Contenido creado por Manuel Serra
Celsa Puente

Escribe Celsa Puente

Opinión | Para reflexionar sobre el pasado: la peste del olvido de Macondo llegó a Uruguay

Una suerte de amnesia nos ha invadido, que nos impide valorar los logros que nos permiten sobrevivir en una región sacudida por el caos.

16.09.2019 15:04

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2019-09-16T15:04:00-03:00
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Por Celsa Puente | @PuenteCelsa

Durante un evento organizado por la Oficina de Planeamiento y Presupuesto de Presidencia (OPP) en el pasado mes de agosto, Alicia Bárcena, secretaria general de la CEPAL, dijo textualmente: "...Debo decirles uruguayos, que deben sentirse orgullosos de lo que han construido. Uno mira a Uruguay y siente que el mundo no va a acabar...que es posible seguir trabajando hacia la erradicación total de la pobreza".

Al escucharla, y en vínculo con los discursos circulantes contra los gobiernos del Frente Amplio, inevitablemente vino a mi cabeza la historia narrada en "Cien años de soledad" por el colombiano Gabriel García Márquez.

Cuenta el autor que en cierta ocasión en Macondo - el pueblo creado como escenario de la historia - se desencadenó la fiebre del insomnio, pero su efecto más notable no estaba en la pérdida del sueño "pues el cuerpo no sentía cansancio alguno, sino su inexorable evolución hacia una manifestación más crítica: el olvido". Así es que los habitantes del mitológico pueblo creado por García Máquez fueron perdiendo la conciencia de su propio ser, "hasta hundirse en una especie de idiotez sin pasado".

Yo creo que algo de esto nos está pasando en el Uruguay, inducido por algunas figuras públicas y sus seguidores que quieren convencernos de que vivimos en un país imposible. Nadie parece recordar que en las décadas previas al 2005 teníamos sueldos de hambre y que gran parte de la población estaba por debajo del índice de pobreza e indigencia, mientras que la pequeña élite de los privilegiados vivía a puro placer acumulando ganancias.

Solo basta con recorrer algunos números bien significativos para retornar a aquellas sensaciones de antaño nacidas de un modelo concentrador y excluyente con gobiernos que destinaron un mínimo nivel de recursos al gasto social, "apenas superando la cuarta parte de la dotación presupuestal" y definiendo las políticas -salud, educación, vivienda, minoridad- como mercancías, como si fueran un "sector más de la producción que vende un servicio y cuyas condiciones de compra-venta y su precio lo regula el mercado por la ley de la oferta y la demanda", al decir del economista Daniel Olesker.

Tampoco nadie parece recordar la desregulación laboral y la desprotección en la que se condenó a vivir a los trabajadores, siempre y cuando se formara parte de aquel grupo de dichosos que tenían empleo. La precarización del trabajo en más de la mitad de la población ocupada fue por ejemplo, una característica del gobierno de Luis Alberto Lacalle.

Aún en aquellos aspectos en los que se podría rescatar algo valioso, como el aumento de la inversión para la educación durante el gobierno colorado, tuvo su contraparte negativa porque, entre otras cuestiones, supuso un fuerte endeudamiento externo con todas sus consecuencias. Pero más grave aún es recordar que los nuevos planes fueron producto de la imposición vertical y, por supuesto, inconsulta a los docentes. En la misma lógica con la que operaron socialmente, supieron discretamente en ese tiempo ofrecer "beneficios" y "ventajas" a todos los profesores que aceptaran sus condiciones y abrir obstáculos para quienes resistieron. Vale recordar además los principios subyacentes en la propuesta educativa: asegurar el statu quo para que cada uruguayo entienda el lugar que le fue asignado en la sociedad como una condición casi inamovible. Sin lugar a duda, la Reforma - como la llamamos aún hoy - fue parte importante del desarrollo del modelo liberal, concentrador y excluyente que llevaron adelante con fuerza.

¿Desconoceremos estas apreciaciones e intentaremos intencionalmente seguir presos de la peste macondiana del olvido o nos dispondremos a seguir profundizando el camino iniciado que nos ha posicionado como una democracia plena? ¿Comenzaremos a escuchar la voz de técnicos y equipos extranjeros que se expiden sobre la excelente evolución del Uruguay en relación al desarrollo democrático y económico o permaneceremos pasmados escuchando el revoltijo atiborrado de voces que desde las redes y algunos medios de comunicación insisten en convencernos de un escenario de caos inexistente?

Les invito a sacurdirnos con energía renovadora de la peste del olvido porque, aún reconociendo errores y descartando que la lista de "cosas por hacer" es grande, en los últimos años la propuesta del crecimiento con distribución de los gobiernos frenteamplistas, amerita nuestro recuerdo más nítido.