Contenido creado por Federica Bordaberry
Luis Romero

Escribe Luis Romero

Opinión | La globalización

Hay que entender para dónde van los tiros ahora y volverse un amigo confiable, seguro, serio, de un nuevo lado de Occidente.

23.06.2022 10:46

Lectura: 8'

2022-06-23T10:46:00-03:00
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Me gustaría referirme hoy una mirada de largo plazo, a qué está pasando con la globalización. Aquella línea de trabajo interpaíses, interempresas, que había cobrado tanta fuerza después del fracaso del multilateralismo, cuya última acción exitosa había sido la Ronda Uruguay del GATT (“General Agreement on Tariffs and Trade” o, en español, “Acuerdo General sobre Comercio y Aranceles”). Allí se negoció todos contra todos y se llegó a un acuerdo de todos contra todos, en cuanto a acceso al mercado, a aranceles para los productos del agro.

La Organización Mundial del Comercio logró un éxito, no importa si fue muy pesado o no tan fuerte. Sí, un éxito en el multilateralismo. Siguiente ronda de Doha: fue un fracaso, no se consiguió nada y, a partir de ahí, el mundo cambió.

Por un lado, empezaron a correr aceleradamente los acuerdos pico a pico, país a país. Buscando los TLC, buscando cada cual defender su conveniencia y avanzar, mano a mano, con contrapartes que les resultaban interesantes. Ya no esperando esas grandes negociaciones de 180 países contra 180 países, donde para llegar a acordar hay que tener el okay de todo el mundo.

Por otro lado, también se aceleró la globalización: buscar que las redes de comercio sean planetarias, que cada cual provea lo que le sale mejor. Ya no había nada, prácticamente, que fuera producido en un país solamente. Había una caricatura de un auto que no era un auto argentino, brasileño, o alemán, o americano. Ese auto tenía adentro partes, piezas, de los orígenes más remotos. Lo mismo, un celular. Tenía componentes, vaya uno a saber de cuántos lados.

Eso era la globalización que, en sus inicios, deslumbró porque obviamente era eficiente. Si un país aportaba un componente a un producto final era porque era mejor haciendo ese componente que otros. Entonces, no importaba si estaba al lado o adentro del país, en el continente o del otro lado del planeta, lo importante era ese proveedor muy eficiente para hacer ese producto. Y como la logística del mundo funcionaba bien, no importa si estaba del otro lado del planeta porque esos envíos llegaban en el día, al otro día, o con una secuencia de arribos programada, conocida, segura y confiable. Por lo tanto, sabíamos cuándo íbamos a recibir las partidas de cada producto de hoy hacia adelante de una manera segura.

Todo eso cambió. Y, el cambio, es evidente.

Cambió, primero, con la pandemia y después con la invasión absurda de Rusia a Ucrania. Cambió las reglas del juego, ahora son otras. Y son otras que están haciendo pensar a los gobiernos y entender facetas de este proceso de la globalización que no se habían tenido en cuenta y que no estaban claras. Por ejemplo, no es lo mismo tener como contraparte a un país donde rige la democracia, donde hay balances al poder, contrapesos, donde las instituciones son respetables, que un país que hace lo que se le canta por orden de una sola persona.

Caso Rusia: Rusia se había visto como un proveedor confiable y natural de hidrocarburos para Europa, que los necesita, y Rusia era el proveedor más cercano, continental. Llegaban esos hidrocarburos tan necesarios para Europa por gasoductos, oleoductos, caños que se tiraban en la tierra. ¿Qué manera de transportar más barata y segura puede haber? Comparado con poner eso en un barco y andar por los océanos del mundo.

Pues bien, ahora nadie cree en Rusia. Nadie quiere depender del petróleo, ni del gas ruso, porque si Rusia pudo invadir Ucrania por decisión de un presidente tirano, mañana puede decidir cortar los suministros a cualquiera de los países para tener una acción agresiva contra ese país. Eso sería menos que invadirlo. Rusia pudo invadir Ucrania, ¿por qué no le puede cortar el gas y el petróleo mañana de tarde a Alemania?

Eso lo están viendo y lo están pensando los países de Europa, incluso países con una larguísima tradición de neutralidad (hasta en la Segunda Guerra Mundial) y realmente neutralidad convencida, como política nacional querida por esa sociedad, como Finlandia y Suecia. Han decidido unirse a la OTAN porque es inaceptable lo que Rusia ha hecho, por lo cual le salió el tiro por la culata. Quiso frenar a la OTAN al invadir Ucrania y lo que consiguió es empujar a la OTAN a reposicionarse y fortalecerse e incorporar rápidamente nuevos miembros. Lo contrario a lo que querían. Así le pasa a los tiranos que juegan al ajedrez como si fueran aprendices de bruja y mueven una ficha. Y se les descalabra algo en otro lado.

Pero también la gente quedó pensando en China, con el tema de lo que fue esta pandemia. No cabe duda de que nació en Wuhan. Parece bastante confirmado que no fue una maniobra de laboratorio, que no fue un virus escapado de una creación humana. Está bastante claro eso ya, pero lo que sí es cierto es que el manejo inicial de la pandemia por parte de China fue terrible. Prohibió, por ejemplo, y esto son hechos, los vuelos internos en China, desde Wuhan hasta otras ciudades de China. Pero autorizó los vuelos internacionales.

Si veía un riesgo de contagio a través de los vuelos desde Wuhan, ¿por qué no trató igual a la ciudades chinas y a las ciudades del resto del mundo? ¿Por qué dejó que los aviones salieran de Wuhan a Europa, Estados Unidos, para cualquier lado y no permitió que los aviones salieran de Wuhan para Beijing, para Shanghai o cualquier otra ciudad China? Eso, a uno, le empieza a poner la piel de gallina. Después, esos sistemas de lockdown, de cierre, de ciudades enteras, puertos enteros como Shanghai, quebrando de una manera atroz, las cadenas de suministros sin decir “agua va”, ha hecho que muchos países y también empresas globalizadas, internacionales, empiecen a calcular distinto.

Porque también en el suministro, como en las finanzas, hay que evaluar costo y riesgo. El riesgo tiene que entrar en el análisis de dónde debo comprar y a qué precio debo comprar qué. Ahora, para una empresa americana, el proveedor americano de suministros del estado, o del estado de al lado, que sí es un poco mas caro que el proveedor chino, pero entrega seguro, entrega todos los días, está a distancia de camión de un día, ya no luce tan poco competitivo como lucía antes. Contra los productos venidos de China que, de un día para el otro, dejaron de venir.

Entonces, la globalización va a seguir, pero va a cambiar. Va a ser una globalización acotada, entre amigos, confiables. Occidente se está regagrupando. Europa y Estados Unidos, Inglaterra, algunos países serios y confiables del mundo, Australia, Nueva Zelanda. Espero que Uruguay esté en ese grupo selecto. Son países que van a trabajar entre sí. Podrán comprar o vender coyunturalmente a otros países no confiables por todo esto que estoy diciendo, como Rusia, China, de repente un negocio puntual se podrá hacer, sí, las cosas no quedan bloqueadas comercialmente con un gran muro. Te aísla, digamos, mercados.

Pero aquello de interrelacionarnos todos, volvernos todos totalmente dependientes de todos, eso se terminó. Eso se terminó porque cuando terminen estas crisis que parece que no terminan más, alguien va a hacer la cuenta de lo que costó tener del otro lado países que se manejaron como se manejaron, lo que costó la pandemia y cómo fue manejada desde su inicio. Lo que costó la invasión rusa, insensata, a Ucrania. Perjudicó, por supuesto, a ese país, la molió, pero perjudicó a Rusia de una manera terrible, de muchísimo tiempo. Porque la credibilidad, cuando se parte así, es como una copa de cristal. Por más que vayamos con la gotita, nunca la podremos recuperar como estaba. Y lo que le ha costado a Europa y al resto de la economía mundial todo lo que ha venido sucediendo.

Entonces, hay que entender que cambió el viento. Hay que entender para dónde van los tiros ahora y volverse un amigo confiable, seguro, serio, de un nuevo lado de Occidente. Tenemos que participar más y ser realmente parte de Occidente, Estados Unidos, Europa y algunos países del mundo serios, confiables, donde la democracia funciona y donde hay contrapesos en el ejercicio del poder, no hay un tirano medio loco, medio rabioso, que decide cualquier cosa. Un día decide bien y al otro decide mal y hace temblar al mundo entero. Esa gente, esos países con esas formas de gobierno, deben quedar fuera por el bien de todos, del crecimiento que Occidente merece y necesita y va a lograr haciendo las cosas bien.