Contenido creado por Julia Peraza
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Mi opinión sobre Fernández Huidobro

Mi opinión sobre Fernández Huidobro

El tema y la persona están en el orden del día periodístico. No es una justificación, es la explicación de la elección del momento. Hay otro tema previo: no siempre hay obligación de opinar sobre todos los dirigentes políticos o de gobierno, pero hay circunstancias en que la opinión tiene que ver con hechos que trascienden lo personal.

25.04.2017

Lectura: 7'

2017-04-25T00:00:00-03:00
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En el periodismo político lo más fácil y cómodo es lavarse las manos ante ciertos temas urticantes, dejar correr y calcular los resultados. Nadie dudará que mi polémica y mis diferencias con el MLN son fuertes, profundas e históricas, y nunca las he ocultado.

Pero lo mío no es callarme y calcular, y no lo voy hacer en este caso. Eleuterio Fernández Huidobro fue uno de los tres dirigentes de primer nivel que quedaron en la dirección del MLN hasta nuestros días, partiendo de niveles diferentes en su papel en el movimiento antes de la dictadura, los otros dos fueron Julio Marenales y José

Mujica. Aunque en posiciones diferentes, incluso en listas electorales diferentes, nada de los que hizo el MLN puede explicarse sin la opinión y el papel de ese trío de dirigentes.

Fernández Huidobro fue el responsable intelectual de construir el relato sobre el papel del MLN antes y durante la dictadura que le permitió al movimiento y sus aliados políticos, el MPP y la 609, y en otro plano a la CAP-L, salir a la vida política, escalar posiciones, tener cohesión interna básica y alcanzar los primeros planos de la representación parlamentaria y política en Uruguay.

Sin este relato, tal proceso no hubiera sido posible. Es un relato que no comparto en absoluto, que le atribuye a los Tupamaros un papel que no jugaron en los hechos, ni en el plano político ni militar, en la lucha contra la dictadura. Pero la responsabilidad de que se haya instalado en sectores muy amplios de la opinión pública no es de sus autores, sino de las otras fuerzas de la izquierda, en especial de los comunistas. Y yo tengo una responsabilidad especial porque no construimos otro relato, no promovimos ciertos hechos y circunstancias, no resaltamos el papel que las diferentes fuerzas políticas y, en particular, el PCU tuvieron en esa batalla. En mi caso, aunque suene a justificación, lamerse las heridas lleva su tiempo.

Fernández Huidobro fue uno de los cuadros dirigentes más inteligentes que tuvo el MLN, así como en el plano militar lo fue el traidor Amodio Pérez. Basta leer la prensa de la época y muchas páginas de historia posterior. EFH tuvo siempre una visión muy "militar" de la realidad, en todas las etapas, y eso se reflejó en sus posiciones.

Fue la determinante de sus negociaciones en el Batallón Florida y de su estrepitoso fracaso y, en el otro extremo, de sus relaciones particulares con los militares desde la salida democrática.

Fue ministro de Defensa por resolución de José Mujica y de Tabaré Vázquez y, en su conducción desde esa posición clave, siempre primó una visión militar, influida por la mirada de que los únicos que podían entender el proceso de la "guerra" eran sus protagonistas. Una posición profundamente equivocada, porque quienes pagamos el precio más caro de esa guerra fuimos la inmensa mayoría de los uruguayos.

He discrepado profundamente con esa visión de la historia y de la política actual, pero no me subo al carro de que EFH fue un traidor. Los traidores salieron libres, emigraron protegidos y siguen vomitando su credo de traidores y lo mejor que podemos hacerle a esos personajes es entreverarlo todo.

No lo dije cuando estaba vivo, cuando llegó al parlamento, cuando llegó a ministro, porque no lo creía, y menos lo voy a decir ahora que está muerto y no puede defenderse. Además de una miseria sería una profunda acusación contra todos los frenteamplistas que aceptamos en silencio que alguien alcance esas posiciones sin emitir una opinión ni denunciarlo. Sería, en primer lugar, una enorme declaración de cobardía de todos los demás frenteamplistas.

Estuvo preso, fue un rehén y formó parte de los que salieron de la cárcel como parte de un movimiento lacerado por diferencias y por heridas muy profundas, pero supo superarlo, superarse a sí mismo, transitar por un camino democrático. Y eso para mí es muy importante. Mirando la realidad latinoamericana y algunos procesos, en Uruguay todos aprendimos mucho de la dictadura. Lo principal: valoramos de manera diferente la democracia, y en el MLN uno de los artífices de ese proceso fue EFH.

No hablé muchas veces con él, pero en una de esas conversaciones me relató algo que ni siquiera Rodney Arismendi ni me lo había contado nunca, en la casa del secretario general del PCU de Malvín estuvo escondida durante unos cuantos días la compañera de Raúl Sendic (padre) en los momentos más duros de la represión del año 1972. Lo pude corroborar por varias fuentes.

Es una anécdota, pero pinta en algo al personaje, con el que discutimos diversos temas políticos y militares. Y nos respetamos, y lo sigo respetando, aunque sería cómodo callarme o sumarme a los descalificadores.

También recuerdo discusiones que me sirvieron de mucho sobre el tema del Proyecto Nacional, sus orígenes en el Uruguay y su vigencia para la estrategia del Frente Amplio en el gobierno.

Tuve choques muy duros cuando era el director de Mate Amargo en el episodio de los casinos municipales y el Hotel Carrasco. Ante el juez Peri Valdez me ofreció un texto de conciliación que rechacé porque quería que se investigaran las acusaciones formuladas en ese semanario y en otros medios de prensa. La vida, silenciosa e implacable, se encargó de demostrar quién tenía la razón y quien comió carne podrida. Yo tengo buena memoria sobre el papel de los diversos medios y dirigentes en ese episodio, y en otros. Podría dejarme llevar por rencores y miserias, pero sería un miserable más.

Cuando se han sufrido los intentos de linchamiento hay dos posibilidades, o uno se acostumbra a ese barro y se dispone a revolcarse en él todas las veces que le convenga o lo rechaza frontalmente, aunque sea en el caso de duros adversarios. Yo odio el fango.

Y me parece que el silencio, y mucho más las sospechas, las acusaciones basadas en fuentes anónimas, tan utilizadas en la izquierda y la política actual, son una pendiente sin fin en la que se resbala hacia la falta de principios y que hace perder todo valor a la lucha.

Nos habíamos enfrentado tan duramente, durante muchos años, pero sé que Fernández Huidobro se murió en su lugar, sin dar ni pedir cuartel, ocupando hasta el último momento de su vida su lugar en esta compleja trinchera de cambiar un mundo injusto.

Escuché hace mucho tiempo las versiones sobre la banda de asaltantes que supuestamente estaba vinculada al MLN y sus dirigentes, y como hace mucho tiempo que sé que los rumores y las porquerías viajan de la mano, investigué, leí y comprobé que nunca se confirmó nada parecido. Y la policía de la época, incluso recurriendo a la picana y otras torturas en plena democracia, hizo lo posible para probar esa supuesta vinculación de bandas de delincuentes con el MLN legal y actuando en política. No lograron la mínima prueba, de lo contrario las hubieran utilizado como una catarata.

No voy a discutir nunca con nadie, ni siquiera con el MLN, sobre la base de fuentes anónimas, internas o externas y menos de parte de traidores confesos. Voy a enfrentarme con argumentos y posiciones, porque es en ese terreno que la política debe jugarse y ganar o perder las batallas.