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Escribe Esteban Valenti

Opinión | Qué circo

El caso Astesiano es el mayor espectáculo que se pueda observar en la actualidad: oficialismo y oposición deberían ser implacables.

23.11.2022 18:04

Lectura: 6'

2022-11-23T18:04:00-03:00
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No se asusten, no voy a hablar del Mundial de Fútbol de Catar. Ya hay suficiente. Por otro lado, aunque lo nuestro es doméstico, en materia de espectáculo es difícil de superar: me refiero al caso del jefe de la custodia presidencial Alejandro Astesiano, ahora conocido como el “Fibra” en el ambiente presidencial familiar. ¿Qué más se puede decir de este bochorno?

Comencemos por el final. Luego de montar toda la investigación, citar a muchos testigos vinculados a la causa, la fiscal Gabriela Fossati, con 31 años de experiencia en el cargo, pide, reclama, suplica que la saquen del caso. Las causas dan lugar a todo tipo de especulaciones: que los que tendrían que investigar y están bajo su responsabilidad están metidos hasta el cuello (jerarcas policiales), que lo que va a saltar de esa caja va a ser bastante más “olímpico” que en la mitología griega de Pandora, que están en peligro instituciones fundamentales de la república. Y varias más, una peor que otra.

Las presiones deben ser infernales. Cuando la doctora Fossati hace referencia en sus declaraciones a que tiene ganado su derecho a la culminación normal y tranquila de su carrera, seguramente hace referencia a los peligros de todo tipo que conllevan esta causa.

Más allá del cruce entre fiscales, ese no es el tema ni fundamental ni más delicado, la pista central del circo está totalmente ocupada por los paquidermos del poder en una danza infernal.

Todas las revelaciones giran en torno a la Torre Ejecutiva y el centro de irregularidades, de negociados, de tráfico de influencias, coimas y otras piruetas que se manejaban desde el cuarto piso.

Si a cualquiera de nosotros, a la inmensa mayoría de los uruguayos y de los que miraban al Uruguay con respeto desde el exterior, hace algunos meses le hubieran relatado este espectáculo, no lo hubiera creído. Absolutamente no. Y así han reaccionado muchos medios de prensa internacional, con incredulidad sobre el “país diferente” de América Latina.

Un relato que explotó cuando el presidente llegó proveniente de un viaje de vacaciones con sus hijos y le detuvieron nada menos que al jefe de su custodia personal y único acompañante, que ahora está preso a la espera de una adecuada condena en la cárcel.

Al principio, era básicamente el absurdo que el jefe de custodia dela presidencia, hubiera salteado todos los controles durante décadas y logrado ocultar que era un delincuente contumaz, con anotaciones por diversos delitos. Pero de inmediato se supo que junto a otros cómplices se dedicaba a vender pasaportes uruguayos a ciudadanos rusos, falsificando partidas de nacimiento y facilitando toda la tramitación. Ya era suficientemente grave, porque aunque todavía no se saben los nombres completos de los tenedores de pasaportes, seguramente son otros delincuentes necesitados de impunidad para viajar. Ya era un circo mundial y nunca antes conocido en el Uruguay.

Pero no se detuvo allí, la desgrabación de los mensajes del celular de Astesiano, del que al principio solo podía recuperarse el 5%, ahora es bastante más amplia. Y comienzan a aparecer nombres, “trámites” y otros espectáculos que no hay manera de ocultar.

Oferta del uso de autos oficiales de la Presidencia para traslado de rusos desde el aeropuerto, alquiler de casas, negocios inmobiliarios para lavado de dinero, facilitar encuentros con autoridades para venta de equipos, sobre todo al Ministerio del Interior, coimas a distribuir (y por lo tanto a cobrar) por facilitar entrevistas en altas esferas de poder. Cabe preguntarse cuán altas eran esas esferas.

El Secretario y pro secretario de la Presidencia de la República fueron citados a declarar en la fiscalía por estar incluidos en las comunicaciones de Astesiano. ¿Con quiénes se comunicaban? ¿Para qué?

¿Quién querría estar en los zapatos de la fiscal Fossati?

Y allí no termina todo, sigue, y sigue: los delincuentes enquistados en lo más alto de las esferas del poder realizaban seguimiento y control de camiones de un empresario (¿o empresarios?) argentino del litoral y control con cámaras de seguridad policial en operativos privados y ofrecían el uso del sistema de inteligencia El Guardián. Y aunque el ministro Heber otra vez insista en tratarnos a todos de débiles mentales, está claro que en todos los casos se violaban todos los procedimientos previstos y legales, utilizando el poder del cargo: Jefe de la Custodia Presidencial. ¿Quién nos garantiza que no lo hicieron también con El Guardián, como en su momento el senador Luis Lacalle Pou denunciara en el parlamento?

Y como suponen muchos periodistas y vecinos del barrio, esto recién empieza y la duda mayúscula es: ¿Dónde termina? ¿Quién es el número uno, mencionado por Astesiano en sus mensajes?

Hagamos lo que siempre hacemos los uruguayos, tratemos de preservar la convivencia civilizada y las instituciones republicanas y además agreguemos la mayor buena voluntad y hasta una alta dosis de candidez: aun así, este escándalo no tiene antecedentes. Ante la visible acumulación de obstáculos por parte de las jerarquías políticas, la preocupación es que no se trate solo de policías de alto rango involucrados (que además son celosamente protegidos por el ministro) sino que la cosa siga barranca abajo y cuesta arriba. Una gran pregunta está pintada en la puerta de este circo innoble, que tanto mal nos hace a los uruguayos adentro y en el exterior: ¿Hasta dónde llegará el escándalo?

Y de aquí otras preguntas ¿La participación en la Coalición de gobierno, obliga a los socios a hacerse cómplices de este tipo de cosas, o de entregar pasaportes a delincuentes presos en otro país, o a que se filtre impunemente un documento de inteligencia, que debía contar con el más elemental método de trazabilidad?

A la oposición: ¿no se le reclama desechar todos los cálculos políticos de conveniencia y colocar la defensa de las instituciones, de la decencia pública, de la protección de los procedimientos transparentes como un elemento irrenunciable para todos y en todas las circunstancias? ¿Y hacerlo con mucho vigor y rigor?

La historia es implacable, registra todo dentro y fuera del circo.