Detener la inflación sin detener la economía es el gran desafío de este tiempo. Hay que sostener el crecimiento del nivel de actividad, sostener la recuperación del empleo y simultáneamente bajar los indicadores de pobreza. De poco serviría seguir creciendo si eso implica aumento del número de pobres. De poco sirve el crecimiento si no trae empleo e incremento de la masa salarial.

El crecimiento puede seguir en el corto plazo por encima del correspondiente a la masa salarial. Si es en el corto plazo no importa cuál crece más. Lo que importa es que crezcan uno y el otro. Es lógico que en el auge el producto crezca por encima del salario. Ya vendrá el momento del ciclo en que se dé vuelta esa relación. El salario es más rígido a la baja. Cuando caiga la economía el salario se debe mantener. Es la compensación esperable. Lo malo sería volver a una situación en que el crecimiento del salario real se compense con caída del empleo y baja de la masa salarial.

El indicador de la pobreza ha venido subiendo a pesar del crecimiento acelerado de la economía, de la caída del desempleo y del récord de exportaciones en valor y en volumen físico. Esto se explica en el modo de medición de la pobreza. Hoy se mide por el ingreso y su capacidad de comprar una determinada canasta de bienes. En los tramos más pobres es donde se ha producido mayor incremento del valor de esa canasta. Lo que más ha subido son los alimentos. Constituyen el principal componente de esa canasta en los quintiles más bajos. La estadística muestra crecimiento de pobres, sin que necesariamente lo sean. Mañana tampoco habrá mejora sustantiva de la situación si bajan los precios de los alimentos y la estadística dice que los pobres de hoy dejaron de ser pobres. De cualquier modo, el asunto debe preocupar.

No es esa la única razón que explica la obsesión en bajar la inflación. No se trata de la baja de un denominador. No se trata de cambiar una lectura. Se trata de cambiar la mala realidad permanente de que uno de cada diez compatriotas sea pobre, no en una circunstancia de distorsiones de precios sino todos los días de su vida. Para eso el producto debe crecer y el empleo también. Hay que hacer otras cosas, pero eso debe suceder. No hay vuelta.

La inflación debe bajar porque deben bajar los costos de la producción para aumentar la competitividad que es la que explica el crecimiento de largo plazo. Siempre nos acomodamos para introducir nuevos costos dentro de los niveles crecientes de ajustes de precios. Crecen los costos que crecen naturalmente, y los que agregamos a causa de los mayores niveles de inflación. Costos que en general son de nuevos trámites, de controles o financieros. Rígidos a la baja todos ellos.

La inflación debe controlarse porque hay que evitar que el acostumbramiento a un nuevo nivel de crecimiento de precios termine indexando todos los contratos de todos los tipos. Si volvemos a vivir en dos dígitos nuestras expectativas serán en dos dígitos. Esto implica pérdida de poder adquisitivo significativa y permanente para los ingresos fijos. Implica reajustes permanentes. Negociaciones ininterrumpidas e ininterrumpibles. Tiempos perdidos para el trabajo y la producción. Pérdidas de eficiencia siempre costosas.

Eso pasa en el Uruguay y en el mundo. Estados Unidos le tiene terror a la indexación. Va a hacer lo imposible por combatir el crecimiento de los precios. Va a pagar su culpa de emitir con irresponsabilidad. Va a pagar su culpa de ingresar a la etapa de la recuperación pospandemia con tasa de interés bajas. Suya es buena parte de la culpa del fenómeno inflacionario. Rusia tiene la otra buena parte. Su invasión a Ucrania generó desabastecimientos de todo tipo. Las naturales presiones de todo conflicto bélico, alimentadas por la existencia de excesos en la cantidad de dinero en la economía mundial.

Se ha venido el tiempo del ajuste. De a medio punto y cuarto punto la FED de Estados Unidos subió la tasa de interés tres puntos desde marzo de 2022. Se espera que cierre en un 4% para este año. En lo que va del año, la entidad dispuso subas de 25 puntos básicos en marzo, 50 en mayo, 75 en junio y otros 75 en julio. Se vino de casi cero a 2,25% y 2,50%. Ahora se espera ese cierre de año en 4% y tasas ligeramente más altas para 2023.

También ha controlado la emisión. Los precios de los commodities ya empezaron su baja. La caída en la movilidad China jugó, justo es decirlo. La baja se ha observado en el petróleo, en los granos y en la carne. Se empezó a quebrar la rigidez. Debemos esperar aceleración paulatina de la caída de esos precios. El cambio de tendencia está instalado. Nos pegará fuerte por el lado de los ingresos y también ayudará en nuestros costos. Si es así la inflación empezará a ceder por si sola. Por su naturaleza. La inflación es importada. Su solución natural también.

La inflación vino de afuera. El componente de transables del IPC fue el que creció a ritmo mayor al 11%. Los comercializables en el mundo fueron los que marcaron el crecimiento de valor de la canasta. Los no transables crecieron por debajo de su crecimiento normal. Entre febrero y marzo de 2021 se registraron los mayores crecimientos de precios en los granos desde el año 92, en que se comenzó esta estadística. Los transables presentaron el menor incremento desde 2005. Es la prueba del nueve de que el fenómeno inflacionario es importado. En todo caso en Uruguay fue morigerado por la disciplina fiscal y la decisión permanente de contener precios.

El Banco Central ha decidido actuar. Siempre actúa. Cuando actúa y cuando no lo hace, está actuando. Si interviene o si no, está interviniendo. Es así. En este caso ha decidido actuar para bajar la cantidad de dinero en la economía a través de la suba de tasas de interés. Ha venido creciendo hasta los doce puntos. En Letras de Regulación Monetaria ha pagado tasas similares. Ha llegado a los 11,8 puntos en la ultima emisión. Es una opción absolutamente respetable por la capacidad y seriedad de sus proponentes, porque ha demostrado ser un camino siempre eficaz para el control inflacionario y por la preocupación por la estabilidad que encierra. Nos permitimos plantear algunas dudas.

La primera es cuál es la razón que explica su incapacidad de torcer tendencias hasta el momento. Las tasas de interés han subido y los precios también. O la medida no era suficiente para retirar dinero de la economía, o no era el exceso de cantidad de dinero la explicación del fenómeno. Es más, el Profesor Caumont observa que la cantidad de dinero no ha subido por lo que no podría explicar el incremento de los precios.

La segunda cuestión es cuánto influyen el precio del dinero y la tasa de referencia sobre las expectativas de los agentes económicos y de las familias. Da la sensación de que una tasa de dos dígitos invita a pedir reajustes de dos dígitos en el salario y en el reajuste de los precios. Por qué el dinero debe ajustarse a un valor tanto mayor al supuesto para los demás bienes de la economía. No parece compatible con la expectativa inflacionaria informada por el Gobierno.

Lo tercero es si no estaremos pagando en exceso por las colocaciones bancarias. Por las bancarias y las financieras en general. Ese 12% contra la inflación esperada implica una remuneración excesiva en términos reales. Parece razonable dirigir toda inversión hacia ese destino. Lo financiero contra lo productivo. Lo especulativo ganando terreno. La Banca seguramente ganando como en la época del Frente Amplio. No me gusta. Si hay sacrificio que sea para todos. También para la Banca. Encajes no remunerados pueden tener lugar por plazos breves hasta que la inflación ceda. El efecto de quitar dinero de la economía se produciría sin esos costos ni ese riesgo de mala influencia sobre las expectativas.

Si la idea es detener la inflación sin detener la economía hay que actuar sobre la economía real. Hay que bajar costos para seguir siendo competitivos con precios de los commodities más bajos en el mundo. Los combustibles deben tener su precio y no el impuesto por un Estado ineficiente y perezoso, que a todas sus pérdidas las vuelca al precio de un producto no prescindible ni sustituible. Pierde por contratos mal hechos, producciones encarecidas, desinteligencias, y le cobra sus culpas a ciudadanos que no tienen nada que ver.

Encima encarece el cemento y limita la actividad y el empleo en la construcción. Como si las culpas fueran ajenas, agrega impuestos a estos precios de por si excesivos. En vez de castigarse, castiga. En vez de recortarse, corta la producción y el trabajo. Difícil de comprender, pero verdad al fin.

Regulamos por necesidad y porque sí. Nadie está en contra del control sino de sus ineficacias y sobrecostos. Creemos en la contraposición de intereses como mejor medio de control. Nunca en el aburrido y demorado burócrata. En confiar y sancionar con dureza, antes que trancar.

Debemos combatir los nuevos métodos de la esclavización del trabajo por los servicios. No es aceptable el costo de aranceles que imponen las tarjetas al comercio. No lo es porque no es un mercado de competencia. No lo es porque el comerciante es esclavo de su obligación de dar al cliente la libertad de elección del medio de pago con que cuente o prefiera. No lo es porque en precios regulados a todo el costo lo absorberá el comerciante. No lo es porque si el comerciante puede trasladar total o parcialmente esos costos encarece el producto. Inflacionario si no traslada y podía abaratar, e inflacionario si encarece.

No protegemos nuestra industria y protegemos a los importadores. Paradójico pero cierto. Es de no creer, pero es así nomás. Exponemos a nuestra industria con costos altos y todo tipo de regulaciones que agregan costos profesionales, trámites a cada paso de los procesos productivos, envasados diferenciales, almacenamientos especiales y transportes exclusivos, en fin. Al importador le aseguramos exclusividades que invariablemente terminan en márgenes que se transfieren vía precios al consumidor. No hay exclusividad de importaciones, pero hay que presentar prospectos que solamente podrá presentar el Representante de la firma cuyo producto se importa. Habrá estudios y trámites que demoren y encarezcan todo proceso de importación. La consecuencia es que no haya competencia. La falta de competencia implica precios mayores.

Con las tarifas venimos bastante bien. Han reajustado por debajo de la inflación observada. La OSE en 2 puntos por debajo, la UTE reajustó 3,5% con una inflación del 7,96% y ANTEL no reajustó, lo que implica una rebaja real de casi 7,5%. Igual hay que eliminar algunas tarifas comerciales que inciden en los costos de las actividades comerciales.

Quiero actuar sobre lo que hay que actuar. Sin cabezas indexadas en dos dígitos. Sin ganancias bancarias sin asumir riesgos. Sin sobre costos que un día se pagan. Que no son Gasto Primario, pero son Gasto. Sin matar al que produce. Sin fabricar pobres por desempleo para sustituir los pobres por inflación. Frenar los precios sin frenar al Uruguay.