Contenido creado por Cecilia Franco
Invitados

Escribe Federico Fasano Mertens

Opinión | La historia está borracha: nueva epifanía desbordó el manantial de los sueños

La izquierda volvió a probar su grandeza. La historia es una hazaña de la inconformidad. Todos los 8 de julio habría que festejar en nuestro país el día de la inconformidad.

13.07.2021 10:53

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2021-07-13T10:53:00-03:00
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La historia está borracha. Este 8 de julio el pueblo uruguayo decidió embriagarla de alegría apelando a la magia, al ingresar 797.261 voluntades a la Corte Electoral para que resplandezca la democracia directa.

Esta hazaña sin precedentes fue la acumulación más difícil, sorpresiva e impensable de la izquierda uruguaya en su traumática historia. Superó la proeza del 1 de octubre de 1992 cuando le torció la mano al padre del actual presidente pulverizando su hiper ley que pretendía entregar a los privados la riqueza de la Nación, desarmando la potencia de las empresas públicas. En esa oportunidad, 693.688 ciudadanos, forzaron el llamado a un referéndum que impidió la entrega de los activos estatales, siendo el primer referéndum en el mundo donde la privatización fue derrotada.

Se nos dirá que el padrón electoral del 92 tenía 335.078 menos habilitados que en el 2021, pero aun así, sumando el 25% de esa diferencia, las voluntades de esa época hubieran ascendido a 777.457 ciudadanos, cifra menor a las firmas presentadas este 8 de julio en la Corte Electoral, sin contar que es mucho más engorroso ir a pedir las firmas, hacerle tres pruebas de impresiones digitales y repetirlas ante los errores de pulsión, que acudir como en el 92 a pedir el referéndum en una urna, que fue el método elegido.

Vale la pena destacar que en el 92 no había pandemia, existió una intensa campaña pro referéndum liderada por el joven diario La República que destinó 120 tapas consecutivas al tema con el apoyo todos los días de la recuperada CX30 Radio Nacional que integraba el Multimedio Plural, hubo además cadenas de televisión para ambos bandos, prohibición que se decretó en esta oportunidad, hubo muchos wilsonistas y batllistas indignados contra la entrega de nuestra principal riqueza que apoyaron el referendum y además para ahondar la comparación no se perdieron 5 de los 12 meses de plazo en discusiones bizantinas sobre si se impulsaba o no el referéndum, como ocurrió en esta instancia. Todos estos apoyos no existieron para concretar la proeza de hoy, por lo que reafirmo que ha sido la gesta de mayor éxito en la historia de la izquierda uruguaya. Aclaro, no la más importante, como las jornadas del 5 de febrero de 1971, las de la huelga general de 1973, la del plebiscito del 80, la del hito electoral del 31 de octubre del 2004 donde cesó la hegemonía centenaria de los partidos tradicionales, la del referéndum de 1992, pero sí la más dificultosa y casi imposible por la carrera de obstáculos interpuestos, doblegados in totum contra toda esperanza.

Incluso superando el plebiscito del 80, donde eran todos los partidos políticos unidos, con escasas excepciones, enfrentados al despótico proyecto militar y a sus cómplices civiles.

Fracasó mi prognosis. Firmé y aporté firmas, pero nunca creí que llegaríamos a las 700 mil voluntades necesarias para reemplazar el descarte inevitable del 4% de los firmantes. Cuando acudí con Sonia Breccia a firmar en Maldonado nos llamaron del Comité para decirnos que a ambos nos habían rechazado las firmas por imprecisión en las huellas dactilares. Tuvimos que firmar de nuevo, esta vez en la sede del Pit-Cnt, para asegurar su validez. Esta precisión en las huellas dactilares que exige una adecuada fijación en el formulario fue otra dificultad que tuvo que ser sorteada por la infatigable militancia.

Pero sabido es que la lucha que se pierde es aquella que se deja.

No pretendía que esas firmas resultaran ser como uno de los éxitos más extraordinarios del pueblo uruguayo como el plebiscito del 80 o el referéndum del 92. Pero resultó serlo.
Era imprescindible una nueva epifanía para resucitar a la izquierda uruguaya. Se obtuvo.
Ser grande es casarse con una gran querella. La izquierda volvió a probar su grandeza. La historia es una hazaña de la inconformidad. Todos los 8 de julio habría que festejar en nuestro país el día de la inconformidad.

Parecía que el debilitado músculo de la izquierda uruguaya se había empachado de espinaca.
Fue un manantial de los sueños desbordándose, exultante magia primitiva, que se convirtió en pura poesía. Poesis para los griegos significaba hacer que ocurriera algo extraordinario. Esa fue la poesía que recitó el 8 de julio el pueblo uruguayo, contra todo pronóstico, contra toda pandemia, contra todo bloqueo mediático, contra toda mezquindad utilizada en forma soez para evitar la democracia directa.

La ética democrática de este formidable esfuerzo político se engarzó con la estética maravillosa del maracanazo social de los últimos 4 días, donde se obtuvieron 100 mil firmas en solo 96 horas.
No dejaron cuerda sin templar. El cambio de estrategia pasando de la militancia pasiva a la activa, de la mesita en la plaza al casa por casa, tuvo un resultado asombroso. Parecido al empujón final del balotaje donde nos ganaron por solo 28.666 votos.

Qué cosecha compañeras, qué vendimia compañeros. Duele el alma de tanta alegría. Alguien dijo "échate a volar y tendrás alas", que bien aplicado este aserto a esta gesta memorable.

No me resigno a olvidar en esta hora de inmenso gozo, los versos del genio de Ruben Darío en su fermental Cantos de Vida y Esperanza: "Unanse, brillen, secúndense, tantos vigores dispersos, formen todos un solo haz de energía ecuménica".

Nuestro pueblo quizás no leyó a Max Weber, pero actuó como si lo hubiera leído: "Es una verdad probada por la historia que solo persiguiendo lo imposible se alcanza lo que en cada etapa es posible".

No entendió la coalición gobernante que no hay democracia sin demócratas y que la democracia no termina en las urnas, comienza después de las urnas. Cara puede costarle su distracción.
Después de la hazaña viene ahora la digestión de la victoria. La Corte Electoral no tendrá más remedio que aceptar el referéndum. Tiene 330 días corridos para que se exprese la ciudadanía. Son 150 días hábiles para constatar las firmas más 120 días corridos para convocar la consulta. El último plazo es junio del año próximo, pero puede ser antes si trabajan a tiempo completo.
El referéndum del 2022 será la tercera vuelta nacional de esta historia: octubre de 2019 primera vuelta, noviembre de 2019 segunda vuelta. Como si fuera una elección de medio término como tienen Argentina, México, Venezuela y EE.UU.

Será un referéndum muy disputado. Gobierno conservador contra oposición progresista.
Neo-liberalismo versus democracia real. Derecha contra izquierda. Para derrotarlos se necesitará descubrir la urdimbre conceptual del país. El porqué del cómo. Apelar al Gramsci en busca de las claves para acceder a la dirección moral e intelectual de la sociedad. Reencontrar la espesura de la realidad social y hacer resurgir los dolores que se ocultan en ella.

Será un ensayo general de los próximos comicios del 2024.

Para recorrer el difícil tránsito de los mitos a la historia no basta la voluntad ni la militancia, es necesario no caer en la perezosa tentación de creer, solo en el fair play, o en la levedad del conflicto.

La democracia no es solo consenso. Es conflicto más consenso. El adversario histórico es poderoso, astuto, muchas veces tramposo y cuenta con todos los medios para imponerse. No neguemos el conflicto, no seamos ingenuos, sin dejar de ser principistas. Seamos conscientes de que la verdad es un terreno en disputa. En 15 años de gobierno no supimos construir un poder suficiente para persuadir culturalmente y acceder a una cuarta oportunidad. Para oponer la fuerza cívica ciudadana a la nueva coalición dominante se precisan más que 800 mil firmas. Se requiere una inversión intelectual y estratégica que reconozca la hondura de la disputa.

No olvidemos que la disputa será idea contra idea. La mitad del país contra la otra. En estas firmas no fueron pocos los ciudadanos que pusieron su rúbrica para que el pueblo se pronuncie, para que el pueblo se entere, para que se transparente una ley aprobada entre gallos y medianoches a espaldas de un debate profundo y docente sobre su contenido. Y algunas de esas firmas no estaban contra una ley que desconocían. Habrá que persuadirlos, con razones y explicaciones claras, precisas, docentes. Y sobre todo con mucho respeto y mucha paciencia.

Las democracias producen sorpresas pero su más alta constatación es la reflexión de las sociedades civiles. Las luchas civiles no se ganan sin la existencia de antagonistas. No olvidemos la lección de los últimos tres lustros, donde la ingenuidad y la ausencia de construcción de poder, no nos permitió ni siquiera disponer de una batería de medios de masas para bregar en igualdad de condiciones en la batalla cultural, en la que fuimos desbordados por un manipulado desencanto.
La hazaña del 8 de julio puede reparar la transitoria derrota histórica.

No la desaprovechemos. El futuro nos está llamando. Consumemos la gran catarsis nacional pendiente. Las alegrías que nos quedan en este 8 de julio son también los 1.207 días que nos faltan para empuñar de nuevo el timón del Estado.

Asumamos el rol de obstetras de la historia y preparémonos desde hoy mismo a levantar la tapadera de las marmitas donde se cocina el porvenir.