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Sergio Botana

Escribe Sergio Botana

Opinión | No se trata de Sanguinetti ni Manini Ríos, sino de Uruguay

Quiero escuchar todas las voces, que nos pronunciemos aunque no valga la pena. Que nadie pueda interpretar complicidades en los silencios.

21.08.2023 14:00

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2023-08-21T14:00:00-03:00
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En un hecho poco informado y de escasa difusión, o al menos de escasa repercusión, la organización Plenaria Memoria y Justicia planificó, organizó y ejecutó asonadas frente a las casas de familia del presidente Julio María Sanguinetti y del senador Guido Manini Ríos.

La convocatoria fue pobre. Admitámoslo. El número de asistentes a la convocatoria se correspondió con la capacidad de atracción y la sensatez de la convocante. Eran bien poquitos. Nadie asistió siquiera a mirar o acompañar de lejos. La ignorancia fue la respuesta. La mejor respuesta frente a tamaño disparate.

Irma Leites ha sido puesta por el pueblo en el lugar que merece. La ignorancia es el peor de los desprecios. Los uruguayos la han despreciado de verdad. No convoca porque hace daño a la República, a la buena convivencia y también a la causa que dice defender. No junta más que a ese puñadito de desubicados que no encuentran otro lugar que ese en nuestra sociedad política.

Esta vez le ha tocado a Sanguinetti y Manini. Han desatado su ira contra un expresidente de la República, que lo fue por elección popular y por dos veces. Que en la última elección fue electo senador de la República. Que es el secretario general del Partido Colorado, que es de los partidos más antiguos del mundo. Que es protagonista directo de los hechos que han determinado la historia de este tiempo.

A Sanguinetti se le puede discutir. Se puede cuestionar su pensamiento y su acción. No se le puede faltar el respeto. Faltarle el respeto es faltárselo al pueblo que lo ha elegido, y que ha apoyado su accionar. A Sangunetti, en todo caso, podríamos cuestionarlo los blancos. Su primera elección fue con proscriptos. Con Wilson Ferreira proscripto. Nunca vi a Irma Leites cuestionando el Pacto del Club Naval. Si vi a Wilson salir de la cárcel y tenderle la mano al Gobierno, que era tenderle la mano al Uruguay. Si vi a Alberto Zumarán concurriendo a la casa del Partido Colorado, no para cuestionar el resultado electoral, sino para afirmar la legitimidad de un Gobierno de las instituciones de la República. Al proceso electoral lo habíamos cuestionado durante la campaña. Ese día se trataba del Uruguay y había que hacer lo que había que hacer, y lo que había que hacer se hizo. Lo empezó el abrazo simbólico de reconocimiento de la victoria que hizo Zumarán. Que era generoso abrazo de impulso a la institucionalidad del país. Lo culminó el gesto de paz de Wilson Ferreira Aldunate. Paz al Gobierno que era la paz del Uruguay.

La segunda elección de Sanguinetti no tiene un cuestionamiento posible. Todo lo que se discuta es lo que corresponde a su habilidad política. A su enorme capacidad de mover las piezas del tablero, y de acomodar el propio tablero. Hombre inteligente, de vastísima formación política. Culto. De buena parla. Conocedor del país. De sus caminos y de los recovecos de la vida y el espíritu de cada uruguayo. Un tiempista como ninguno. Un formidable y muy respetable adversario.

En esta etapa ha salido de toda su zona de confort para servir al país. También para servir a su partido. Es protagonista de revivir a su partido, y es protagonista de ayudar al diálogo inteligente para la conducción constructiva del Uruguay actual. No me quiero imaginar las veces que habrá tenido la tentación del arrepentimiento. De largar todo. De no soportar tanto desgaste. De seguir su divertimento intelectual. De seguir aportando al pensamiento comprometido de esta nación. Al rescate de los hechos. Al esclarecimiento de razones. A interpretar esa histórica visión del Uruguay que no es la nuestra, pero que explica la mayoría de los hechos políticos de nuestra historia vieja, y de la reciente y de la que está en construcción.

Manini Ríos es el comandante en jefe del Ejército nombrado por los gobiernos del Frente Amplio. Es el comandante en jefe que entró y salió en gobiernos de la izquierda. Su acción ejecutiva es toda circunscripta a ese período. Las responsabilidades de sus actos están todas subordinadas a sus mandos. Sus ministros de Defensa y sus presidentes son los responsables de sus actos políticos. Manini Ríos no se mandaba sólo.

Ahora Manini Ríos es senador de la República electo por voto popular. Con igual legitimidad que todos los demás senadores electos, y el mérito de haber formado un nuevo partido, con pensamiento y filosofía claros. Alguna razón había para que hubiera tenido el éxito electoral que tuvo. Sin duda alguna, representaba el pensamiento y la actitud de muchos electores. Tan electores como todos los electores. Tan uruguayos como todos los uruguayos.

Sanguinetti nunca acompañó la dictadura. Desde el día del golpe de Estado, desde el día del primer golpe, desde el propio 9 de febrero, estuvo del lado que tenía que estar. Tanto él como su gente estuvieron enfrentados al régimen. Fueron No en el [plebiscito del] 80 como lo fuimos nosotros.

En todo caso, el único caso en que cuestionamos su camino, fue cuando fueron a pactar al Club Naval junto al Frente Amplio y algún otro partido. No éramos precisamente nosotros los que allí estaban junto a él. Estábamos convencidos de que con dictaduras no se tranza. Dios sabrá quién tenía razón. La política se las dio a ellos. La historia a nosotros. Igual nunca cuestionamos la vocación republicana de Sanguinetti. Cuando cuestionamos la del Frente Amplio lo es por sus antecedentes, su apoyo a los Comunicados 4 y 7, el pacto con la dictadura, y otros “pactitos” más pequeños que ya están viendo luz, y por su apoyo a cuanta dictadura de izquierda surja en el mundo.

Si hay en este país un partido político que puede decir que no tiene responsabilidad alguna en el tema de los desaparecidos es el Partido Nacional. Ni por los actos, ni por la lucha, ni por ocultamiento de la verdad. Ninguna.

Venimos de 15 años de gobierno del Frente Amplio. Los archivos secretos se conocerán recién ahora. Fuimos testigos de oscuros manejos de hechos ya denunciados, por actores peligrosos, que nunca vieron la luz. Ahora la verán.

La ley determinó un camino. El pueblo lo reafirmó. Cuando se votó la Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado fuimos a referéndum. Algunos eligieron el Amarillo de la afirmación de la ley. Otros elegimos el Verde de la verdad. Era entre dos valores inmensos. Entre la paz y la justicia. Ganó la reconciliación nacional.

El espíritu o el pacto concreto del Club Naval, nunca lo sabremos, impuso un camino. Allí no sé quiénes eran protagonistas y quiénes cómplices. Sé quiénes tenían la mayor responsabilidad. La entregaron. Todos pactaron. Hoy algunos afirman que fue el mejor camino. Que fue el camino de la paz. A los otros no los hemos escuchado pronunciarse. No sabemos si reafirman o si se arrepienten. Si sellaron un acuerdo con apretón de manos y firmas, o si era una maniobra distractiva. La cosa es que Wilson terminó preso y proscripto. Entregaron al que los había salvado. Al que se jugó por ellos. También entregaron a los suyos que lo habían perdido todo.

No corresponde una actitud de este tipo con ninguno de los dos involucrados directos que fueron los objetivos de las asonadas. Hemos visto que no se les puede endilgar culpa alguna, y que si culpa tuvieren, esa culpa no es diferente de la culpa que compartieron con ellos, quienes estuvieron juntos planificando y haciendo las mismas cosas, o dándoles las ordenes u omitiéndolas. No hemos visto “escraches” dirigidos a esos socios y patrones. No debe ser porque no encontraron ninguno en el barrio.

La pequeñez y la falta de impacto no disminuyen la gravedad de los hechos. Empezamos así. Terminamos donde ya una vez terminamos. No se debe admitir sin repudios. Ningún republicano se puede hacer el distraído. Es más, es hasta más fácil rechazar a una organización que junta tan poca adhesión y ni siquiera atención. Estos mismos intentaron copar el Poder Judicial en gobierno de la izquierda. La izquierda tiene el deber de pronunciarse. Para que nadie mal aprenda. Para poner los límites. Para dejarlos claros. La distracción no tiene lugar.

Hicieron otra cosa que en nuestro Uruguay es inadmisible. Meter en el lío a la familia. Nunca se vio. Una vez pasó y costó la expulsión de un senador. En la historia de la patria, la familia siempre se respetó. A nadie se le ocurrió jamás vengarse con la familia. A la familia del adversario se la cuida como a la propia. Se la protege. No ya a la del simple adversario. A la del enemigo. Ese ha sido un sagrado practicado en silencio en nuestra patria. Firme y silencioso. Sagrado indoblegable de los hombres de honor. Aquel episodio del Negro Carancho —Concepción Díaz— que cuidó y protegió con el riesgo de su vida a la valiente hija del general Muniz y a su familia. No descansó hasta entregarlos sanos y salvos en la Villa de Artigas (Río Branco). Lo cuenta Zavala Muniz. Niño protagonista del hecho.

No se va a la casa a agredir. Menos en patota. Eso muestra la talla espiritual del agresor. Su ordinariez. La de la ideóloga y la de sus seguidores. También la de los cómplices que aplauden a escondidas y en silencio. La de los que no censuran. Que seguimos esperando una censura. Aunque sea por una vez la condena a los violentos de su propio signo. Un día nos gustaría ver que para ellos también la democracia está por encima del partido, que la república está por encima de quién sea el que ataque las instituciones. Que la ley es pareja para todos y el derecho es el derecho independientemente de quién sea. Que no es la familia de aquel o la del otro. Que es la familia.

Quiero escuchar todas las voces. Quiero que nos pronunciemos aunque no valga la pena. Que nadie pueda interpretar complicidades en los silencios. Quiero que se hable para que escuche y aprenda el que no comprenda. Aquí no cabe el dejar quieto. Esta planta no tiene fuerza, pero no es bueno que semille. Es necesario señalar de qué lado se está, aunque parezca redundante. Eso enseña a los nuevos qué es lo que está bien y qué es lo que está mal. Qué es lo que vale aunque no guste, y qué es lo que no se puede hacer bajo ningún concepto ni circunstancia. Hay que pronunciarse con claridad. No es por Sanguinetti ni por Manini Ríos. No es por un adversario en particular. Es por nuestros hijos y nuestros nietos.


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