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Escribe Bernardo Borkenztain

Opinión | El pardaflorismo político (o "a eso le dicen pensar"): el artículo 38

La ambigüedad intrínseca de definir qué es o no una "aglomeración" es un problema filosófico que tiene 2500 años.

21.12.2020 09:55

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2020-12-21T09:55:00-03:00
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Por Q.F. Bernardo Borkenztain

borky@montevideo.com.uy

No llama ya la atención que este año ha sacado a relucir lo más granado de la estupidez humana, entre negacionistas de la pandemia, tomadores de lavandina, antivacunas con chip y ahora los caricaturescos personajes que se embanderan en las redes para teñir todo de lo - que ellos creen - es ideológico; realmente es una pregunta válida plantear si después de todo no será mejor que nos extingamos y le dejemos el reino a las cucarachas.

Antes que nada, y para aclarar que no pienso incurrir en la "falacia del hombre de paja" que implica caricaturizar algo o alguien y cuestionar la caricatura, me pienso referir como "focas" y "colorinches", a los efectos de esta nota, a los votantes de oposición y gobierno en Uruguay que se caricaturizan solos por su oposición sistemática y acrítica o por su adhesión fanática e irracional según de donde vengan las cosas. No pienso dar el salto falaz de generalizar la parte por el todo.

El tema es que cada vez que Lacalle o Cosse hablan se genera una tormenta (que reíte de las citoquinas) en las redes sociales en las que los tres millones y medios de expertos se despachan con memes y chistes (generalmente pueriles) ridiculizando a la parte contraria. Y eso ni suma ni ayuda a pasar la época de crisis, que, por definición es eso: un tiempo a atravesar con el menor daño posible.

La gente racional en realidad tiene matices, pero no tantas diferencias; no en vano Cosse aprobó en líneas generales las medidas que planteó el gobierno (pagando el precio de que el foquerío se le alborotara) porque eso, en líneas generales eran lo esperable: liberales y conservadoras.

Al inicio de la pandemia Tabaré Vázquez (QEPD) y el presidente del SMU pidieron enfáticamente la cuarentena, pero el gobierno la llevó con la "libertad responsable", y cuando esa herramienta se le rompió, ensaya otra. ¿Si me gustan? No, me parecen correctas pero insuficientes. ¿Si salgo a ridiculizarlas? Tampoco, si al gobierno le va mal me va mal a mí.

El problema que tiene la gente es que no tiene garantías de que al gobierno le vaya bien y a ellos también, y en ese caso no ayuda que los ministros encargados del temita de las aglomeraciones sean de los más impopulares del gobierno, Mieres y Larrañaga.

O sea, en temas de autoridad Larrañaga viene patinando desde que empezó el gobierno, pero es un ministro por cuota política y no por la confianza del presidente (como sí los es Arbeleche, por ejemplo) y es claro que a las focas no les guste nada.

Pero veamos el tema en sí, el de las aglomeraciones de gente. Los esclarecidos críticos de la medida se olvidan de dos cosas. En realidad una la olvidan y la otra ni la sospechan...

La primera es que en épocas de problemas no se puede andar en puntas de pie, sería como pedirle a los bomberos que midan el agua que usan para apagar un incendio. Si se pasan de metros cúbicos, mala suerte, que se queme la casa por desmesura ígnea. No. A tiempos difíciles medidas fuertes, y esta, siendo limitada en el tiempo, es una muy buena aproximación, porque cubre la peor quincena del año para las aglomeraciones y porque se termina en el tiempo por su mismo texto.

La segunda, la ambigüedad intrínseca de definir que es o no una "aglomeración" es, pero no lo saben, un problema filosófico que tiene 2500 años y que se llama "paradoja sorites".

Sorites significa "montón", y tiene que ver con algo muy sencillo: si agregamos partículas iguales de a una (arena, garbanzos, lo que sea), luego de sumar algunas aparece un "montón" en el número "n", pero si sacamos una o dos, con "n-1" o "n-2" partículas sigue habiendo un montón, lo cual es paradójico porque al agregar no había, pero al sustraer sigue habiendo.

Lo que pasa se explica con el concepto de "gestalt" de la psicología, y es una consecuencia de la complejidad. En el caso de personas, como aparecen además del número dinámicas sociales a partir de una cierta masa crítica, el problema se amplifica.

La gestalt, simplificando, se puede definir como un proceso por el cual la mente forma marcos de realidad para interpretarla, o sea, como "construye interpretaciones" en base a sus contenidos propios y las impresiones sensoriales. En el audio nos extendemos más sobre la explicación de esto, pero, en síntesis, la mente resuelve siempre la interpretación de las percepciones con el marco más sencillo que puede construir, y que es compatible con las mismas; eso hace, por ejemplo, que al ver un montón de personas se deje de percibir individuos y se pase a interpretarlos como unidades iguales de un montón.

Si agregamos el tema de la masa crítica (similar al sorites) que, a partir de cierto número la masa de personas pasa a tener conductas gregarias que no desparecen si no se deshace el grupo entero, si un montón de personas que no respetan la distancia social, no usan máscaras y comparten botellas y porros se reúne en Trouville o Kibon (o en Plaza Seregni o en el 40 semanas) hay que resolver esa situación.

Ahora, si, como las focas (no solamente, me temo) temen se limite a un tema aporofóbico de reprimir solo a los pobres, ahí el problema es de la aplicación y de una filosofía de la práctica de la autoridad, y no de la medida en sí. Pero no podemos acusar a priori de lo que no se hizo. Eso no se puede.

O sea, el problema de la ambigüedad de que la reglamentación no especifica que cosa es o no es una aglomeración no es una omisión, sino un problema de hace milenios que no tiene, de momento, una solución práctica a nivel de las normas jurídicas.

Seguramente todo iría mejor sin mentalidad de hinchada de fútbol...

Q.F. Bernardo Borkenztain

Por Q.F. Bernardo Borkenztain

borky@montevideo.com.uy