Contenido creado por Inés Nogueiras
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Los videos, los paros y las corporaciones

Los videos, los paros y las corporaciones

Mucho se vio, se habla y se hablará del video de la golpiza de una turba de funcionarios del INAU contra dos adolescentes privados de libertad (delincuentes condenados) en presencia del vicepresidente del PIT-CNT, Joselo López. En general hay un repudio generalizado y masivo. Solo COFE se solidarizó con López.

11.08.2015

Lectura: 7'

2015-08-11T06:00:00-03:00
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Quiero separar muy bien las cosas.

Primero, este episodio no tiene nada que ver con el paro general, es una coincidencia y nada más. Y la opinión contraria al paro que yo tengo no tiene nada que ver con esta grosera violación de los derechos humanos en el hogar del SIRPA.

Segundo, nadie niega que sean muchachos problemáticos y que requieran, para su internación y su permanencia en los centros de reclusión personal, protocolos muy específicos y muy exigentes. Pero lo que quedó al desnudo en el video nada tiene que ver con eso. Estaban libres en un patio mientras se realizaba una asamblea, rompieron una tapa de hormigón del piso y reclamaron ante la puerta de rejas del otro lado, donde se realizaba una asamblea de funcionarios. Luego dejaron las piedras a requerimiento de los funcionarios; al reclamo o protesta no se sumó ningún otro de los detenidos que estaban en sus celdas y, aun así, luego fueron gaseados y maltratados.

Tercero, los dos adolescentes no son, seguramente, ningunos santos, pero jugar sobre esos argumentos para justificar que una turba los agreda, uno de los funcionarios los patee en el suelo y se violen sus derechos humanos elementales, no solo es una barbaridad jurídica sino una estupidez social. Si la sociedad uruguaya, o una parte, considera que se lo merecen, es que no entendió absolutamente nada no solo de la ley, sino de cuál será nuestro futuro por ese camino. Los metemos en el SIRPA en primaria del delito y los sacamos con post grado y feroces.

De cómo reaccionemos ante estos episodios depende, además de la defensa de una sociedad civilizada y que vive en el marco de las leyes, si estamos definiendo la seguridad y la libertad de todos. Y hablo en plural porque las denuncias sobre este tipo de atropellos y de torturas se vienen sucediendo desde hace mucho tiempo. La única diferencia es que ahora tenemos pruebas flagrantes. Filmadas.

Cuando uno defiende el imperio de las leyes no puede -ni debe- hacerlo a gusto y gana y siempre y cuando le convenga; es una actitud republicana de fondo, que define el perfil mayoritario de una sociedad e implica combatir al pequeño tirano que muchos o casi todos llevamos dentro. Y esto nada tiene que ver con callarse ante las injusticias cometidas por la justicia. Al contrario, sobre todo cuando dependen de carencias legales y estructurales.

Ahora quiero ocuparme de una faceta de este desgraciado acontecimiento que me interesa mucho: la relación entre los principios y las corporaciones. No tengo ninguna duda de que la abrumadora mayoría de los dirigentes sindicales del Uruguay rechaza visceralmente estos hechos. Les deben de dar asco, tanto asco como a la mayoría de los uruguayos.

Pero no lo demuestran en sus declaraciones; contemporizan, buscan salir por las tangentes, contradicen algunas de sus definiciones y principios básicos defendidos durante toda su vida. ¿Por qué?

Porque decir lo que piensan en el fondo del alma y el estómago rompería los equilibrios sindicales, generaría problemas poco después de un congreso unitario y donde se alcanzaron importantes acuerdos y en un momento especial, muy tenso de la vida sindical uruguaya.

Afirmar que lo que decidió un Congreso sindical es definitorio, por encima de todas las circunstancias, incluso de claras violaciones de principios básicos y de los derechos humanos, es un grave error.
Y esas, en buen criollo, son reacciones corporativas. Y los dirigentes sindicales uruguayos tienen que analizarlas mucho mejor, mucho más a fondo, porque podrán proclamar que el paro general lo "acató" un millón de personas, pero la imagen que proyectan ante la opinión pública era muy discutible y ahora es pésima.

No hay que utilizar el episodio en el debate sobre las relaciones entre el Gobierno de izquierda y el movimiento sindical; no le hace bien a nadie: ni al país, ni a la izquierda, ni al Gobierno, ni a los sindicatos. Pero son temas que tenemos que discutir, porque son parte de un debate que se comienza a procesar en la sociedad uruguaya, que incluye la cultura del trabajo, el proyecto nacional, los valores progresistas y democráticos y el papel de los sindicatos y las corporaciones. Y hay que hacerlo sin recurrir a los atajos de siempre: no favorecer a la derecha; escudarse en el verso de que hay coincidencias con posiciones de los opositores. Ese mecanismo ya fracasó hace mucho tiempo cuando barríamos bajo la alfombra y un día brotó un árbol debajo del tapete y se llevó un sistema político y social entero.

Quiero decir algunas frases sobre el paro general, separadas totalmente del tema anterior. Los mismos sindicalistas reconocen eufóricos que "fue el más grande", que fue el mejor preparado, que estuvo precedido de grandes movilizaciones y por lo tanto confirman que han superado todas las protestas y medidas de fuerza contra cualquier otro Gobierno desde la dictadura. Pregunta: ¿Y estas medidas son proporcionales a la situación económica, salarial y de derechos en relación a los otros gobiernos? ¿Por qué a los blancos y colorados nunca les hicieron el "paro más grande de los últimos 30 años", como afirma el documento del Partido Comunista?

Los sindicalistas conocen al Gobierno, muchos ex sindicalistas lo integran. ¿Creen que les atacó una fiebre "neoliberal" y que cambiaron su sensibilidad y su proyecto histórico? Y como esto es bastante improbable, por no decir imposible, lo otro es también muy improbable. ¿Cuál es la otra opción? Que le doblen la mano si en el Gobierno están convencidos de que este es el camino correcto para aplicar el programa político, económico y social que votó la gente. Los sindicalistas van por muy mal camino; una cosa es dialogar, discutir y otra es tratar de imponerse por la fuerza. Lo que más me preocupa es que no sea un error, que sea una visión de imponer a toda costa una orientación por encima de la propia realidad política de la izquierda. Es un escalón superior en el "gobierno en disputa".

Un gobierno en disputa, con pretensiones de derrotar una orientación resuelta por todo el Gobierno, corre el peligro de afectar inexorablemente todo el proceso político. Que cada uno asuma sus responsabilidades.
"Si a los trabajadores les va bien, al país le va bien". Estamos todos de acuerdo, pero también les tiene que ir bien a los pequeños y medianos empresarios; a los productores rurales; a los jubilados; a los que buscan trabajo; a las empresas del Estado y a las grandes empresas privadas que invirtieron en el país. Le tiene que ir bien al país, porque a los modelos que a santo de favorecer ciertos sectores destruyeron riqueza y fracturaron de forma irreconciliable el país, les va mal. ¿O no?

El Uruguay no crecerá el 15 %, como proclaman como una fatalidad los dirigentes sindicales simplemente por el levitar de las cosas y la fatalidad geográfica. Creceremos si hacemos las cosas bien; si manejamos bien los instrumentos de la política económica y social; si invertimos lo necesario y hacemos que otros inviertan; si mantenemos la confianza y si consolidamos el bloque social y político.

La dirección del PIT-CNT está construyendo una estrategia que pone en riesgo muchas de esas cosas.
En la izquierda uruguaya no somos muy amigos de que nos atropelle nadie, ni siquiera nuestros compañeros.