En estos días, post referéndum, se ha desatado un torneo de quién propone más medidas para disminuir la loca carrera de los precios y la consecuente caída del poder adquisitivo de los salarios y jubilaciones. Sobre todo, obviamente, los más bajos.
El problema viene de hace varios meses, pero tenía que pasar el referéndum para que los partidos de la coalición multicolor se despertara ardorosamente ante un problema que notoriamente afecta a la mayoría de los uruguayos.
La inflación anualizada a marzo alcanzó el 9.38%, pero eso no es lo escandaloso, sino que los salarios y jubilaciones estén cayendo todos los meses, día a día. La pobreza alcanzó el 11% y, en el caso de los menores de 18 años, casi llega al 20%. Es decir que, uno de cada diez jóvenes, adolescentes o niños viven en la pobreza y cuesta abajo.
Eso no exonera a la izquierda, que deberíamos haber sido mucho más enérgicos en enfrentar esa epidemia estructural de la pobreza infantil y de los hogares de madres solteras, aunque nunca se alcanzaron las cifras actuales y las que alcanzaremos. No por maldad, no porque los actuales gobernantes quieran o promuevan estos porcentajes vergonzosos, sino porque hemos vuelto al modelo fracasado de siempre. Y los modelos se muerden la cola.
He seguido de cerca los debates intergubernamentales encabezados por Cabildo Abierto, seguidos por Ciudadanos del Partido Colorado y los tenues debates que se han levantado entre los multicolores. El Partido Independiente ni siquiera eso.
En el Frente Amplio también surgieron propuestas, en particular de la Lista 609 para todo el FA.
Unos cuantos voceros del NO dijeron que la inflación no tenía nada que ver con la LUC. Falso. El aumento mensual de los combustibles es uno de los factores que, a pesar del esfuerzo del gobierno por disfrazar la situación, postergarla, le da un fuerte impulso al aumento de precios. Los costos del transporte y de la logística están presentes en todos los productos. Y la regla fiscal es el corazón inconmovible de este modelo.
Lo peor de todo es que a pesar de que el dólar tocó el piso de este gobierno, o al menos eso dicen, la mentalidad del remarque de precios ya se ha instalado. Y los factores sico-económicos juagan su papel. Más se habla de inflación y más se infla la inflación. Y en ese proceso estamos.
Pero el factor ampliamente conocido por todos en el Uruguay es otro, es la calesita infernal de precios-salarios-impuestos-déficit fiscal y la clave del modelo actual: la más absoluta libertad del mercado, que solo soporta un mes de sacarle el IVA a muy pocos productos, para hacer bulla y poco más.
¿Por qué las propuestas de los oficialistas o de todo el senado tienen pocas posibilidades? Porque Azucena Arbeleche o el propio presidente Luis Lacalle Pou están empecinados. ¿Son mala gente insensible? Esa explicación es primitiva y falsa.
La razón es porque si aplican la quita de impuestos por largos períodos, el dios supremo del modelo se les desmorona: el déficit fiscal. Recuerden que esa es la llave de toda su prédica y de su filosofía política y económica.
La pandemia les permitió – junto con una actitud realmente muy responsable de los sindicatos – achicar los salarios para tratar de salvar fuentes de trabajo, empresas al borde del precipicio, pero además en algunos sectores de la economía, de la producción, elevó las tasas de ganancia de manera muy tentadora. 3.000 millones de dólares de transferencias al exterior y el aumento de las cuentas corrientes en los bancos uruguayos de los que poseían depósitos de 250.000 dólares y más, son el resultado de esos sectores que se vieron muy beneficiados por la pandemia y por el modelo en estos dos años.
Números y no relatos. Mientras todos los que viven de un ingreso fijo, empleados públicos y privados, jubilados y rentistas, una parte importante de los cuentapropistas y los comercios que dependen de sus ventas de esos sectores sociales han perdido capacidad de compra y calidad de vida. Casi toda la recuperación del 2021, del 4.4% en relación al 2020, tuvo una pésima distribución, favoreció a pequeños sectores pudientes y afectó a la mayoría de la población.
Ya las encuestas lo registraban en enero, en febrero y lo volvieron a señalar en marzo: bajó la preocupación por la pandemia y subió exponencialmente por la economía (precios, salarios, empleo). Y también la inseguridad, que no figuraba, ya está a niveles preocupantes para el gobierno y sobre todo para la vida cotidiana de la población, en especial para los sectores más pobres y desfavorecidos.
A eso hay que agregar un “detalle” que las encuestadoras no han hecho circular, pero los políticos lo manejan, el único partido multicolor que se favoreció con el referéndum fue el Nacional (31 a 32%) de intención de voto; mientras que el Partido Colorado (5 a 6%) y Cabildo Abierto (4 a 5%), todo el resto del oficialismo el 1%. A pesar de los esfuerzos para marcar perfil de Manini, la intención de voto no cambia y no mejora y tampoco a pesar de la sumisión del Partido Colorado. Y esos datos políticos se potenciaron con el resultado del referéndum que muchos oficialistas creyeron que sería un paseo y resultó un gran susto.
Del otro lado, el Frente Amplio tiene una intención de votos entre 39 a 40% y el SÍ en en el referéndum alcanzó el 48.8%, con todo el peso presidencial, oficial y monetario-publicitario a pleno ritmo. Ni los más pesimistas multicolores tuvieron la pesadilla de que ganarían por un magro 1.4% de diferencia, negando a las grandes encuestadoras de la manera más absoluta.
Por ello, este nuevo cuadro económico y social abre nuevos problemas políticos.
Lo peor de todo para el oficialismo es que el Partido Nacional no tiene este modelo por elección, sino porque forma parte de su ADN, de su definición básica para gobernar.
Si empiezan a toquetear el modelo, por el lado de los impuestos y su impacto en el déficit fiscal, por el lado del aumento de los salarios y jubilaciones y su impacto en los precios y del déficit fiscal en los empleados públicos, y si la carestía supera el 10% con tendencia a subir, se les desmorona el proyecto económico y también político. La luna de miel ya está llena de agujeros y en muy pocos meses se agota.
Las selfies, las conferencias de prensa bien organizadas, las cientos de declaraciones para el relato, cuando chocan con los días que le sobran al mes para que la gente pueda vivir de sus ingresos, dejan de surtir efecto.
A lo que hay que agregar lo que decía un twit muy expresivo: “se me pegó la cuota del pan dulce, con la de los útiles escolares” y por ello hay 700 mil personas en el clearing de morosos, un termómetro con una temperatura muy alta para el modelo.
No todo depende del gobierno, también un papel fundamental lo juega la oposición política, el Frente Amplio, su inteligencia, su audacia, su capacidad de ofrecer alternativas creíbles y no solo reivindicar el pasado, sobre todo el más reciente, y una política que no esté teñida de una mirada obsesiva hacia el 2024. ¡Es ahora!
¡Es ahora! Que comenzó el fracaso, el impacto económico, social, educativo, en la seguridad, en el empleo, en proyectos con perspectiva estratégica del actual gobierno. Un relato y propuestas con un mínimo de sostenibilidad y novedad además de propuestas concretas y denuncias muy firmes se hacen imprescindibles.
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