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Escribe Esteban Valenti

Opinión | Alianzas y soledades

Las campañas electorales no ganan las elecciones, no cambian las realidades profundas, pero pueden ayudar y mucho, a perderlas.

06.11.2019 13:20

Lectura: 6'

2019-11-06T13:20:00-03:00
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Por Esteban Valenti | @ValentiEsteban

Cuando yo comencé a militar en política en el lejano año de 1962, me acuerdo de una frase que en el Partido Comunista se usaba con mucha frecuencia, el dilema de la política "es quien aísla a quien". Mis compañeros de varias generaciones la recordarán.

Tomemos un ejemplo, en el golpe de estado del 27 de junio de 1973 ese fue el gran dilema. Los golpistas civiles y militares aislaron a las fuerzas democráticas y populares, se apropiaron del aparato coercitivo del Estado, Fuerzas Armadas y Policía y derrotaron la resistencia, los 15 días de huelga general, las ocupaciones de las fábricas y a pesar de que los optimistas afirmábamos que no se venía "un lustro sombrío" se vinieron casi 12 años de terror. Ellos, nos aislaron a nosotros.

De ese dicho, hay una versión castiza mucho más sutil: "vinieron los sarracenos y nos molieron a palos, porque dios ayuda a los malos cuando son más que los buenos".

Lo que está en juego desde hace tiempo para la izquierda, para las fuerzas progresistas en el Uruguay y en la región y en el mundo, es precisamente quien aísla a quien. No es un problema electoral, ni tampoco se puede medir en las anécdotas sino sobre todo en la visión estratégica y cultural.

En el Uruguay 15 años de poder del Frente Amplio produjeron un triple fenómeno, que no se discutió antes, que no se previó más que en términos internos de distribución del poder y que le hico perder la iniciativa a la verdadera izquierda.

Primero ganados por la omnipotencia aparente del poder por las mayorías parlamentarias y el calorcito en el traste de los sillones, fuimos profundizando la brecha con todo el resto del espectro político. Lo único importante estaba adentro, a diferencia de lo que fue siempre la tónica del FA, desde su nacimiento y hasta el año 2004, crecer hacia afuera, individualmente en ciudadanos, pero en alianzas políticas y sociales. Esa era la clave del llamado bloque social y político de los cambios.

Segundo, elevamos a nivel de religión la consigna que todo estaba en seguir gobernando, en sucedernos a nosotros mismos y de acordarnos de los demás al otro día del balotaje. Con la única excepción en el 2019 de Fernando Amado. Incluso el MPP y la 2121 que en los últimos 20 años trabajaron duro afuera del FA, se los ganó la lógica absoluta y total de la disputa interna del poder. Y unos ganaron y otros perdieron estrepitosamente. El problema es que controlan un FA diferente, mucho menos representativo de la sociedad uruguaya, mucho más estrecho y con un 20% menos de votantes. Casi nada.

Tercero generaron del otro lado de la zanja sentimientos tan tajantes, tan absolutos de rechazo que le facilitó al Partido Nacional en una semana construir una alianza multicolor. Es decir robarle al FA una de sus principales banderas, la pluralidad, la suma de fuerzas, de energías, de capacidades, de profesionales y técnicos. Con sus diferencias, que nunca ocultamos. En realidad esa alianza no se construyó en 10 días sino en los últimos 10 años de sectarismo, de atragantarnos de poder, de satanizar a los "otros", cuando el Uruguay reclamaba un Proyecto Nacional inclusivo y abierto, sobre todo en problemas como la producción, la educación y la inseguridad. No nos movieron ni los cañones de Navarrone. La verdad era nuestra y nada más que nuestra. Y así llegamos al 27 de octubre del 2019 y pegamos un terrible salto hacia atrás de 20 años y más.

A eso debemos agregar que los profundos errores de los dos últimos dos gobiernos en su política con los militares le dio la plataforma, el líder y el núcleo de la base social para que se formara Cabildo Abierto, que notoriamente está a la derecha del resto del espectro político. Aunque las truculencias no sirven, sobre todo cuando algunos ilustres líderes del FA los convocaban a formar alianzas hace pocos días.

Y el salto no es solo en cantidad de votos, en porcentajes, es en algo mucho más importante, en visión política, en línea política, en inteligencia progresista. Y así marchamos hacia el balotaje, con una fórmula que se digitó por el candidato presidencial para demostrar que mandaba, negando toda la historia del FA y de la izquierda uruguaya.

El desastre podía haber sido mucho mayor, no lo fue porque la cultura de izquierda de una parte de la sociedad uruguaya, de los de abajo, de los que sacan su banderita o su bandera tricolor es muy profunda y hasta perdona generosamente las burradas y los horrores. Perdona que el símbolo de esta campaña, que entre otras cosas quiso ocultar al FA, sean tres triángulos que apuntan nada menos que hacia la derecha...

La gente votó con el corazón, con ese órgano político tan castigado por muchos dirigentes con su soberbia y su falta de sentido crítico, porque además recuerda que el primer gobierno fue un buen gobierno, pero por eso mismo sabe perfectamente que el segundo fue un desorden de primera y el tercero un flotador de cuarta. Y además encaprichado con los errores, como en ANCAP, en la educación y la inseguridad. Por ejemplo.

Las campañas electorales no ganan las elecciones, no cambian las realidades profundas, pero pueden ayudar y mucho, a perderlas. Las alianzas, la prepotencia del poder, el sentido de infalibilidad, no se arreglan ni con las mejores campañas, ni con los peores y más pobres discursos, ni con los relatos mentirosos. Eso sí, pueden lograr cambiar radicalmente un Frente que nació plural, que triunfó plural a nivel departamental y nacional y que gobernó bien en forma plural y adueñarse de todos sus resortes.

Pero la pregunta sigue siendo ¿Quién aísla a quién? Que cada uno busque su respuesta, para lo cual no alcanza con el corazón, hay obligatoriamente que usar la cabeza.