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Escribe Esteban Valenti

Opinión | ¿En Uruguay somos todos primos?

Somos pocos, muchos nos conocemos, pero lo que nos diferencia de otros países no es el tamaño, sino que hay ciertos límites que no pasamos.

09.05.2019 13:09

Lectura: 6'

2019-05-09T13:09:00-03:00
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Por Esteban Valenti | @ValentiEsteban


Luego de unas pocas semanas en Uruguay, Jorge Lanata, el famoso y muy polémico periodista argentino dio por terminada su actividad de este lado del río. Al regresar a su país, sus colegas de la radio le preguntaron: "¿Gordo, cómo te fue en Uruguay?" La respuesta fue creativa y lapidaria: "No, allá no se puede hacer nada, son todos primos".

Era obvio que Lanata no había podido aplicar en Uruguay su estilo extremadamente agudo y punzante de afrontar los temas y, sobre todo, los personajes de la política uruguaya y sus alrededores. Es un estilo que aquí no funcionó.

Estamos en período electoral y se supone que el cruce de ideas, los debates, la agudeza de las entrevistas periodísticas debería acentuarse mucho. En especial en estos tiempos donde la gente, en una proporción importante está desilusionada o directamente enojada con la política en general. Está sucediendo lo contrario.

¿Qué papel juega cada cual en este modelo-estilo de hacer política? ¿Siempre fue así?

Si alguien se toma el trabajo de leer algunos viejos debates parlamentarios o artículos, columnas y editoriales de diarios y revistas uruguayos de hace varias décadas verá que la suavidad, la compostura y el equilibrio no brillaban en absoluto. Brillaban sí, pero por su ausencia.

Los debates eran feroces, tanto desde el punto de vista político como ideológico. Entre los partidos, entre los líderes y dentro de los propios partidos, en la derecha, el centro, la izquierda y entre estas diversas posiciones.

Al punto que se realizaron diversos duelos entre los protagonistas de esos debates. Lo que confirma que no eran por cierto muy angelicales.

Los duelos más famosos fueron:
Juan Zufriateguy y Juan Antonio Lavalleja en 1827, sin consecuencias.
Juan Carlos Gómez y Nicolás A. Calvo a pistola en Palermo (Buenos Aires) en 1856. Ninguno de ellos fue herido.
José Cándido Bustamante y Servando F. Martínez a pistola en 1866, en el que resultó muerto Martínez.
El periodista argentino Benito Neto y José Pedro Varela, en Buenos Aires en 1872, donde se encontraba exiliado este último. El duelo se realizó a espadas y no tuvo consecuencias graves para ninguno de ellos.
El ocurrido entre dos tenientes del ejército, Joaquín Tejera y Guillermo Ruprecht a pistola en en 1892, en el que muere Tejera.
Eugenio Garzón y Carlos María Ramírez a pistola, en 1894 sin consecuencias para los contendientes.

En el siglo XX los duelos continuaron, siendo uno de ellos entre Juan Andrés Ramírez y el expresidente por dos períodos José Batlle y Ordóñez a pistola en 1919, en el que ambos resultaron ilesos. No obstante, el duelo más famoso fue el que tuvo lugar entre José Batlle y Ordóñez y el joven periodista, Washington Beltrán Barbat, desencadenado por una nota que este último escribió sobre el primero. El duelo se llevó a cabo el 2 de abril de 1920 y tuvo como resultado la muerte de Beltrán. A diferencia de los duelos criollos, este tipo de duelos contaban con una serie de formalidades, como la elección de padrinos y la definición de armamento y la elección del lugar de la contienda. A partir de este duelo se aprobó una ley de duelos en Uruguay.

En medio de críticas situaciones políticas y sociales de la década de 1970, se hicieron habituales los duelos entre políticos y militares uruguayos. De estos enfrentamientos se destacan los que tuvieron lugar entre Manuel Flores Mora y Julio María Sanguinetti, Manuel Flores Mora y Jorge Batlle, Danilo Sena y Enrique Erro y entre Liber Seregni y Juan Pedro Ribas. Los duelos fueron prohibidos por una ley promulgada en 1992 durante el gobierno de Luis Alberto Lacalle.

¿Imaginen las cosas que se cruzaban por escrito o en el parlamento para terminar luego cruzándose espadas o pistolas?

De allí la pregunta: ¿Los uruguayos somos efectivamente todos primos?

Somos pocos, muchos nos conocemos, entre los políticos, ese conocimiento es todavía más probable, incluso la cercanía de familias o de conocimientos previos. Pero lo que nos diferencia de los argentinos y de otros países no es el tamaño u otros rasgos, sino que hay ciertos límites que no pasamos.

La vida personal y familiar en este país nunca o casi nunca es motivo de referencia para un debate político. Hay países que hacen de esa moral un eje de la imagen de sus líderes políticos. Los ejemplos son interminables. Cuando algún facineroso, supera ese límite y se refiere a aspectos amorosos o de familia o similares, recibe el desprecio de la gente y de la prensa. En otros países, hay publicaciones enteras que viven de esos chismes y de esa farándula política. En el Uruguay no funciona.

Pero eso no nos hace primos, ni parientes mucho más lejanos.

En realidad, lo que está sucediendo desde hace un buen tiempo es que el debate es tan pobre, tan falto de argumentos, tan pegado al suelo que no alimentan en absoluto la pasión y la razón en la política.

Lo más profundo y duro que se puede leer o escuchar se refiere a cuestiones legales, a hechos de ilegalidad y de inmoralidad, a la corrupción como máxima arma arrojadiza y casi nunca a las ideas, a los proyectos. Es la judialización de la política, denunciada ante una sede o en un medio de prensa.

Los medios también tienen su papel en no profundizar en los argumentos, en las bases del pensamiento de los diferentes partidos y candidatos, interrogando sobre el fondo de la ideología o de la visión política de los participantes de esta campaña. Y en cierta manera de las anteriores.


La cumbre de una investigación es descubrir una inmoralidad y no exponer el fondo de los proyectos e ideas de los ciudadanos que se proponen dirigir los destinos del país y por lo tanto una parte de nuestros destinos durante 5 años.

Las crónicas parlamentarias, son la repetición por parte de los periodistas, lo más prolijas y precisas posible las palabras de los oradores y casi nunca interpretar, mostrar ante el público cuales son los temas de fondo que se están discutiendo y sus proyecciones y consecuencias.

Para comparar alcanza con leer algunas crónicas parlamentarias de los años previos a la dictadura en los diarios de la época.

No hay duda que la prensa actual, en todas sus expresiones se ha hecho más plural, más abierta a las diversas voces, antes en ese aspecto daba cierta vergüenza por su sectarismo, por nuestro sectarismo, pero también es cierto que si el debate político parece muchas veces entre primos enojados y poco más, es por responsabilidad también nuestra, de los periodistas y ni que hablar de los propios políticos.

Está muy bien disminuir el uso de envases plásticos, pero es peligroso caer en un mar de envases políticos sin casi contenido. Aunque estén muy bien difundidos.