Contenido creado por Gonzalo Charquero
Ana Jerozolimski

Escribe Ana Jerozolimski

Opinión | En estos días de horror, imaginemos

Qué diferente sería todo si los palestinos no fueran educados en el odio.

21.02.2025 16:27

Lectura: 4'

2025-02-21T16:27:00-03:00
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Israel vive momentos de especial congoja —y al mismo tiempo furia— por la confirmación de la muerte de los niños Ariel y Kfir Bibas, identificados en el análisis forense de sus pequeños cuerpos, así como de Oded Lifshitz, de 84 años. Mientras a ese horror se agregó el hecho de que el cuarto cuerpo entregado por los terroristas no era el de Shiri su madre y, lo peor, tras confirmarse que sus dos hijitos fueron asesinados por los terroristas con sus propias manos, queda claro que los horrores no terminan.

Cinco cargas explosivas fueron halladas en ómnibus de línea en Bat Yam y Holon al sur de Tel Aviv. Tres estallaron en transportes vacíos y dos fueron neutralizadas a tiempo.

Mejor ni imaginar qué habría pasado si los terroristas de Hamás no se hubieran equivocado al programar el tiempo de las cargas explosivas, o si no hubiera habido una falla técnica. Aún no se sabe cuál es la explicación, pero está claro que podría haber habido decenas de muertos.

¿Alguien sabe cuánto habrían aportado esas muertes a la “causa palestina”? Cero. Absolutamente nada. Ya se sabe que, cuando hay que tomar medidas de seguridad para lidiar con el terrorismo, también los no involucrados directamente pagan un precio.

Imaginen cómo crecerán los bebés y niños que este jueves fueron llevados por sus padres al festival de la entrega de los cajones con los cuerpos de los israelíes secuestrados. ¿Felices? ¿Con valores? ¿Con las herramientas necesarias para crecer sanos en mente y alma? No lo creo.

¿Qué les habrán dicho sus padres? ¿Que van a festejar el asesinato de niños judíos porque eso es el buen Islam? ¿Que su vida será mejor por la muerte de civiles secuestrados, de niños como ellos?

Me pregunto en serio: ¿Qué seres humanos conciben esos monstruos que serán sus hijos, si ellos consideran que es legítimo, deseable, divertido, señal de victoria, haber participado en el horror de este jueves de mañana en Beni Suhila al sur de Gaza? Entregan cuerpos en cajones con el texto “detenido el 7 de octubre”, en lugar de, por ejemplo, “civil secuestrado de su cama”. Introducen material de propaganda islamista en los cajones, ponen música alegre de fondo y la multitud aplaude.

Así funciona una sociedad que crece con odio, en la que el deseo de eliminar a Israel es mucho más fuerte que el de dar buena vida a sus hijos.

Les confieso: yo no odio a los palestinos. Pero desprecio los valores en los que se crían, las metas que glorifican, su forma de ver la vida y el valor que dan a la muerte. No odio a los palestinos porque no crecí con ese sentimiento. Nunca. Tampoco lo transmitiría a mis hijos y nietos. Me inspiran furia, claro que sí. Y cada vez menos lástima.

Estoy segura también que hay palestinos que quisieran otra cosa, que no concordaron con la masacre ni con todos los teatros del horror que ponen en escena los terroristas una y otra vez al liberar secuestrados, vivos o muertos. Pero, realmente, eso no tiene ningún valor si nadie dice o hace nada. Y, además, parece que son muchos menos de los que yo pensaba antes. No sé dónde están porque por algo no se animan a hablar.

Como escribió Gilad Erdan, el exembajador de Israel en la ONU: hasta en la Alemania nazi hubo alemanes que salvaron judíos, arriesgando sus vidas. En Gaza, ni uno salvó a un secuestrado ni hizo nada para ayudarlos. Y entre ellos hubo muchos en casas particulares. También casi 40 menores de edad.

Qué diferente sería todo si los palestinos no fueran educados en el odio. Si en lugar de secuestrar y asesinar en cautiverio al octogenario Oded Lifshitz del kibutz Nir Oz, él hubiera podido seguir con su vida, abocado al esfuerzo por garantizar convivencia pacífica con los vecinos de Gaza.

Tan solo nueve días antes del terrible 7 de octubre había alcanzado a hacer otro de sus viajes con una familia palestina a la que recogió de la frontera con Gaza para trasladarla al hospital Sheba en Israel, donde su hija pasaba un tratamiento médico. ¿A cuántas familias palestinas más habría ayudado si no hubiese sido secuestrado?

Qué diferente sería todo si los palestinos quisieran a sus hijos más de lo que odian a los nuestros.