un elemento que es trasversal. Los logros que describiremos y que el gobierno intenta desconocer no son, ni por asomo, mérito exclusivo de un partido o un conjunto de hombres y mujeres. Los avances de estos 15 años son una construcción colectiva que implica al conjunto de la ciudadanía, que involucró a sindicatos, estudiantes, empresarios, a la sociedad civil, a los colectivos y a la densa red de demandas, tensiones e intereses legítimos que hacen a la sociedad uruguaya. Por eso el relato de la izquierda siempre es más largo y más complejo, porque es con todos y todas.