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Escribe Bernardo Borkenztain

Opinión | Del Che Guevara a Edison Campiglia. Los enemigos de la libertad

¿Desde cuándo somos tan literales y poco inteligentes como para no entender que a un personaje debe aproximarse uno con lo que se llama "pacto ficcional"?

09.06.2020 13:24

Lectura: 9'

2020-06-09T13:24:00-03:00
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Por Q.F. Bernardo Borkenztain

borky@montevideo.com.uy

"...Desprejuiciados son los que vendrán

Y los que están ya no me importan más
Los carceleros de la humanidad
No me atraparán dos veces con la misma red..."


Charly García

En el poema "Reír llorando" de Juan de Dios Peza, se lee la siguiente y bella estrofa:

"...¡Cuántos hay que, cansados de la vida,
enfermos de pesar, muertos de tedio,
hacen reír como el actor suicida,
sin encontrar para su mal remedio!..."


Como en los versos que preceden, un grupo de indignados ciudadanos de Rivera han protagonizado un acto de humor involuntario que, no cabe duda, hace reír llorando.

No sabría decir qué me ha puesto más triste, si el hecho de que uno de los peores versos del genial Rafael Cotelo, sin dudas el más brillante cupletero que tiene el carnaval actual, su personaje Edison Campiglia, sea el más difundido, o que lo que llevo años vaticinando, con muchas ganas de equivocarme, haya pasado: la marea de estúpidos indignados nos ha pasado por encima.

El tema de indignarse por cualquier cosa, aún las más intrascendentes como un segmento de humor en un programa radial, que no expresa ni ideas ni mensajes, solo pretende - con mayor o menor éxito - lograr la risa, no empezó como una patología de las redes sociales, pero se ha amplificado por éstas y en especial las generaciones más jóvenes, los "millenials", son particularmente agresivos con sus quejas de ofensa mortal. Pero no los únicos.

Gente grande, imposible de ser acusados de adolescentes, han presentado una denuncia penal (¡penal!) contra los integrantes del programa La mesa de los galanes protagonizando un acto de humor involuntario que, si no fuera peligroso, sería desopilante. En el escrito, que se hizo público, denuncian a gente que no estaba al aire, e incluso que hace años no trabaja ni siquiera en la emisora, pero como había una foto de ellos allá marcharon. Otro tema es que confunden (a nuestro juicio) los chistes (bastante malos y burdos, justo es reconocer) del personaje Edison Campiglia con afirmaciones e incitaciones del comunicador Rafael Cotelo.

¿Desde cuando somos tan literales y poco inteligentes como para no entender que a un personaje debe aproximarse uno con lo que se llama "pacto ficcional"? Me explico, uno suspende la incredulidad, y juega a creer por un rato que Carlos Tanco es Darwin Desbocatti, o que Rafael Cotelo es Edison Campiglia, y escucha sabiendo que lo que sigue no es una arenga política. Gente así me da miedo de que se angustie porque a Tom Holland se le rompan las telarañas y se caiga de un puente o que Henry Cavill se intoxique con una dosis de kriptonita...

Parece estúpida la comparación, pero es lo mismo; es tan personaje Campiglia como Superman, y si no tenemos problemas para no intentar linchar a Jared Leto en la calle, en el entendido de que no es el malvado Joker, no me explico por qué a Rafael Cotelo sí se lo puede lapidar. O sí, si lo entiendo, pero me da miedo.

El problema es lo que Jorge Dubatti ha llamado "transteatralidad", un invadir de los actores del mundo real (políticos, académicos) en el ámbito de la ficción para pasar a interpretar personajes. Hoy en día es claro que sin un "avatar" público ningún político puede ser electo, y José Mujica (1) es el ejemplo más perfecto, nadie con dos dedos de frente puede pensar que la imagen pública que proyecta no sea un personaje, lo mismo que Trump, Kristina Kirschner o Nicolás Maduro. Que atrás haya algo consistente o no dependerá del caso, pero hoy en día dominar las narrativas es el principal objetivo político en el debate público, así como "enviar señales" es una parte de gobernar tan importante como la propia gestión. Pero no puede aplicarse lo mismo a los personajes de ficción, al menos no sin renunciar a tener una inteligencia algo menor que la de un orangután drogado...

Es imprescindible entender que debemos de terminar con la negación del otro. Tanto los zurditos identitarios que se rasgan los iPhones ante un chiste de contenido racial o sexual (siempre que no sea contra un hombre blanco hetero de clase alta) o los fachitos (2)  que les dan convulsiones cuando les dicen que a lo mejor hay que repartir un poco la riqueza a los que no tienen nada, tienen un punto en común: ambos se creen los dueños de la verdad y niegan toda autoridad, moral o incluso derecho de existir al que cuestione (ni hablemos de negar) su discurso.

Por lo anterior es obvio lo que decíamos en la primera nota al pie; mientras la izquierda gobernaba, con Rafael Cotelo como un personaje importante de la cultura, los guerrilleros sociales de izquierda le perdonaban la vida mientras los de derecha jamás tuvieron problema en ofender a nadie que no fuera poderoso.

Porque entendamos una cosa: Edison Campiglia es un personaje que nace en el Carnaval de 2002 cuando la antes citada murga Agarrate Catalina no estaba lo suficientemente civilizada y autocensurada como para hacer un cuplé sobre travestis, y está en la radio desde 2009, cuando Cotelo se suma a Segunda Pelota (de la desaparecida Océano FM de contenidos, hoy radio de música). O sea, alguien que (nos consta que a su pesar) hace un personaje que es provocador hace once años y viene ofendiendo a troche y moche.

Y en este sentido, quizás Cotelo sea lo único realmente subversivo que hubo en los últimos diez años, ya que ante la emasculación/infibulación autoinfligida que "les humoristes" neoseculares sufren, se para con desparpajo y ejerce una libertad de expresión que casi nadie tiene en los medios. Podemos contar a Lubo Adusto Freire, Julio Cesar Migues, Darwin Desbocatti, y algún otro, pero en general todos han agachado la cabeza y se rindieron ante la inquisición buenista para la que un chiste es tan malo como una violación. O sea, jamás lo van a reconocer, pero el tipo de escrache que se le hace a los comunicadores (tomemos esta denuncia penal y todos los indignados de las redes contra Cotelo) es igual de virulento... O no, porque lo que se vio contra los imputados de la Operación Océano, algo REALMENTE JODIDO, fue mucho más tibio.

O sea, ni Caperucita Roja se cree que lo que le está pasando a los conductores de La mesa de los galanes es por un problema moral (y no dudo de que no va a tener mucho andamiento en la justicia, sería inverosímil), sino la bronca acumulada de quince años de narrativa en contra que tuvo la derecha.

Es claro, Orlando Petinatti es igual de irreverente que Campiglia, pero de derecha (y mucho más sistémico) y no parece ofender a los de derecha mientras que lo inverso pasa con el segundo y los de izquierda. Todo termina en ideología.

Ahora, gastar la guerra ideológica en cuestionar un personaje de humor y no cosas tales como la LUC o la renta universal, o lo que sea que valga la pena, es algo que va de lo ingenuo a lo francamente estúpido.

Porque es imprescindible entender que si bien los conductores (que son buena gente, doy fe) se han disculpado, hoy medio país escuchó el arranque del programa, y si alguien no sabía quién era Campiglia hoy lo sabe todo el país.

Queriendo censurarlo, al que ya es un influencer con medio millón de seguidores en Twitter le agregaron otro millón y medio.

Es muy fácil. Si uno se ofende, no escuche. Por el mismo mecanismo perverso de la viralización, queriendo perjudicarlo, le hicieron pasar un mal trago, pero le dieron flor de publicidad... el minuto del programa hoy vale mucho más que antes...

No es tan difícil: en vez de cercenar la libertad de otros a expresarse como les guste, ejerzamos la propia de no elegirlos... no es como si no hubiera de dónde. (Por cierto, no le pregunte a Campiglia).

Entendamos de una vez: la libertad de expresión es sagrada. Si, como hizo la izquierda en los últimos diez años de gobierno, pretendemos tener el derecho de silenciar al otro, esa misma maquinaria de censurar queda a disposición cuando el gobierno cambia de manos, y, así fue que los justicieros sociales le dejaron la maquinita de aplastar ideas a otra ideología, y con las perillas relucientes. No duermen en una cama que no se hayan tendido.

De momento, por más que alguna murga algo rancia que alguna vez fue buena y fue joven diga que ser librepensador es de derecha, sepamos que ser libre es humano, y quizás no haya ninguna lucha que valga la pena dar que no implique directa, o indirectamente, la libertad de los individuos por encima de las de las instituciones.

¡¡Salve Campiglia!!

Bernardo Borkenztain

(1) Rafael Cotelo, como el más cómico integrante que tuvo la gloriosa murga Agarrate Catalina, factótum de la narrativa épica de Mujica, estaba protegido contra las balas de los "snow flakes" de la izquierda identitaria, a los que se llama copos de nieve por su fragilidad patológica, pero ahora la derecha le va a cobrar todo, desde los chistes al precioso auto que se ganó en la ruleta, como el mismo dijo [IRONÍA MODE:ON]

(2) Por una comodidad más hija de la economía de espacio que de otra cosa, vamos a ignorar en esta nota que no es lo mismo Tabaré Vázquez que Cristina Kirchner, o Lacalle Pou que Bolsonaro, o ni siquiera Maduro que Solomon Grundy. Asumamos que es obvio eso y asumamos un modelo que no por sobresimplificado deja de ser representativo de la mentalidad del guerrillero de Twitter. Ambos bandos...

Por Q.F. Bernardo Borkenztain

borky@montevideo.com.uy