Contenido creado por Inés Nogueiras
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Nuevas tecnologías, comunicación y política

Nuevas tecnologías, comunicación y política

El surgimiento de las redes sociales produce muchas cosas, pero sobre todo produce datos, una infinidad de datos de diverso tipo. Datos de personas, de empresas, de consumidores, de electores, de gustos y preferencias. Ese es el mayor capital que produce la enorme corriente global de los nuevos medios electrónicos de comunicación.

13.09.2016

Lectura: 5'

2016-09-13T00:08:00-03:00
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No solo las redes sociales, la televisión por cable o servicios como Netflix, producen su propia y enorme cantidad de datos. De datos que constituyen una de las mercancías más valiosas para el comercio, la economía, la comunicación, la publicidad y naturalmente la política. Nada de los humano les es ajeno. 

Hay dos maneras de reducir y de equivocarse sobre el uso de las nuevas herramientas tecnológicas de las redes y sus más diversas combinaciones, y de esa enorme masa de datos. La primera es considerar que son una simple extensión de los mecanismos electrónicos más tradicionales. El cambio es implacable porque implica nuevas posibilidades de intercomunicación, permite detectar tendencias espontáneas o inducidas, reacciones ante procesos y hechos a velocidades antes desconocidas, y permite crear masas de opinión en torno a los más diversos temas, recurriendo a textos, imágenes fijas y móviles y a diversas combinaciones.

La otra forma de desenfocar el problema es tecnificar la política, considerar que manejando bien los instrumentos actuales, y los que sin duda surgirán en el futuro, se ha resuelto lo principal. Es falso, si no hay claridad en los contenidos, en los mensajes, en la capacidad de tener referencias claras en el manejo de los hechos y de las propias tendencias de opinión pública, se genera una ilusión pero al final de todo hay una alta posibilidad de fracaso.

Disponer de bases de datos lo más completas posibles, segmentadas por diversos parámetros, edades, localización territorial, sectores sociales, culturales, educativos, por gustos y consumos materiales pero también culturales y de entretenimiento e información, es un insumo fundamental para la política. Con una condición, la confiabilidad y seriedad de esas bases de datos.

El segundo elemento clave es transformar esos datos en inteligencia, en segmentos y estrategias de distribución y uso de esas bases de datos de manera inteligente y especializada.

Y en tercer lugar todo se soporta en producir mensajes en sus diversos formatos que tengan impacto, que llegue a cada uno de los destinatarios para responder sus inquietudes, sus dudas, sus intereses y que sean creíbles. En política eso es fundamental, la credibilidad del emisor y del mensaje.

A todo eso hay que agregar que la presencia y el uso de las redes incorpora otros factores. La oportunidad, es decir la capacidad de responder y estar presentes en los momentos necesarios, correctos y sin saturar; la sensibilidad, hay que demostrar y expresar capacidad de diálogo, de escuchar y de interactuar de la mejor manera, entender las redes de forma unilateral, sin el mayor cambio de todos, el empoderamiento de cada integrante de las redes de sus propias capacidades de generar contenidos y relatos propios, es otro seguro de fracaso.

La política tiene la obligación de la universalidad, es decir la necesidad-obligación de llegarle a todos los públicos, pero eso no implica establecer una uniformidad inexistente. Los cambios que existen hoy entre las diversas generaciones sobre sus fuentes de información, contacto, entretenimiento e interacción social y política nunca fueron tan grandes y se modificaron con tanta velocidad.

Lo que hoy parece ser el final de un camino, o al menos una estación bastante estable de esas redes sociales, como Twitter, Facebook, Instagram o Snapchat, son simplemente un nuevo estadio, una nueva etapa de una carrera cada día más frenética de los cambios en la comunicación.

La política no puede estar al margen ni de los cambios concretos, ni de las tendencias aceleradas y a los ciclos cada día más cortos de las nuevas herramientas. La izquierda debería prestarle una especial atención, porque no puede haber más libertad y más igualdad de oportunidades, sin acceso a la innovación en todos los planos y en especial en la circulación de la principal mercancía comercial actual y al fundamental insumo de la política, la comunicación.

La historia de la política desde el ágora griega hasta nuestros días podría escribirse a través de sus métodos de comunicación y la construcción en ellos del discurso político y de la acción de las diversas formas de gobierno y de poder.

PD.

Vaya con esto un homenaje a Luis Eduardo González, "el Sordo", que desde la recuperación democrática fue un actor de primer nivel, desde la academia y desde los medios, en el debate político, no solo por sus encuestas de opinión pública, sino sobre sus previsiones y proyecciones políticas. En un tiempo de descripciones, se arriesgó a realizar prospectivas desde la ciencia política.

No fue un observador neutral, sino un amante de su profesión y un apasionado de sus estudios, solo así se puede explicar que haya podido superar una limitación tan importante como su sordera para alcanzar su alto nivel técnico y político.

Hizo enojar y esperanzar a políticos de todos los sectores y superó las críticas con humor e hidalguía. Vamos a sentir su ausencia. Las nuevas tecnologías también lo obligaron a adecuarse a estos nuevos tiempos tormentosos, lo hizo con mucha inteligencia y un enorme tesón y esfuerzo.