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Escribe Esteban Valenti

Opinión | Memorias de un pequeño gran país

En tres años ya renunciaron cinco jerarcas del viejo partido del poder, pero a los verdaderos dueños del poder no les mueve una pestaña.

31.01.2023 16:27

Lectura: 6'

2023-01-31T16:27:00-03:00
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No es una crónica, se basa en un poco de imaginación, no mucha, porque la realidad supera ampliamente la más frondosa de las imaginaciones.

Había un pequeño gran país, un balconcito verde y ondulando (cuando no había sequía) que miraba hacia un gran océano y un enorme río. Allí vivía poca gente, la inmensa mayoría de sus antepasados habían descendido de los barcos. Una de sus virtudes y de sus graves problemas era precisamente la poca gente que habitaba sus tierras. Además era un país muy cabezón, con bastante más de la mitad de la población viviendo alrededor de su puerto. Había nacido en los tiempos de la colonización, precisamente por su magnífico puerto natural, una profunda bahía, y un cerro perfecto para instalar un fuerte y los cañones para defenderla.

Ahorremos unos cuantos años de historia. Lo cierto que en el siglo XX fue un país excepcional, con leyes muy avanzadas no solo para su época, con el derecho a voto de las mujeres, la ley del divorcio, con la escuela pública reformada y democrática por un muchacho muy joven y durante una dictadura, con sus miles de emigrantes que construyeron con cierta facilidad una vida mejor, incluyendo la posibilidad de que sus hijos progresaran y estudiaran. Un pequeño país de bienestar. Era tan Suiza que unos cuantos suizos fundaron una colonia en sus tierras.

No todo era fácil. En diversos momentos las dos facciones políticas y a las que pertenecían las principales figuras civiles y militares del país, se iban a las cuchillas y a las armas. Las guerras civiles fueron cruentas y dejaron páginas muy duras y dolorosas, hasta que a principios del siglo pasado se llegó a la paz, con la muerte de un caudillo que luchaba desde la campaña por la limpieza del voto y la igualdad de oportunidades en todo el territorio.

Durante 98 años gobernó el mismo partido, hasta que a mediados de siglo se rompió la racha. Llegaron al poder los del otro bando y fueron mayoría en un Consejo de Gobierno, una institución heredada de las reformas impulsadas por el gran caudillo y jefe político del otro partido, del que siempre gobernaba.

El próspero y rico país comenzó su decadencia, no por el cambio de color de su gobierno, sino porque su “relato”, su “modelo”, se había agotado y a partir de allí comenzó la crisis, o mejor dicho las crisis, una detrás de la otra. Y volvió a ganar el partido de siempre y las cosas en lugar de mejorar empeoraron, lenta pero seguro, y además de la economía se agregó la crisis política y en la sociedad en su conjunto, con un crecimiento importante del descontento, y nuevamente apareció la violencia política.

Diez años después, pequeñas y dispersas formaciones políticas de alternativa al sistema y a las dinastías de los dos partidos dominantes formaron una tercera fuerza y se pusieron en marcha. Eran solo un quinto del electorado.

Quiero llegar a lo fundamental: vino una terrible dictadura cívico-militar, que con intensidades y compromisos diferentes fue enfrentada y finalmente derrotada por todos los partidos. Y comenzó una nueva historia. Con páginas luminosas de libertad y otras oscuras de ocultamiento y de impunidad. Fueron muchos años de duras batallas políticas, institucionales y culturales. Que ahora se llaman el “relato”.

Para sintetizar lo que todos sabemos, luego de caída la dictadura, durante 15 años gobernaron nuevamente los de siempre, solo en un periodo de cinco años, volvieron sus tradicionales adversarios, y luego 15 años seguidos gobernó la fuerza de alternativa. Ahora, 30 años después del anterior gobierno, volvieron a gobernar los tradicionales con poca experiencia en el poder, pero en coalición con sus viejos adversarios, ahora bastante deteriorados y en bancarrota y un nuevo partido de fuerte influencia militar.

Uno de los principales argumentos utilizados por los que se consideraron dueños perpetuos del poder, ahora en decadencia, fue tratar a sus tradicionales contrincantes de “pillos”. No solo ellos, cuando terminó el único gobierno que rompió nuevamente su hegemonía, desde dentro de sus propias filas, incluso destacados ministros iniciaron una “embestida baguala” acusándolos nuevamente de pillos. Lo cierto es que por 30 años nunca más llegaron al gobierno.

Todos teníamos expectativas que la experiencia vivida y asumida mejoraría los comportamientos, aunque en algunas intendencias las irregularidades eran bastante frecuentes. Pero la esperanza es lo último que se pierde. Dicen.

Lo cierto es que el balconcito sobre el Atlántico muestra un panorama funesto y barroso y lo peor de todo es que el eje de la defensa del “discurso” de los detentores actuales del poder es que los otros, los anteriores, también pecaron, como si se tratara de un concurso de quien peca un poco menos, es menos pillo.

En casi tres años de gobernar ya tuvieron que renunciar cinco ministros o jerarcas del viejo partido del poder, que cada día se sumerge más, pero a los verdaderos dueños del poder actual no se les mueve una pestaña. Por lo menos cinco ministros, y hay quien incluye al primer mandatario, ya dieron razones sobradas para renunciar. En especial por la sucesión de mentiras hilvanadas una detrás de la otra.

¿Ser mentiroso equivale a ser pillo?

Pero lo peor no es solo practicar un ejercicio desprolijo - por decir lo menos - del poder y del respeto a las instituciones, incluyendo entrega de pasaportes a narcotraficantes, venta del monopolio del puerto de Montevideo por 60 años a un precio vil, designación nada menos del jefe de la custodia presidencial a un delincuente de frondoso prontuario conocido por todos, o compra de diversos insumos estatales. Lo más peligroso es que cuando se abre el grifo arriba, en el medio de la manguera y todo a lo largo explotan los chorros de agua por las perforaciones, y peor aún se intenta instalar en la gente común que es lo normal, que gobernar incluye ese tipo de desbordes morales. Total, quien los va a poder comprobar.

Que vaya todo a la justicia y primero a la fiscalía y las paladas de tierra de las investigaciones administrativas completen la obra.

Los gobierno pillos son pésimos, pero son mucho peores los países que aceptan las pillerías, porque seguirá siendo un pequeño país pero dejará de ser grande, sólo le quedará la historia.


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