Contenido creado por Gerardo Carrasco
Cybertario

Escribe Gerardo Sotelo

Opinión | Guerra entre Israel y Hamás: dejar que hablen a los hechos

Un camino para comprender, más allá de narrativas y lamentos, por qué el conflicto no terminará hasta que una de las partes sea derrotada.

22.09.2025 15:35

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2025-09-22T15:35:00-03:00
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El conflicto más prolongado y mediatizado de nuestro tiempo no se juega únicamente en el frente militar ni los ámbitos diplomáticos. Se libra, sobre todo, en el terreno de las narrativas, que han enredado al mundo en un debate donde predominan las posiciones irreductibles y la indignación moral, en detrimento de una comprensión realista de la dinámica del conflicto. 

En este contexto, una opción distinta es dejar que hablen los hechos (aunque estos no posean neutralidad absoluta), en la medida que ofrecen un punto de partida menos contaminado por la subjetividad. Comprender la lógica subyacente, nos recuerda que las guerras no se sostienen por capricho ni por retóricas inflamadas, sino por lo que cada parte considera una victoria o, en su lugar, la obtención de unos mínimos imprescindibles para sobrevivir. 

El primer hecho es que Gaza vive una catástrofe humanitaria. Decenas de miles de muertos, infraestructuras destruidas y más de la mitad de la población desplazada son el resultado de la ofensiva militar israelí, en respuesta al ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023, en el que fueron asesinadas más de 1.200 personas en territorio israelí y cientos fueron tomadas de rehenes. La devastación de Gaza es, pues, consecuencia directa de una acción militar cuyo objetivo declarado es liberar a los rehenes y neutralizar a Hamás como amenaza existencial. 

El segundo hecho es que no se puede pedir a las partes menos que obtener unos mínimos que permitan su supervivencia. En el caso de Israel, esos mínimos son la seguridad existencial, devolución de los rehenes, neutralización de la capacidad operativa de Hamás y garantías verificables de que un ataque semejante no pueda repetirse.  

Para Hamás, el cálculo es diferente pero no menos categórico. Su supervivencia depende de mantener cierta capacidad operativa y de conservar, aunque sea parcialmente, el control territorial o simbólico de Gaza. La organización sabe que cualquier acuerdo que contemple su desmantelamiento equivale a una derrota absoluta. Por eso prolonga el conflicto, incluso a costa del sufrimiento de la población palestina que dice representar. Los rehenes se convierten, en esa lógica, en su escudo más poderoso, el único que mantiene a la organización con vida.  

Si alguien piensa que esta lógica fáctica es demasiado cruel y destructiva por el sufrimiento humano que está causando, alcanza con que se pregunte cuál es la alternativa realista de la que dispone cada parte. La respuesta es “ninguna”.  

Israel sólo puede continuar la guerra hasta lograr los mínimos que considera vitales, y Hamás sólo puede prolongar la resistencia y mantener a los rehenes en cautiverio (aun cuando el costo para la población de Gaza sea insoportable) porque cualquier otra alternativa dejaría a ambos en una situación muy parecida a la derrota.  

La conclusión es tan dura como inevitable: el final del conflicto armado no llegará por un acuerdo que satisfaga simultáneamente los mínimos de ambas partes, sino por el debilitamiento severo o la derrota funcional de una de ellas. En tanto esto no ocurra, Israel seguirá percibiendo más riesgos en detener la guerra que en prolongarla, y Hamás seguirá viendo en la resistencia su única garantía de subsistencia política. 

Reconocer este límite no implica resignar principios ni justificar excesos sino admitir que lo posible por la lógica de los hechos, que explican la dinámica y el rumbo del conflicto y no por las narrativas morales.