Contenido creado por Cecilia Franco
Sergio Botana

Escribe Sergio Botana

Opinión | Ojo que no ve

Sea cual sea el signo del Gobierno, su sensibilidad social, su historia, nada importa: siempre habrá un asesor que descubrirá que las culpas de los males del organismo de que se trate están en el Interior

14.09.2021 14:23

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2021-09-14T14:23:00-03:00
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Cada cinco años sucederá lo mismo. La llegada de un nuevo Gobierno traerá aparejado algún embate contra el Interior. Es invariable. Sea cual sea el signo del Gobierno. Sea cual sea su concepción respecto del tamaño del Estado. Sea cual sea su sensibilidad social. Sea cual sea su historia. Centralista o descentralizador. Nada importa. Siempre será igual. Siempre habrá un asesor que descubrirá que las culpas de los males del organismo de que se trate están en el Interior. También existirá un descuidado jerarca que le hará caso. Por desconocimiento. Por insensibilidad con lo que no se ve. Por simple cobardía. Siempre es más fácil perjudicar al más débil. Por no animarse a enfrentar a la corporación. Nunca por buenas cosas. 

El cargachismes de turno hablará de los sobrecostos de llevar adelante una actividad a tanta distancia. Dirá que no se justifica una actividad para tan pocos.  Que con ese recurso podríamos dar una prima a los sacrificados funcionarios de la central. Que el poder que tienen los funcionarios a cargo de la actividad distante es excesivo. Que es difícil inculcarle los lineamientos del organismo. Que es complicada la tarea de control. Que es mejor que los usuarios vengan. Que no es tan complicado venir con el avance del transporte público en el tiempo actual. Que pueden hacer sus trámites a distancia. Por la web. Que basta con encender su laptop y llenar el formulario. Que es gente acostumbrada a revolverse sin las cosas. No necesitan.

Un día descubrieron que la gente de la campaña era toda buena y no había tanto delito. Que ese servicio de asistencia al vecino que desarrollaba la Policía Rural no era tan necesario. Ni eso de cargar enfermos en la camioneta policial-vehículo único en la zona muchas veces. Tampoco lo de solucionar conflictos vecinales o las recorridas por los caminos. El servicio de sellado y contralor de guías de tránsito de ganado. Sacaron las comisarías rurales y los puestos policiales de la campaña. Creció la inseguridad a los niveles de las épocas de 1870. La gente se sintió insegura. El delito se fue a las nubes. Debieron devolver la Policía a la campaña.

Larrañaga dio un gran paso. La Policía fue devuelta a los puestos. Ahora hay que dar algunos pasos más. Hay que dotarla de medios. La Policía central ha disfrutado de la mayor inversión en equipamiento de su historia. La Policía Rural debe tener puestos dignos, vehículos para el servicio policial y el social, buenos equipos de comunicaciones y por supuesto, el entrenamiento y las armas necesarias. También debería ser seleccionada de modo diferente. El policía de campaña debe saber andar a caballo, debe distinguir y conocer las marcas y señales de los vecinos, conocer caminos y picadas, revolverse en los montes. Debe ser un muchacho de la zona que cuente con el consenso de los vecinos. Hay que creer en la honradez de los hombres.

Un día descubrieron que los males de ANTEL estaban en sus Cabinas de la campaña. Esas que por mucho tiempo fueron el único teléfono. Esas Cabinas adonde se dirigía el mensaje a una persona de la zona. Mensaje que llegaba o llegaba. Porque la cabinera se encargaba de hacerlo llegar a como diere lugar. Que era un mensaje familiar, de un tercero o del propio Estado. La gente hablaba desde la Cabina y los mensajes llegaban a la Cabina. Así sirvieron al País durante años. Un día un iluminado descubrió que eran la causa del déficit de ANTEL. No era la Torre de las Telecomunicaciones o el Antel Arena. El déficit era por culpa de las Cabinas rurales. En el País de las reconversiones a nadie se le ocurrió reconvertirlas. Ni para vender teléfonos o servicios, o para cobrar los servicios de UTE u OSE, que para pagarlos la gente debe viajar kilómetros. No. Había que cerrar sí o sí. Las cabineras se defendieron. Muchas igual marcharon.

La sacra Escuela Rural sufre el mismo embate. Ya no muere de la mano del Estado central sino de la Inspección Departamental. La central limita recursos y obliga a la redistribución de los recursos locales. Un máximo de maestros. Recursos limitados para materiales y recorridas. Todo son topes. Paga el más alejado como siempre. La Escuela que fue enseñanza y vocinglerío de la gurisada cerrará sus puertas para siempre. Ya no tendrá sus maestros ni sus fiestas criollas, o sus bailes o kermeses. Ya no juntará la paisanada para la actividad social o educativa. Ya no será centro ni referencia. Si está abierta tendrá un maestro que no conoce al vecindario. Que llega a la hora y se va al terminar la clase. Para qué una Escuela para tan pocos dirá el cerrador. No vale la pena. Hoy todos tienen vehículo. Que los lleven a otra Escuela o que los dejen en el pueblo con la abuela. Que ellos resuelvan. Ellos saben revolverse. Algo van a hacer. Si los gurises no aprenden mala suerte. Tanto no les va a cambiar la vida. 

Los Hospitales de los pueblos y pequeñas ciudades eran su orgullo. Los construyeron con platas propias. Consiguieron los médicos. Allí nacieron ellos y sus hijos. Hoy no nacen más niños. No hay casi internación y menos un tratamiento de alguna mínima complejidad. Son policlínicas grandotas. Con edificios de Hospital y servicio de atención primaria. Sin personal, sin materiales, sin atención. Seguramente la caída de los servicios haya sido la solución para el Sistema Nacional de Salud. El Gasto General en Salud se multiplicó en la misma proporción que cayó el Gasto en los Hospitales del interior de los Departamentos. Me gustaría conocer al insensible que inculcó esa decisión. Me lo imagino explicando lo caro de ofrecer un servicio a tanta distancia. La necesidad de otros servicios complementarios. Que es mejor que la gente esté en un entorno más amigable. Que hoy se han simplificado los traslados. Que el costo per-cápita es mayor que en la propia Capital. Que no se puede condenar a un médico a vivir en ese entorno. Que el ingreso de la comunidad no justifica el servicio.

De los Juzgados de Paz ya cerraron 63. Ahora van por 20 más. Los preparados Señores Ministros de la Suprema Corte de Justicia-a quien nadie puede señalar como ignorantes-no conocen lo que significa tener los papeles en regla. Los de la propia vida, los del Estado Civil y los de los bienes. La documentación de las propiedades, aunque sean poquitas. La resolución de los conflictos vecinales. El apoyo a la función policial. Los Juzgados no se miden por el número de trámites. No se miden por el monto que protejan con su acción. No se miden por los parámetros políticos de moda. Se miden por el servicio que ofrecen. La Justicia nunca prestará servicio de mayor valor que el que ofrezca a un pobre. La Justicia debe ir al que no puede ir a ella. Al que no tiene medios para acceder a sus beneficios. Su deber es protegerlos a esos. A los más desamparados. Los otros encontrarán cómo acceder a ella. No está bien hacer viajar a personas y testigos, kilómetros y kilómetros para hacer trámites. Volverán los nacidos en fecha incierta. Volverá la inexistencia de títulos. Crecerá el conflicto. Grave paso atrás.

El Banco País lo es martes y jueves. O lunes, miércoles y viernes. En insólita decisión-aun no revertida-el Directorio del República del FA, decidió que la solución a sus males era cerrar algunos días de la semana, 27 Sucursales de localidades del Interior de la República. A varias de ellas les llegó el reconocimiento como ciudad y a los pocos días el cierre parcial de los servicios. El disminuido servicio bancario empeoró por la caída de tiempos de atención, por la inexistencia de presencia de la figura del Gerente y por la rotación en los funcionarios que viajan a la Sucursal. El Gerente era administrador pero era además consejo. Se lo consultaba permanentemente acerca de las decisiones de negocios y de las patrimoniales también. Era referente de vidas, además de serlo de cuestiones económicas y financieras. El Gerente vivía en el pueblo. Estaba siempre. Conocía y lo conocían. Generaba confianza. Opinaba con la autoridad de ese conocimiento y de ese compromiso. Ahora la casa del Gerente está vacía. Sus hijos no son compañeros de los hijos de los demás en la escuela o el liceo. Su señora no está en la Comisión de Fomento, y ni siquiera sabe dónde queda el pueblo. El Gerente llega a la hora de comenzar la actividad-en los días que hay actividad- y se va antes de terminar. Vienen funcionarios que nunca son los mismos. Que no están enterados de nada y se manejan por las circulares que quién sabe si conocen bien. Nadie los conoce y ellos no conocen a nadie. Son tan electrónicos como el Cajero Automático. Sirven apenas para un trámite y si no hay que decidir nada. Son caros eso sí. Todos cobran viáticos, costos de transporte, y otros rubros. Querría conocer ahorros y ventajas. Querría saber cómo se benefició al Banco a través de esta decisión. Querría saber si las autoridades del Banco son conscientes del daño causado. Si tienen claro lo que era el Banco y lo que es. Lo que era en la vida de la gente. Lo que era para el pueblo. Para los pueblos el mensaje fue durísimo. Fue como decirles que nada de los suyo importa. Que su economía no justifica siquiera la presencia del Banco. Es decirles que no tienen presente ni futuro.

Las Sucursales del Banco tampoco deciden. Todo lo importante o lo de cierto monto se decide en la Capital. Solo un conjunto de iluminados decidirá el otorgamiento de un crédito o el alargamiento de un plazo. Mandará la buena confección del Balance. Nunca la realidad. Se tratará igual al bueno que al malo. Al trabajador que al vago. Al que tiene futuro que al que no. Al buen pagador y al mal pagador. Todo será igual. La propia carrera bancaria será abreviada. Se elimina en los hechos la categoría de Gerente con decisión y mando. El Gerente será como el Director de Liceo, un simple administrativo. Sin opinión ni mando y siempre en jaque. Con actitud temerosa. Sin jugarse jamás. Haciendo nada. Dejando pasar el tiempo para no arriesgar. Pasando la pelota al que decide, y sin siquiera aventurar opinión. Sin defender su pensamiento, su opinión, su perspectiva. Sin Banco y cuando lo hay, sin decisión.

Vivimos la Inclusión Financiera. Con Inclusión y sin Cajeros Automáticos. La Inclusión era exclusión. Al lejano y si era pobre peor, se lo condenaba al costo del viaje para hacerse de los pesitos que había ganado con el sudor de su frente.  Realidad que conocían, que era la de ellos mismos. Todo para dominar políticamente y no para servir al desarrollo equilibrado del País. Pensando en sus intereses y nunca en el trabajador de las intemperies y las soledades. No tienen idea de lo que hace, cómo vive, cuánto aporta. Lo tratan de ignorante. Habría que ver cuál lo es más. Si el que no tuvo la oportunidad de la educación académica y formal porque el Estado se la impidió o el que teniéndola, no se preocupa de mirar y valorar, de conocer. Los Cajeros siguen sin llegar. Les complican las reposiciones y las caídas de señal. Les sale caro. Nunca pensaron en lo caro que es para el otro.

En la campaña las antenas de trasmisión de llamadas y datos son altamente insuficientes. Quedó claro en la pandemia. Los niños de muchas Escuelas Rurales no pudieron acceder a la educación a distancia. No llegaba la señal. Además de la escasa ayuda que podían tener en sus casas por las carencias educativas de sus padres, la señal no les llegaba. La brecha de la inequidad educativa-que se transforma en inequidad social y desigualdad económica- aumentó gravemente. Es el costo más grave del Antel Arena aunque nadie lo perciba. Ahora vemos un esfuerzo de instalación de antenas. Lo está haciendo Gurméndez. Antes nos mintieron que estaba hecho. Lamentablemente vino la pandemia y no lo pudieron esconder.

Ahora esto de Colonización. Se asientan ellos y pagamos nosotros. Con esta solución es demasiado lo que se compromete. Se compromete el acceso a la tierra de las generaciones futuras. Se profundiza el proceso de quitar toda la tierra de manos de los uruguayos. En este Uruguay, Colonización compró mucha tierra porque se extranjerizó demasiada tierra. La disponibilidad de fondos para adquirir tierras está en función de las enajenaciones de las mismas. Cuando se resolvió el endeudamiento con extranjerización, se generaron los recursos para que Colonización pudiera comprar tierras. Era apenas una muestra. Algo simbólico. Poner en manos de orientales algo de lo mucho que se entregó. Para que la entrega no apareciera como tan entrega. Ahora eso se quiere quitar. No debe ser. No debe ser porque esa es la plata para que los actuales Colonos puedan ser propietarios y para que las nuevas generaciones tengan tierras. Esa es la plata para poner a producir todas las Colonias. Equipos de maquinarias, de transporte, fondos rotatorios, subsidios al crédito. Subsidios al arrendamiento para multiplicar las posibilidades de acceso a la tierra por los jóvenes.

Esto debe parar. Debe parar la quita de servicios y de recursos. Debe parar el engorde de estructuras burocráticas capitalinas. Debe frenarse su voracidad. No hay recurso que les alcance. Centralizan porque necesitan justificar sus presencias y sus sueldos. Siempre es igual. El proceso no se detiene aunque cambie el Gobierno. Aunque el Presidente entienda más, igual seguirán mandando los burócratas de siempre. Igual mandará el formulario y persistirá la mentalidad de desprecio hacia el Interior. Para qué darles servicios. En todo caso mantener alguno, pero de segunda y sin decisión. Querría ver una Revolución Descentralizadora. Pacífica y firme. Haciéndoles entender que su soberbia no corresponde. Que deben devolver lo que no les pertenece. Que los pobres de lejos no son los culpables. Que no hay que quitarles sino darles. Por favor entiendan al País que los alimenta y les da trabajo cada día. Entiendan a la gente que lo hace posible. Escuchen su silenciosa voz.