Luego del pronunciamiento de una Comisión Teológica Internacional dirigida por el prefecto de la Congregación para Doctrina de la Fe (antigua Inquisición) liquidó muchos siglos de ilusiones, dolores y sobre todo de dudas.

Si hay algo que caracterizó la visita del Papa a Brasil fue sin duda la reafirmación de la ortodoxia en todos los planos. Desde que pisó el suelo del mayor país católico del planeta dejó en claro que su principal misión era reafirmar la tradición, habló contra la despenalización del aborto, contra el uso de anticonceptivos y a favor de la castidad. ¡En Brasil! En el caso del limbo rompió todas las tradiciones y una muy larga historia.

El limbo era hasta hace pocos días un lugar sin tormentos pero alejado de Dios, donde iban los niños muertos sin haber cometido pecados, pero sin haber sido bautizados, es decir que cargaban con la culpa del pecado original. La Comisión Internacional presidida por Joseph Levada tendrá ahora que decidir nada menos que cual será "la suerte de los niños muertos sin bautismo, en el contexto del diseño de salvación universal de Dios, de la unicidad de la mediación de Cristo y de la sacramentalidad de la Iglesia para la salvación".

En la enseñanza católica el bautismo ha sido considerado siempre un sacramento fundamental para la salvación de las almas y ahora la nueva doctrina nos dice de improviso que no tiene tanta importancia y que el limbo no tiene fundamento histórico ni bíblico. Algunos hechos no son muy piadosos con esta tesis, San Pio X en su Catecismo Mayor escribía que "los niños muertos sin Bautismo van al limbo, donde no hay ni premio sobrenatural ni pena; porque teniendo el pecado original, ese sólo, no merecen el Paraíso, pero tampoco el Infierno ni el Purgatorio". ¿Y si otro Papa posterior decidiera revisar nuevamente esta abolición del limbo?

Me asalta la leve preocupación de ¿por qué la Iglesia esperó tantos siglos de tormentos y sufrimientos de los padres de los niños no bautizados, al pensar que sus hijos no habían ido al paraíso? Un poco lentos en sus reacciones frente a las humanas cuestiones que la propia religión introdujo en sus vidas.

¿Esta tardía reflexión es simplemente una revisión crítica de la propia doctrina o tiene alguna base actual, urgente?

La Comisión dice en el texto que "la abolición del limbo no es sólo un hecho teórico (...) Es un hecho pastoral urgente" porque el número de niños que mueren sin ser bautizados ha aumentado porque muchos progenitores no son católicos o porque son "victimas de abortos". El Vaticano decide en base a urgencias y crisis de la propia Iglesia sobre los alcances de la misericordia y el amor de Dios sobre los niños.

En realidad la cosa es mucho más amplia. Por ejemplo Dante Alighieri en la Divina Comedia (Siglo XIV), puso a los paganos virtuosos y a los filósofos clásicos griegos en el limbo, primer círculo del infierno. Entre otros a Virgilio, el autor de la Eneida.

Libro que recomiendo leer nuevamente en estos tiempos, tiene la virtud de restituirle a la guerra todo su horror, ahora que en nuestro tiempo la guerra se ha transformado en la dosis diaria de cuerpos mutilados que desfilan por la televisión a la hora de la cena antes de que comamos la ensalada. Los muertos de Virgilio son individuales, tienen identidad, pertenecen a pueblos que todavía sentimos nuestros, los asesinados actuales son multitudes sin nombre ni identidad alejados de nuestra cultura y casi siempre de nuestra sensibilidad.

¿Dónde irá a parar Virgilio que carga con ese pecado enorme de describir los horrores de sus guerras, ahora que ha perdido el limbo? ¿Y Sócrates y Platón? Todos los miliardos de almas que hasta ahora estaban allí instaladas tiempos inmemoriales ¿dónde irán, al paraíso o al infierno? ¿Quién hará la nueva selección? ¿La Comisión Teológica Internacional?

Según la Biblia - aunque no menciona explícitamente el término - en el limbo están detenidas las almas de los santos y patriarcas antiguos esperando la redención del género humano. ¿Dónde esperarán ahora? ¿O simplemente ya han perdido la esperanza de toda redención?

Lo más lamentable de esta pérdida del limbo es que era uno de los pocos lugares de la doctrina o de la religión católica donde anidaba cierta duda, cierto misterio. ¿Habrá sido esa la razón principal de la anulación del limbo? Evitar que en la dualidad inexorable entre el paraíso y el infierno se cuele la duda, la inestabilidad, el tránsito, la temporalidad? Todas cuestiones demasiados humanas.

La otra acepción para la palabra limbo en el idioma coloquial es "estar distraído y como alelado". ¿Ese limbo también desaparecerá por la voluntad suprema del Vaticano?

(*) Periodista. Coordinador de Bitácora.

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