Hace dos años que Israel esperaba este día, soñando con el regreso de los secuestrados que estaban desde el 7 de octubre del 2023 en manos de la organización terrorista Hamas. Cabe recordar que 18 eran civiles y dos soldados. Los civiles fueron secuestrados de sus hogares o de la fiesta Nova. Los 20 vivos volvieron a casa y la felicidad embargó al pueblo de Israel. Lo vivimos directamente en la Plaza de los Rehenes en Tel Aviv, repleta de decenas de miles de personas que nunca en su vida habían visto a los secuestrados, pero los sienten desde hace mucho como parte de su vida, casi de su familia.
Los aplausos, las lágrimas de emoción y las banderas de Israel que flameaban cada vez que se oía un anuncio sobre el avance en el proceso de liberación o cuando aparecía un liberado en la pantalla gigante, expresaban el sentir más profundo del pueblo: religiosos y laicos, seguramente gente de izquierda, centro y derecha, nativos de Israel e inmigrantes de diferentes confines del mundo, a favor del gobierno y opuestos a él. El regreso de los secuestrados es un motivo de fiesta y de unidad nacional.
Pero este capítulo no terminó, aunque Israel cumplió su parte excarcelando a casi 2.000 presos palestinos, de los cuales unos 200 estaban condenados a cadena perpetua por atentados con víctimas mortales. Hamás violó el acuerdo al no devolver los restos de los 28 secuestrados muertos, sino solamente cuatro ataúdes, en los que se espera que realmente estén los huesos de secuestrados. Si bien dijo de antemano que tiene problemas para ubicar nueve de los cuerpos, lejos estuvo de devolver a todos los demás. Y los cuatro entregados, llegaron a manos de la Cruz Roja muchas horas después de lo acordado.
Hamás está violando el alto el fuego y la gran preocupación es que no se trate de algún problema técnico sino, lo más probable, un reflejo de sus características mentiras y maniobras terroristas. Que quiera quedarse con cuerpos para ejercer presión sobre Israel, para tener una carta de negociación en futuras situaciones de conflicto.
Pero esas situaciones de conflicto se darán sólo si Hamás no cumple los puntos del plan de paz de Trump, si no entrega las armas y no desmilitariza Gaza, algo que sigue diciendo que no hará. Y no está claro cuál será el mecanismo que en principio pueda imponerlo. El problema es que, si Israel no impone el cumplimiento de todo lo pactado, esto no se terminará más.
Pero más allá de ello, del hecho que nadie puede pensar aquí que Hamás se ha convertido en amante de la paz, está la sociedad gazatí, indoctrinada en el odio transmitido por Hamás desde el 2007, cuando tomó el poder en Gaza. Ver a los niños que salieron a festejar el fin de la guerra cantando “el ejército de Mahoma volverá”, no inspira confianza ni esperanza en un futuro mejor. Tampoco el ver a los miles de terroristas que al fin parece que encontraron sus uniformes y ya no andan como civiles mezclados con la gente , y saber que las celebraciones por el fin de la guerra fueron de hombres armados con disparos al aire.
No puedo evitar hacer comparaciones, entre las escenas de Gaza y las de Israel. Sí, a pesar de la destrucción en Gaza, que es responsabilidad de la organización terrorista que lanzó la masacre sabiendo que Israel tendría que responder, habiéndose instalado de antemano en escuelas y hospitales. Ningún mensaje alentador sale de Gaza, donde las figuras centrales siguen siendo los terroristas enmascarados.
Mientras tanto, las escenas desde Israel son de ciudadanos de a pie, con banderas de su país, celebrando la vida y el regreso de los secuestrados, a pesar de todo el sufrimiento vivido, el asesinato de 1.200 personas en la masacre, la evacuación de más de 140.000 de sus casas por los cohetes al norte y al sur, y el trauma nacional que envuelve al pueblo todo.
Otro motivo de preocupación se refiere al mundo, a todos aquellos que demonizaron a Israel durante los dos últimos años, inventando mentiras sin fundamentos, rechazando escuchar la verdad sobre la situación. Es indudable que hay mucho dinero de por medio y que hay gente paga para ello. Ahora queda en claro que nadie estaba preocupado por los derechos palestinos y por la guerra, porque nadie ha salido a celebrar el acuerdo y respirar aliviado. No, parecen hasta molestos porque Hamas no derrotó a Israel.
El tema de quién ganó y cómo, siempre es cuestión de discusión. Ambas partes alegan que la victoria es suya. Pero después de haber estado en la Plaza de los Secuestrados, de haber visto a los israelíes en las calles en este día de fiesta por el regreso de los secuestrados, tuvimos claro que esa es la victoria. Esa es la victoria de un pueblo al que se le ha impuesto una guerra en siete frentes, que fue invadido por terroristas con intención genocida que prometieron cometer otros 7 de octubre, pero no se rindió. Miles de soldados fueron reclutados y lo que soñaban era liberar secuestrados.
Este lunes, en el Centro Médico Sheba, cuando llegaron los secuestrados, entre los ciudadanos que bajaron al primer piso a verlos llegar, había un soldado internado hace meses, que resultó gravemente herido en Gaza y sigue en rehabilitación. “Por esto yo luché, para que ellos vuelvan”, dijo a una cronista de la televisión israelí. “Con su regreso, cierro un círculo y vuelvo a respirar”.