Contenido creado por Gerardo Carrasco
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Escribe Esteban Valenti

Opinión | Política y estado de ánimo

Es muy posible que muchos de los lectores de esta columna estén cansados, hartos de leer temas políticos.

12.02.2019 12:21

Lectura: 8'

2019-02-12T12:21:00-03:00
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Les voy a confesar que a mí también me tiene cansado, por no decir podrido, insistir sobre la política. Aunque usted no lo crea.

Es año electoral y el rito nacional establece que la política entra por todas las rendijas, pero hay otra razón, por lo menos la que yo invoco todas las mañanas para seguir adelante: no quiero levantar una enorme bandera blanca de rendición, entregarme atado de pies y manos y gritando a este nivel de la política actual y de sus alternativas, porque a partir del 1 de marzo del 2020 lo único que me quedará será callarme y resignarme hasta la náusea, porque alguien estará guiando una parte importante de mi vida y la de los míos. Por eso sigo.

Sigo, pero entiendo a los que aunque declaran a quién van a votar en junio y/o en octubre, o los que se declaran indecisos o indignados, o desilusionados. Lo hacen sin una gran diferencia. Son matices, la mayoría de los uruguayos, están hartos de esta política, de este nivel, de estos discursos, de la falta absoluta de análisis y de autocrítica y en la mayoría de los casos los lleva la corriente. No quiero hacer demagogia, porque en realidad todos nos dejamos llevar por la corriente.

Lo que no hay en ningún lado es entusiasmo, más que para sectores reducidos. No hay pasión, no hay capacidad de convocatoria de parte de nadie. Pequeños actitos de morondanga y mucho bulto, mucha prensa y poco más. Me incluyo.

No lo habrá hecho casi nadie, pero ¿se tomaron el trabajo - pesado por cierto - de escuchar o leer los cuatro discursos del acto del Frente Amplio? Tendrían que hacer el esfuerzo, se proponen gobernar por cuarta vez y si lo logran vayamos todos a llorar al cuartito y en silencio.

Dos tienen alguna posibilidad, los otros dos adornan el cuadro y saben que van a perder por ese mismo aparato perverso que ahora critican. Pero se suman y fijan claros sus límites, la autocrítica es superficial y falsa. Falsa, porque sé perfectamente lo que piensan de muchas cosas y se las callan o son directamente cómplices, y de paso dejan a mucha gente obligatoriamente enganchada por participar en las internas.

Los discursos del otro día fueron una vergüenza. No porque ellos sean malos o buenos oradores -eso es un oficio, una práctica- sino porque si ustedes cuelan los discursos no encontrarán casi nada, y menos que menos un ápice serio de análisis de lo que se hizo en estos catorce años de gobierno del FA, de cuál es la situación actual del país y de que se proponen. Cero de cero en crítica y autocrítica, solo un pobre inventario de cosas que se hicieron, sin jerarquía, sin prioridades, y sobre todo sin autocrítica de ningún tipo. A menos que el reconocimiento del déficit fiscal del 4%, que es inocultable, pueda ser un sucedáneo de autocrítica. Y sin proponer nada, como si hubiera caído del cielo como una maldición.

Ni autocrítica de por qué luego de 29 años de gobernar Montevideo y cuatro de hacerlo personalmente, (por Daniel Martínez) la ciudad sigue siendo una roña, y hay zonas en las que, sin ninguna huelga de ADEOM, hace varios días que no se levanta la basura. ¿A quién le van a pedir la esencialidad, a la Divina Providencia? Y quieren gobernar el país...

Y ese es el panorama en uno de los polos. No contemos a Andrade que es buen orador, no hay dudas, pero a pura retórica y que todavía quiero ver si sigue hasta el final de las elecciones internas o negocia. . . con el MPP. Ganar no gana ni por un milagro de todos los santos, lo mismo que Bergara.

Del otro polo, la situación no es mejor. El que encabeza las encuestas, despegado, ni sueña con incluir en su discurso, en su análisis, un mínimo de autocrítica del anterior gobierno blanco. No alcanza con ponerse "Luis" y borrar el apellido, hacen falta razones y razonamientos un poco más sólidos, más profundos, más serios. Y no aparecen, por ningún lado.

No hablemos del resurgimiento de la esfinge que trata de reflotar al Partido Colorado y sacarlo del 15-16%. Es una pintura refinada de un partido que aplasta cualquier cosa nueva, como el caso de Talvi, con el que no comparto sus propuestas, pero al menos tiene algunas y no simplemente volver al pasado y reivindicar la sagradas escrituras de los anteriores gobiernos colorados. Porque hasta allí llega la memoria. Ni que hablar de batllismo en serio. El batllismo actualizado, acorde a estos nuevos tiempos.

No hablemos del gobierno, porque me subleva. Para tomar el último episodio: un miércoles declara el canciller -a los que se suman los países del Caricom, todos deudores contumaces de PDVESA- que lo único que se proponen es que comience la negociación en Venezuela sin condición alguna. Incluso con una fundamentación de que no se puede intervenir en los asuntos de otros países. ¿Qué corno pasó en el medio, en esas cuatro horas de la reunión en la Torre Ejecutiva?

El jueves de tarde, declara el canciller Nin Novoa y prácticamente copia los "Términos de referencia" de los países europeos y de la Unión Europea. Es decir, fija claramente condiciones para la negociación y entre ellas, las elecciones libres y controladas para presidente de la República de Venezuela y reconocimiento de la Asamblea Nacional. Y luego lee la lista de los firmantes de la declaración, una forma elegante para no tener que decir que México se bajó del carro. Por un lado, me alegro, de confirmar una vez más que la realidad es más fuerte que todo y que 30 millones de seres humanos no pueden ser víctimas de un ballet diplomático o de alguna otra cosa mucho peor. ¿Pero qué hizo cambiar tan drásticamente la posición de Uruguay?

Tiene algunas diferencias con la declaración original de la Unión Europea: se sacó el reclamo de la libertad de los presos políticos. ¡Qué enorme éxito! ¡Cuánta vergüenza!

Pero obviamente a Nicolás Maduro el cambio no le gustó nada y declaró: "Rechazamos la parcialización, la ideologización del documento del Grupo de Contacto, pero estoy listo y dispuesto a recibir a cualquier enviado" Obvio, con tal de ganar tiempo.

Queremos saber qué pasó en la reunión de Montevideo. Los uruguayos tenemos derecho a saberlo, no somos un rebaño de idiotas sujetos a los cuentos y los versos desde las alturas de la cancillería y sus mandantes en Presidencia. Es por ese lado que me da vergüenza, que ni siquiera se den cuanta del papelón. Es la misma lógica del bullying a Raúl Sendic y del apoyo unánime por parte del Plenario del Frente Amplio a su título y su gestión. Y algunos están festejando el éxito de Uruguay en las redes. Da pena.

Y la oposición se repite como un eco, una letanía y poco más.

Son estas cosas y muchas, pero muchas más, las que nos alejan de la política. Yo todas las mañanas me pregunto si habrá algún remedio o estaremos definitivamente condenados a sufrir este nivel de decadencia de la política y, lo que nos queda es alejarnos despavoridos.

Será por mi tozudez, por mi irresponsabilidad, que sigo adelante, que me niego a levantar la bandera de la rendición, de la resignación. Sin muchas esperanzas.

Hay demasiada gente que protesta, que se enoja, que se desentiende, que se desilusiona, que se aleja, pero que llegado el momento se deja llevar por la costumbre, por el cálculo del mal menor, que no se atreve a buscar caminos diferentes que obliguen a reconstruir otra política y sobre todo, para mi gusto, otra izquierda. Pensante, crítica, audaz, y no atornillada a los sillones y a las tradiciones o adornando el mismo aparato de poder de siempre y viviendo de sus migajas.

Las tradiciones de izquierda son iguales a las otras, son una forma irracional de resolver el destino del país. Lo que no cambia es el estado de ánimo nacional, de los jóvenes profesionales y también de los otros que tienen entre sus opciones irse del país, los que no arriesgan y no se la juegan por el Uruguay, a lo sumo esperan que les caiga arriba un mediocre empleo público para ir pelechando.

Con el predominio de las tradiciones y este estado de ánimo, nos vamos al carancho. Casi todos, mientras los atornillados felices disputan el poder hasta la última dentellada.

Esteban Valenti