Contenido creado por Maximiliano Latorre
Eduardo Gudynas

Escribe Eduardo Gudynas

Opinión | ¿Por qué tu perrito mea en mi puerta y no en la tuya?

El derrame de orines caninos expresa una incivilidad para la vida en común en la ciudad, pero no de los perros, sino de sus dueños.

22.07.2019 13:32

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2019-07-22T13:32:00-03:00
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Eduardo Gudynas@EGudynas

En algunos barrios se dio un gran paso hacia adelante con el control de las heces de los perros. Poco a poco los dueños de perros pasaron a llevar bolsitas de plástico donde recogían los excrementos de sus mascotas y el problema parece que tiene a reducirse. Pero en cuanto a los orines, la situación sigue siendo crítica.

Me refiero a los perros que lanzan sus orines contra la puerta de madera de tu casa, que dejan un charco en la pared de entrada, o en el escalón que da al zaguán. Allí quedan los líquidos, el olor que todo la invade, y las manchas que no siempre salen.

Corresponde aquí que aclare la terminología del título: a mi modo de ver, los perros orinan cuando sus necesidades las hacen en la casa de su propio dueño, o en los canteros de los árboles o algún otro sitio que sea aceptable. Esa es la manera educada y correcta de describirlo. Hay una etiqueta entre los humanos, y por extensión para sus mascotas.

La contracara de esto es reconocer que cuando no hay ese mínimo de educación, de civilidad en la vida en común en un barrio, o en la consideración del prójimo, o sea, cuando el dueño del animal es tan maleducado que permite que su perro orine en la puerta de sus vecinos, es entonces cuando el perro mea. Eso explica el título de esta nota. Los que mean son unos maleducados, no los perros, sino sus dueños.

La regla de oro en ese comportamiento parecería ser que el perro mee en la puerta de algún otro, pero nunca en la de su propietario. Cada charquito de cada perrito es un fiel indicador oloroso y geográfico de la proliferación del egoísmo y la mala educación de muchos.

He terminado discutiendo con unos cuantos vecinos por este problema cuando los descubro con su perrito orinando en mi puerta, mi escalón o mi vereda. Me responden con dichos como los siguientes: lo hago porque me da la gana; dónde quiere que mee mi perrita, ¿adentro de mi casa?; no tengo otro lugar a donde llevarla, etc. Como puede verse, en varias de esas constetaciones queda en claro la diferencia entre la inteligencia humana y la de los canes (donde, por supuesto, salen ganando los perros, al menos en estos asuntos).

Les explico a esas personas que no guardan la etiqueta de tener mascotas, que en las aceras hay unos seres enormes que se conocen como árboles, que tienen un cantero a su alrededor, con tierra y demás, y que ese lugar es mucho más aceptable para las micciones caninas. Tampoco tengo mucha suerte con esa indicación. En una ocasión, uno de estos dueños incivilizados, mientras su minúsculo perrito meaba frente a mi puerta me replicó que el árbol "estaba muy lejos". Me tomé el trabajo de medir la distancia al árbol próximo, que resultó ser de unos ocho metros. Caminar esa distancia implica quemar el equivalente a unas 8 Calorías, que es más o menos la misma energía que consumió ese propietario incivilizado en responderme. O sea, hubiera sido mejor para todos que se callara e aplicara ese gasto energético en llevar a su perrito hasta el árbol.

A todos esos dueños que se comportan así, les comunico que les queda poco tiempo para seguir con esas fechorías. En otros países ya se implantaron o discuten regulaciones específicas para las orinas de los perros. Por ejemplo, en algunos municipios de España, los propietarios de los perros están obligados a salir con una botella con agua, mezclada preferiblemente con vinagre común, para minimizar el efecto de las micciones de los perros. Se lo explico de otra manera: tienen que diluir las meadas. Los que incumplen con esta norma pueden recibir sanciones que van de 120 a 1500 euros según el municipio. Otro flanco que se cierra lo muestran algunos comercios en Estados Unidos, que cuentan con macetones u otras estructuras en la vereda, y por ello cobran por cada meada de un perro. Hay que reconocer que también hay oposición a estos controles; en Inglaterra un vecino recusó con éxito en los juzgados una norma municipal que limitaba orinar en los espacios o infraestructura pública, y como resultado liberalizaron las columnas de iluminación para los canes.

Esto no será fácil porque, desde mi punto de vista, hay dos clases de perros en Montevideo: están los que son armas de micción masiva, y los que son armas de ataque múltiple. Los primeros lanzan enormes volúmenes de orines que localizan en un mismo sitio. Es como un gran derrame de contaminantes que buscaría asegurarse que nadie se acerque.

Los de ataque múltiple son perros de cualquier tamaño pero que recuerdan a uno de esos modernos misiles que, a la mitad de su vuelo, se le desprenden múltiples ojivas cargadas para alcanzar muchos objetivos. Dejan charquitos de diferente tamaño en el mayor número posible de puertas, paredes, escalinatas, etc. Parecería que se esfuerzan en esquivar a los árboles. Tienen, además un efecto contagio: allí donde el primer perro dejó su charquito, viene luego otro, y otro, y otro, a dejar sus propios orines hasta hacer una sopa olorosa.

Distinguidas esas situaciones también es apropiado reconocer que los perros tienen derecho a orinar, y que hay que saber cómo lidiar con ello en la vida en común en una ciudad. En especial atendiendo a que la orina en los canes cumple otras funciones muy distintas a las de los humanos, en tanto son una forma de comunicación. Las sucesivas marcas de orines que se dejan en un sitio son como un grupo de Facebook donde se intercambia información sobre cada individuo, su sexo, disponibilidad sexual, estatus, etc. Eso hace que la orina canina organice redes de comunicación.

Hay que respetar eso, pero lo que les pido, no a los perros sino a sus propietarios, es que por favor se aseguren que sus canes no se comuniquen en mi puerta.

 

Información adicional:

Los repelentes caseros más utilizados para evitar que los perros orinen en tu pared, puerta o vereda, son: Hipoclorito diluido en agua; polvo de pimienta espolvoreado en lugares críticos; vinagre o agua con vinagre diluido; agua con jugo de limón; concentrado elaborado a partir de plantas aromáticas como ajenjo o ruda que luego se diluye en agua; amoníaco diluido en agua (debe manejarse el amoníaco con mucha precaución).

Las calorías fueron estimadas con el Calculador de Calorías para Caminatas en keisan.casio.com