Contenido creado por Cecilia Franco
Eduardo Gudynas

Escribe Eduardo Gudynas

Opinión | Entre las bacterias en el agua y los virus en el aire

La diseminación del coronavirus nos deja una sensación de amenaza. En el verano nos amenazaban las cianobacterias en las aguas y al iniciar el otoño no atemoriza un nuevo virus en el aire que respiramos. Detrás de esos temores hay muchas lecciones.

16.03.2020 17:13

Lectura: 6'

2020-03-16T17:13:00-03:00
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Comencemos por reconocer que así como en Uruguay se subestima la crisis del agua que ocasiona los estallidos de cianobacterias, a nivel internacional no faltaron quienes cometieron la misma falta ante un posible brote infeccioso.

Un ejemplo destacado es el análisis de riesgos global del Foro Económico de Davos, un espacio donde se reúnen los más grandes empresarios del planeta y muchos líderes políticos (1). En ese reporte, para el 2020, entendían que las amenazas con mayor posibilidad de ocurrencia eran todas ambientales. En primer lugar los eventos climáticos extremos, seguidos por un fracaso en las acciones para detener el cambio climático, y tras ellos, la pérdida de biodiversidad y los desastres naturales. Además, todos ellos tendrían un impacto severo.

En ese reporte las enfermedades infecciosas expresaban el hecho con la menor posibilidad de ocurrencia en el año, al menos para todas las situaciones que consideraron. Se equivocaron, aunque de todos modos, advertían que si llegaran a tener lugar, su impacto global está entre los más altos (ocupando el segundo puesto).

Ante la diseminación del coronavirus, muchas respuestas han sido intensas, llegando a extremos de paralizar todo un país. Pero ante la debacle ambiental, las respuestas siguen siendo insuficientes. Es más, hay tanta incompetencia que eso explica que el colapso de las acciones para frenar el cambio climático esté en el nivel más alto tanto de posibilidad de ocurrencia como de gravedad según el Foro Económico de Davos.

Dicho de otro todavía más esquemático: no se duda en imponer medidas para detener ese virus, aún en contra de potentes intereses económicos, pero desde hace décadas repetimos la incapacidad de detener el deterioro ecológico planetario. Lo mismo se repite dentro de Uruguay: se están sumando controles y exigencias cada vez más rigurosas para lidiar con el coronavirus, pero nunca se observó una actitud similar ante la contaminación.

Hay muchas posibles respuestas para esta asimetría. La primera que suele plantearse es que la salud es mucho más importante que la contaminación, y más cuando hay un riesgo de muerte inminente. Es una respuesta simple y superficial, ya que la contaminación puede matar tanto o más que un virus. Entre las estimaciones más recientes, a nivel global, las muertes por influenza (gripe) totalizarían 500 mil en un año. La contaminación del aire también desencadena muertes, y las evaluaciones más recientes la estiman en 8,8 millones (2). La diferencia es impactante; mueren mucho más personas por la contaminación del aire que por la influenza. En algunos países industrializados, fallecen 133 personas por cada cien mil por esas causas, y se reduce la esperanza de vida en al menos dos años.

Si esto es así, ¿porqué los gobiernos y la opinión pública no reaccionan con la misma energía ante el deterioro ecológico? Podría decirse que detrás de esto hay particularidades culturales, ya que la diseminación de esta virosis tiene una repercusión visible en un corto período de tiempo. Se puede observar a los hospitales colapsados o las morgues repletas. En cambio, aunque la crisis ambiental mata mucho más gente, todos ellos mueren poco a poco, y de ese modo es como que pasaran desapercibidos.

Otras razones culturales se deben a que el debate sobre el coronavirus ahora está dominado por los medios y valores propios de los países europeos o Estados Unidos. Los medios y el público le otorgan una enorme atención a las gráficas de enfermos y fallecidos en Italia o a los videos de las corridas en los supermercados en España.

En cambio muchas de las emergencias sanitarias en los países del "sur" no reciben la misma atención ni internacional ni nacional. En Argentina, el gobierno de A. Fernández reacciona con energía ante el coronavirus (lo que está muy bien) al momento que había un poco más de 10 enfermos, pero al mismo tiempo el dengue ya llegó al área metropolitana de Buenos Aires, con más de 600 casos confirmados (3). Sin embargo, Argentina no tomó medidas enérgicas y radicales para detener el dengue.

El caso del coronavirus también sirve para insistir en que la problemática ambiental debe ser manejada de modo muy similar a las políticas en salud pública. La postura de los gobiernos en Alemania, Francia y España muestran que en ningún caso dejaron de implementar acciones, incluso las que afectarían a los intereses económicos y empresariales. Gran Bretaña intentó otro camino, apuntando a aceptar que habría contagios y muertes para no lidiar con complicaciones económicas y empresariales, fue ácidamente cuestionada, y está dando marcha atrás. En Chile, el gobierno Piñera está atrapado en esa discusión, y se resiste a tomar medidas presionado por sus consecuencias económicas.

En la problemática ambiental se han repetido oposiciones similares entre metas ambientales y desempeño empresarial, y casi siempre ganan estos últimos y por ello tenemos crisis ambientales como las de las cianobacterias. Allí prevalecieron los intereses económicos agropecuarios, y por ello persiste la contaminación de suelos y aguas en el Uruguay rural. Es una contradicción conocida que tiene tristes antecedentes en nuestro pasado, como tolerar la contaminación fabril, por ejemplo de curtiembres, bajo la explicación de proteger esas empresas. Ese modo de pensar se repite entre empresarios, actores gubernamentales y hasta en líderes sindicales que confundían aceptar la contaminación con la "defensa" de las fuentes de trabajo.

Las cianobacterias de nuestra contaminación criolla y el virus que nos llegó desde el exterior, cada uno a su manera, obligan a replantear esa vieja oposición entre el bienestar común y el beneficio de unos pocos, entre salud y rentabilidad. Es también un aprendizaje que cuando existe realmente la voluntad política y una ciudadanía exigente, es posible tomar medidas muy enérgicas pero impostergables. Estamos al inicio de un experimento político y cultural que puede tener repercusiones muy profundas en cómo entendemos la calidad de vida. Ojalá sepamos aprender.

Más información

1. The Global Risks Reports 2020, World Economic Forum - disponible en https://www.weforum.org/reports/the-global-risks-report-2020

2. Un estudio sube las muertes por contaminación al doble de las previstas, E. Sánchez, El País, Madrid, 12 marzo 2019.

3. La otra amenazada. Hay 666 casos de dengue confirmados en la Ciudad y aumentan los "autóctonos", Clarín, Buenos Aires, 14 marzo 2020.