Acabo de abrir Youtube para ver algo que me interesa. Encuentro el video que quiero. Le doy play. Aparece una publicidad. El nuevo shampoo no sé cuánto de Dove va a reparar mi cabello dañado por la planchita y la tinta. -"¡Si tuviera algún cabello en mi cabeza!"- Me digo mentalmente a los gritos. Porque yo soy pelado desde los 24. Y si no lo fuera y luciera una cabellera sansonina, el cabello deteriorado por la tinción capilar o por la planchita no sería mi problema como no lo es para los varones en general (estadísticamente hablando), no digo ya para calvos como uno.

Así que mientras escribo, en este momento, voy a hacer un experimento. Vamos a ver cuánto saben de mí estos dioses de Google, que son dueños de Youtube y poco menos que de mi alma, luego de haber aceptado términos y condiciones de docenas de apps sin siquiera leerlas:

1 Busco video de un humorista español surrealista que me gusta para relajarme antes de dormir. Ver diez minutos de Chiquito de la Calzada me relaja más que cualquiera de las dos apps de meditación que tengo en mi celular (tal vez no ayuda que nunca las abrí tras descargarlas). ¿Y qué aviso me aparece? "Monkey algo" ("Algo" porque ni siquiera retuve el nombre completo antes de cerrar el aviso). Un programa de gestión para equipos de trabajo. El comercial empieza preguntando si manejo equipos de trabajo. Me respondo "sí". (Punto Martini para el algoritmo).
Luego dice que por lo tanto me interesa el programa de gestión "Monkey algo". La respuesta es no. Cuac. "Monkey algo" se puede ir a hacer la del mono y dejarme ver mi video de Youtube en 3, 2, 1, Skip Ad (Hay términos de inglés que me consta que los maneja hasta el más iletrado). Estimados, ya tengo un programa de gestión. Es una masa. Me acalambra. Me costó implementarlo. Me cuesta plata, se supone que es bueno para mí, pero lo deploro. Es cierto que el aviso venía bien rumbeado, pero si de verdad supieran de mí no me pondrían un aviso trivial, indiferenciado, aburrido, pedorro y de otro programa de gestión que no me interesa, fundamentalmente porque ya tengo.

Hago dos búsquedas más y el algoritmo con algo de ritmo me devuelve dos publicidades dispares y parecidas a la vez. Un curso para aprender cualquier idioma sin esfuerzo ("Cuac". Con el español que hablo y el inglés que entiendo y chapurréo, me arreglo, gracias); Y otro curso más (se ven que me notan deficitario en formación. ¿Mi licenciatura ya no garpa?), pero éste para producir muebles de concreto. Concretamente, un curso para producir cualquier tipo de cosa con las manos es imposible para mí que soy manco (metafóricamente, pero lo soy).

¿Cuándo se va a cumplir de una vez por todas la amenaza de que Google y sus amigos del barrio digital (Netflix, Youtube, Instagram y todos) me conozcan de verdad, bien y a fondo? Me ofrecen cosas que evidencian que no saben ni que soy PE LA DO. ¿Para qué tanta face recognition y tanta historia si no pueden saber eso como para no ofrecerle a la megacorporación UNILEVER, un espacio publicitario tan quirúrgico como para que me pongan adelante un aviso de shampoo con propiedades reconstituyentes?.

Escuché hace unas semanas, a una politóloga experta en uso y alcances de las tecnologías de la comunicación, redes sociales y Apps, en la radio que setea la agenda de la discusión nacional, el dilema de que nuestro país se sume a un proyecto de dos de los dioses de nuestra cultura tercermilenista como son Google y Apple, que, como si se tratara de una narración de la antigüedad clásica, se unieron para luchar contra la peste que azotaba a la humanidad. Estas dos compañías (con fines de lucro, empleados, seguridad social, plusvalía, etc), que son tan importantes para la vida de cada uno de los seres humanos de este principio de siglo, eligieron 4 países (Uruguay inc.) para poner el poder de su innovación a ayudar al mundo contra el/la covid-19. Desde la perspectiva inocente de la mayoría de ciudadanos no tierraplanistas del globo, esto es un regalo de altruismo de estos dioses. Desde la visión de muchos otros (de nosotros), entre los que abunda el carácter resquemoroso de lo que venga de arriba (especialmente de arriba de la frontera norte de México) es regalarnos.

La tesis de los conductores de la radio, alineados con la politóloga de suave voz de seda, es que esta app nos va a chupar información hasta dejarnos anémicos. Que nos va a conocer más que nuestra madre. Que perdemos la libertad dándole nuestra vida y obra sin saberlo. En definitiva que poder combatir mejor como país la pandemia asoladora no vale el precio altísimo de nuestra libertad soberana individual, de nuestro anonimato rebelde de máscara y cóctel molotov digital en potencia.

Se regodearon en el análisis apocalíptico de cómo nos puede conocer esta App, si le regalamos nuestra información a cambio de tan poco. Yo me preguntaba cómo serán sus celulares, si es que tienen. ¿Acaso no le dieron ya a cualquier App intrascendente y sin ninguna misión tan universal, ni tan aunadora en causa común, toda su info en un aceptar de términos y condiciones sometedor? ¿Por qué declaran la guerra a esta App? ¿Solo porque va a saber si estuviste cerca de alguien que resultó contagiado?

Señores (vocativo inclusivo), yo quiero que me conozcan cuanto antes y cuánto más mejor los exprimidores digitales de mi persona, los succionadores de mis recursos, de mi tiempo libre, de lo que creemos que es mi libertad. Que me conozcan de una buena vez para no ponerme avisos infumables de productos que no me interesan porque no tengo pelo que teñirme o estropearme a planchita para después usarlos.

Yo quiero vivir todo lo que se pueda dentro de la matrix, como el porrero quiere vivir en su THC todo el día. Quiero que la música que me llegue sea la que me estimula, la que me hace sentir feliz y me da ganas de bailar, que los posteos que veo sean todos lindos a mis ojos, emotivos, sorprendentes o divertidos para mí, que las series, documentales o audiovisuales de cualquier tipo que se me ofrezcan vengan con satisfacción o placer garantizado. Que la literatura, la información y hasta la enseñanza que preciso sea la que quiero que sea (La que quiero incluso por encima de la que preciso). Que la publicidad que me interrumpa me dé a cambio. Sopresa, información, atracción, gusto, interés, placer de algún tipo. Que me ofrezca solo lo que puedo querer y nunca jamás lo que no me interesará de ningún modo.

¿Cuál es el problema con que te conozcan a través de una App? Que me conozcan mirándome desde los satélites de Elon Musk si quieren. No creo en ninguna dictadura de la información por venir. No tengo ese miedo paranoico. Creo que la información censura por exceso al bot más engreído, pero sobre todo que nada es tan engreído como los paladines espontáneos de la lucha por mi libertad informática.

Quiero que me conozcan como nadie me ha conocido nunca antes. Estoy seguro que tengo mucho más para ganar que para perder. Pero no puedo profundizar en las creencias ideológicas que inspiran esta última reflexión porque empiezan por cuestionar instituciones que se suponen pilar de la libertad, y que yo creo decadentes. Paradójicamente no hay libertad que permita discutirlas.