Contenido creado por Gastón Fernández Castro
Navegaciones

No a la censura. No a la propaganda del delito

No a la censura. No a la propaganda del delito

17.07.2012

Lectura: 6'

2012-07-17T07:40:31-03:00
Compartir en



La capacidad de argumentar a favor de algún tipo de censura a la opinión, a la prensa, a la información, es infinita, ilimitada. Se podrían llenar bibliotecas con la creatividad del poder en todas las épocas y en todo el planeta para imponer esas limitaciones. Estoy totalmente en contra.

Estoy en contra de regular los temas culturales de cualquier tipo por vía administrativa, es siempre una forma de censura. La limitación de ciertos horarios para difundir ciertos programas es un tema muy delicado, pero acepto que hay que arriesgarse a buscar esos equilibrios pensando en aquellos que por su edad deben protegerse. Pero...con muchísimo cuidado de no resbalar por la pendiente de cualquier censura.

La derecha tiene una larga, interminable historia de censuras de otras opiniones. Opiniones de izquierda, opiniones culturales, sobre los derechos humanos, sobre la historia y muchas otras censuras. Recordemos uruguayos, recordemos.

Censuras que muchas veces fueron un sistema muy bien organizado del oligopolio de la comunicación en nuestro país. La lista de casos sería impresionante. Ahora las cosas han tenido algunos cambios interesantes, muchos de ellos impuestos por la dura realidad que padece la derecha y su mentalidad, otros porque siempre es bueno tener esperanza en los cambios positivos. Sin ser por ello vegetarianos.

En la izquierda tenemos una relación muy compleja con la censura o mejor dicho con la libertad de opinión. Fuimos víctimas predilectas pero en muchas partes del mundo, gobiernos de izquierda censuraron, monopolizaron y siguen censurando. Creo que la identidad misma de la izquierda debería ser de una defensa a ultranza de la libertad de pensamiento y de expresión, dos cosas inseparables. Para que pensar con libertad valga la pena es necesario que exista libertad de comunicar, de expresarse. No se trata de libertad de pensamiento en los claustros, en la reflexión personal, sino en la sociedad.

No se trata sólo, ni principalmente de nuestro convencimiento de que la democracia en el sentido más profundo es el único territorio para el progreso y para la justicia social, hay algo previo, creo que la misma identidad de la izquierda. La de pensar críticamente las estructuras, los poderes, las injusticias y proponerse cambios requiere de la libertad de pensamiento y de prensa como el aire, como un sustento básico.

Por eso creo que la censura es una derrota para la izquierda, me refiero a la censura que nosotros pretendamos aplicar a las ideas o a los mensajes que no nos gusten, que nos cuestionen.

Las batallas culturales hay que ganarlas en el plano cultural, de lo contrario serán simples parches y sobre todo parches dolorosos en nuestra propia identidad de izquierda. Tapan agujeros, desnudan debilidades, y un día explotan.

Por eso creo que el debate sobre el delito, la inseguridad, sobre las formas de convivencia o desde el ángulo que se quieran definir estos temas será duro y complejo si se incorpora por algún lado el tema de la libertad de prensa. No estamos hablando de un tema accesorio sino de algo fundamental, de principios democráticos.

Esperemos los textos concretos, los proyectos, para hacer una discusión precisa.

Pero hay otro elemento clave donde nadie nos impide dar la batalla cultural. Hay medios de prensa en el Uruguay, que de forma constante, permanente y planificada hacen propaganda del delito, lo banalizan, lo transforman en un consumo habitual y creciente para sus consumidores. En particular en la televisión. No lo hacen voluntariamente, es una consecuencia de su desesperación por construir esa agenda.

No se trata solo de comenzar invariablemente sus informativos centrales, con delitos de ese día o del día anterior y si estos no alcanzan, con delitos de otros países, sino que el eje de su servicio informativo rota en torno a ese tema: la delincuencia.

No dan solo la noticia, sino que hacen una campaña sistemática y constante. Y eso es ideología, eso es propaganda, eso es política y tiene intencionalidades muy concretas.

No tengo cola de paja, escribí cuando consideré necesario que la famosa "sensación térmica" sobre el delito, era parte de la realidad y las cifras del crecimiento de las rapiñas y los hurtos y, ahora el aumento de los asesinatos es una dura realidad que está cambiando, empeorando la calidad de vida de la gente, de nuestra gente. Y si bien es bastante generalizada, esta situación es particularmente injusta porque se concentra en los más débiles, en los más desprotegidos, en los que no tienen los recursos privados para protegerse de la violencia y la delincuencia. No me duelen prendas en este sentido.

Por eso mismo digo que hay medios de comunicación, en especial canales de televisión que han colaborado al crecimiento del delito. No digo que se lo propusieran, pero no tengo ninguna duda que exponer el delito casi como una normalidad, como una práctica tan común como algo accesible, al alcance de cualquier mano, impacta en determinados sectores de la peor manera: ¿por qué no?

Sé perfectamente lo grueso de la afirmación que estoy haciendo, pero en la vida hay que tratar de ser coherentes y si uno considera que la comunicación tiene tanta importancia en aspectos democráticos, de crecimiento cultural, de avance de un pueblo, ¿cómo desconocer que también se generan consecuencias inversas?

La comunicación influye en todo, también en los delincuentes, también en los potenciales delincuentes. Hoy en el Uruguay y desde hace algunos años, delinquir es algo casi normal. Se ha creado una subcultura del delito como forma de vida.

¿Es sólo o principal responsabilidad de la comunicación? Las cuotas de responsabilidad no puedo establecerlas, pero no tengo dudas de que hay causas y condiciones sociales que influyen, fracasos de la educación y la contención social, debilitamiento de las familias, formas de marginación social y cultural, pero además está la comunicación y la información que tanto influye en la vida de nuestras sociedades.

Vivimos en la sociedad de la información y el conocimiento ¿y el clima del delito no tiene que ver con esa nueva realidad? No son sólo los informativos banalizando la delincuencia, son también los mensajes culturales de ciertas formas de entretenimiento, ciertos programas que han hecho del delito algo universal, normal y un camino, una opción en la vida.

En el mundo de lo superficial, de lo banal, del consumo, hoy y ahora, por encima de todo se debilitan muchas cosas. Pero esa es una batalla que debemos dar culturalmente y no administrativamente. Al contrario, la vía administrativa es el camino seguro a la derrota, a la peor derrota, a despertar en otras partes de la sociedad los pequeños grandes enanos fascistas que todos llevamos dentro.

Esas son grandes y nuevas responsabilidades de la sociedad civil en su conjunto, las organizaciones sociales y culturales e incluso las organizaciones políticas.

Ahora, como gobierno nadie nos libra de la responsabilidad de dar la batalla y ganarla por reducir paulatinamente la carrera de la delincuencia y la inseguridad. Este no es un subibaja, que sube la responsabilidad de la comunicación y baja la del gobierno. Es una batalla nacional.