Contenido creado por Gastón Fernández Castro
Cybertario

Más duro

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De acuerdo a los resultados de las elecciones anunciados por la autoridad electoral, Nicolás Maduro será el próximo presidente de Venezuela. Sin embargo, no debería dejarse ganar por la algarabía.

17.04.2013

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2013-04-17T07:35:00-03:00
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Los números de la economía y de los propios comicios se parecen más a una derrota. El delfín de Chávez hizo esfumar en un mes la ventaja que había conseguido su mentor en octubre del año pasado. Pero además, con una votación sólo 2 por ciento más baja que entonces, el 49 por ciento obtenido por el opositor Henrique Capriles, sólo se explica por la llegada de ex votantes chavistas.

Quizás algo temía el gobierno y por eso no se conformó con controlar la autoridad electoral: decidió impedir la presencia de observadores de la OEA o la Unión Europea y autorizó a la más ubicua UNASUR y sólo con fines de “acompañamiento”. La diferencia es significativa. Mientras los observadores pueden investigar el proceso electoral en sus sucesivas etapas, el acompañamiento permite que los participantes asistan únicamente a la votación durante el día del comicio. En este contexto, el presidente de la misión de UNASUR, Carlos “Chacho” Álvarez, dijo que los resultados “deben ser respetados” por emanar de la autoridad competente (controlada por el chavismo) y que cualquier reclamo o cuestionamiento de canalizarse a través del “ordenamiento jurídico vigente”, cuyas instituciones presentan el mismo sesgo.

Fue en aplicación de ese ordenamiento jurídico que la oposición pidió el recuento de votos y que el oficialismo rechaza en una reacción por lo menos contradictoria. Si los resultados del domingo pasado son legítimos, el chavismo tendría todo para ganar:  despejaría cualquier sospecha de fraude, fortalecería el liderazgo de Maduro y dejaría a Capriles en una situación muy comprometida. La mitad del país que no votó a Maduro quedaría sin argumento y Capriles sin futuro político.

Pero hay más preguntas que no encuentran respuesta. ¿Por qué Maduro aceptó el recuento el domingo de noche y cambió luego de opinión? ¿Por qué el Consejo Electoral adelantó la proclamación de Maduro y no esperó al menos los tres días que esperó en octubre pasado cuando ganó Chávez, siendo que la diferencia fue diez veces mayor y que nadie cuestionó entonces los resultados? En definitiva, ¿por qué el chavismo no acepta el recuento de votos? Se escuchan respuestas, preferentemente basadas en la razón y el deseo de conocer la verdad.

Por difícil que le resulte, Maduro tendrá que lidiar con una revolución que cosecha el rechazo de la mitad de la población y promueve un modelo anacrónico y agotado a más de una década de instalada. Durante todo este tiempo, el chavismo gozó de una renta petrolera creciente apuntalada por el despegue de la economía mundial, que facilitó la consolidación de las políticas sociales en lo interno y la proyección internacional de  su líder.

Pero tanta magnanimidad, así como los acuerdos celebrados con China privará a su sucesor de 2 de cada 10 dólares de la factura petrolera. Pero además, Venezuela produce hoy 20 por ciento menos de petróleo que en 1999, cuando llegó Chávez al poder.  El repertorio del “Socialismo del Siglo XXI” se parece demasiado al perpetrado durante el Siglo XX: Control de divisas y de precios, inflación galopante, control de los medios de comunicación, aumento de la concentración económica, ataque a la propiedad privada y los empresarios, expropiaciones onerosas e improductivas y una creciente dependencia alimentaria.

Aún tomando en cuenta los logros que promociona el chavismo, como la reducción de la pobreza y la mortalidad infantil o el denominado “milagro educativo”, los datos muestran que otros países del continente como Chile, Brasil o Perú, obtuvieron mejores resultados (además de captar inversiones extranjeras) aplicando políticas menos estrafalarias y sin tanta retórica.

No se sabe qué va a pasar en Venezuela en las próximas semanas, cuando el presidente Maduro enfrente la dura realidad que, tarde o temprano, alcanza a los líderes populistas, pero tanto la marcha de la economía como el triunfo electoral se parecen mucho a una derrota.