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Escribe Esteban Valenti

Opinión | A 10 días de las elecciones nos casamos

Puede sonar algo exótico casarse luego de 30 años de convivencia, pero, en realidad, es un gesto de optimismo por el tiempo que hemos vivido.

22.10.2019 10:28

Lectura: 4'

2019-10-22T10:28:00-03:00
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Por Esteban Valenti | @ValentiEsteban

No lo planificamos, fue la fecha que nos tocó en el juzgado de Piriápolis, donde desde siempre nos quisimos casar. No tiene ningún significado político ni queremos que lo tenga. Fue un jueves y un viernes y el lunes, aquí estamos trabajando.

A mí me importa compartir con mis lectores esta experiencia, porque fue única, irrepetible. Entramos al salón acompañados de nuestros muuuchos nietos y nuestra bisnietita. Estaban nuestros 4 hijos, varias nueras y un yerno, mi hermano Giogio y su inseparable Susana, y su hija Cinthya y mis sobrinos, también dos hermanas de Selva, Graciela y Mabel y Felix su esposo y muchos otros parientes y amigos. Y nos divertimos, como hacía mucho tiempo que no me divertía. Y Creo que muchos de los amigos que estuvieron presentes también se divirtieron.

Cumplí un deseo que Selva tenía desde hace décadas: bailamos un tango, nada menos que La Cumparcita. Ella era bailarina desde niña y aprendió enseguida y muy bien, yo tengo dos pies izquierdos, pero la verdad que me salió bastante bien, con cortes y quebradas. Todo gracias a una profesora maravillosa, Mariela.

Hubo ausencias, de esas que se sienten mucho, porque no podrán estar más con nosotros y nos duelen cada vez que festejamos la vida. No voy a nombrarlos porque son demasiados. Pero faltó una amiga que fue una de las dos claves de ese casamiento, una es sin duda el amor que le tengo a Selva y la perseverancia de Renee Pereira que por una indisposición no nos pudo acompañar. Es una de mis grandes amigas. Sobre sus pequeños hombros se apoya ese coloso que es el Argentino Hotel, uno de los mayores monumentos a la grandeza y la audacia de los uruguayos, y en este caso a un hijo de emigrantes genoveses, Francisco Piria.

El hotel fue otro de los protagonistas, porque aunque está en refacciones, es tan noble, tan impresionante, que se respira la aroma de los tiempos maravillosos de un Uruguay sin límites, sin miedos, capaz de construir en los años 20 y terminarlo en 1930, uno de los hoteles más grandes y lujosos de toda América. Y además de nuestro casamiento había un retiro espiritual católico y jubilados alojados en un plan de turismo social. Y allí pudimos convivir todos, porque no solo es gigante, es mágico.

Es posible que les diga algunas banalidades, pero lo necesito.

Afuera seguía rugiendo el mundo y el país a pocos días de las elecciones y nosotros, creamos un pequeño reducto para refugiarnos, para apretarnos en abrazos y saludos con muchos compañeros y amigos de muchas generaciones y experiencias. A todos ellos nunca podré agradecerles su presencia en ese momento.

Puede sonar algo exótico casarse luego de 30 años de convivencia, con mi querida Selva, pero en realidad es un gesto de optimismo, no por el tiempo que nos queda por delante, sino también por el que hemos vivido. Ninguno de los dos somos muy amigos de las formalidades, y para los que no lo hayan hecho, les puedo asegurar que casarse quiere decir cumplir varias y diversas formalidades. Un anillito en el dedo de cada uno y la libreta de casamiento no cambia mucho, pero cumplir ese gesto de casarnos ahora que tenemos esa enorme y maravillosa familia, que hace que levantarse cada mañana sea la aventura de sorprenderse, sobre todo con los 15 niños. Verlos a 13 de ellos todos juntos, y recordar a dos de que están lejos, Romina y Theo, es parte de la vida en estos tiempos, donde el desparramo es un precio caro para alcanzar un cacho de felicidad.

No puedo, ni debo recordar a todos los que nos acompañaron, sería injusto por múltiples motivos. Hoy estoy nuevamente frente a la computadora, miró las fotos y comparto una definición de Umberto Eco, la felicidad permanente no existe, son momentos fugaces. Y ese fue un largo momento con una parte fundamental de los míos. Y eso en estos tiempos de soledades, de fracturas, de tensiones y ¿por qué no decirlo? de horrores, es un privilegio.

Quisimos y creo que lo logramos, darnos y dar una buena nueva.

También les agradezco a los muchos, muchos amigos que por las redes sociales, con ingenio y cariño nos enviaron sus saludos.

Y sí, nos casamos y para seguir casados, hay que volver a enamorarse todos los días. Con papeles o sin ellos. Y para nosotros dos evitar hacer campañas electorales juntos. La vamos a pelear, que es lo que sabemos hacer mejor. Pelearla.