Contenido creado por Gastón Fernández Castro
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Los hermanos del norte

Los hermanos del norte

04.09.2012

Lectura: 7'

2012-09-04T09:10:19-03:00
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"Antiamericano, adj. Perverso, intolerable, pagano".
Ambrose Bierce - Diccionario del diablo

 


Muy pocos se animan a declararles como antes su amor eterno y fervoroso. Algunos son incorregibles, aquí en nuestro libérrimo país. La mayoría de los latinoamericanos los miramos con desconfianza y recelo, y tenemos nuestras buenas razones: una parte trágica de nuestra historia. Pero vivimos rodeados por ellos.

Prendemos la televisión, sobre todo los canales cable y vemos un desfile de seriales, películas, dibujos animados, shows de todo tipo producidos y emitidos desde los Estados Unidos. Es la globalización unidireccional, ellos producen y nosotros consumimos, la sociedad mundial del entretenimiento.

Y buena parte de la culpa o de la responsabilidad es nuestra. Nadie nos obliga a someternos a la diaria dosis de violencia, de brutalidad, de mentiras, de banalidades y transformarlas en el paradigma del entretenimiento y de algunas cosas todavía más importantes.

La producción del divertimento norteamericano es una de las mayores mentiras de la historia. Policías manteniendo diálogos inteligentes, políticos sutiles y refinados, y en general un clima intelectual que expresa solo a una pequeña porción de la sociedad de los Estrados Unidos.

No quiero decir que no haya verdaderas obras de arte, valientes y profundas, porque sería desconocer la extrema complejidad de esa sociedad. Pero estamos rodeados de un espectáculo global que nosotros alimentamos y hacemos posible con nuestros gustos, nuestros controles remotos y nuestra entrega.

Ya no son los primeros productores y exportadores mundiales de autos, de máquinas, de electrodomésticos, de equipos electrónicos, ahora los importan, sobre todo de Asia, pero igual nos rodean. Cuando se habla de finanzas, de tasas de interés, de la economía mundial, cada día el Dow Jones y el NASDAQ son el faro universal. Si el índice de confianza de los consumidores norteamericanos cae medio punto a muchos les tiemblan las piernas. A otros nos flamean otras partes no confesables.

Cuando llegan las noticias por los múltiples canales disponibles la cosa se pone más compleja. En la mayoría de los casos la información tiene que ver con la violencia. Con sus tropas "liberando" infieles en Irak, en Afganistán, amenazando a otros países y naturalmente en nombre de la democracia y del estilo de vida occidental y cristiano. Parece que en noviembre, si gana el candidato del Partido Republicano, tendremos que introducir un pequeño agregado: "occidental, cristiano y mormón."

Cuando el resto del planeta nos les alcanza, la violencia la producen dentro del propio país, y todas las semanas algún desquiciado decide eliminar a estudiantes de un colegio, compradores de un supermercado, ex jefes, o cualquier transeúnte. Ya casi lo hemos incorporado como una patología social incurable.

Esta semana nos enteramos de que la justicia, nada menos que el Fiscal General de los Estados Unidos, que forma parte de ese poder tan cinematográfico y espectacular que aparece en la mitad de las películas y series y que de hecho sustituyó el "oeste" y sus pistoleros en el mundo del espectáculo, culminó una investigación por las torturas aplicadas "institucionalmente" por la CIA, sin que hubiera inculpados. Hubo muertos, se comprobaron torturas en muchos casos, pero hay "una duda razonable" sobre los autores. Así que con un gran suspiro de alivio en Fort Langley, todo terminó en la nada.

Esa es la famosa justicia independiente y modélica que nos ofrecen todos los días y que nos rodea culturalmente.

La prisión de Guantánamo sigue allí tan campante y la promesa del presidente Barak Obama de cerrarla tan incumplida como la mitad de su programa de gobierno. Un afronorteamericano con un discurso liberal (en el sentido norteamericano de progre) a quien devoró el sistema.

Nosotros no queremos caer en la terrible categoría establecida por ese norteamericano brillante que desapareció en la guerra civil mejicana, Ambrose Bierce. Es decir, no quiero ser perverso, intolerable ni pagano, por lo que tengo que declarar que buena parte de las ideas democráticas vienen de dos revoluciones Una de ellas, la norteamericana, se cruza y entrelaza con la otra, la francesa. Y no solo por Lafayette.

"Si dices la verdad, no tendrás que acordarte de nada" decía otro gran norteamericano, Mark Twain. Y la mentira es una componente fundamental de la política norteamericana.

Se presenta como la cuna y la mayor y mejor democracia del planeta, y en sus elecciones vota menos del 40% de los norteamericanos habilitados. En nuestros imperfectos países eso sería una tragedia cívica, pero en Estados Unidos es la normalidad.

Otro norteamericano muy famoso, este un poco más polémico que los que citaba anteriormente dijo "Si una sociedad libre no puede ayudar a los muchos que son pobres no podrá salvar a los pocos que son ricos". Fue John Kennedy. Ese Kennedy asesinado e inmolado en la hoguera del fanatismo, de las conspiraciones más tenebrosas y terribles.

Hoy en los Estados Unidos, la sociedad libre no logra sacar de la pobreza y de la desocupación a uno de cada diez norteamericanos, mientras en el otro extremo, los más ricos - entre ellos algunos banqueros y empresarios de asalto que violaron todas las leyes y todas las morales - se enriquecen cada día un poco más. ¿Quién salvará a esos pobres ricos?

Y aquí viene otra frase también de John Kennedy, quién lo hubiera pensado. "Los que hacen imposible una evolución pacífica, harán inevitable una revolución violenta"

Esos son siempre buenos consejos para la exportación. El problema es que algunos se lo toman en serio, y luego vienen los Estados Unidos a poner orden. Hemos pasado de la gran guerra fría a las constantes guerras calientes. Y a la destrucción de países enteros.

¿Por qué se me ocurrió este tema? Por acumulación pero, sobre todo por la Convención del Partido Republicano en Tampa y los discursos, en los que el mundo empieza y termina en los Estados Unidos, y Dios o dios es norteamericano a todos los efectos y en todas las religiones, incluso ahora el máximo apóstol presidencial tiene el muy norteamericano nombre de Joseph Smith (jr) de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, conocidos como los mormones, al que pertenece el candidato Mitt Romney.

Escuchando su discurso se tiene la sensación de que en medio de tantos lugares comunes a la política, a cierta política, y tan festejados por la platea, por ciertas plateas, está diciendo solo una parte de lo que piensa, el resto se lo devoró el marketing. Lo único muy preocupante es que afirmó que aplicará una política exterior mucho más enérgica que su contrincante. Y cuándo los gobernantes norteamericanos dicen "enérgica" es para preocuparse en serio.

Luego del festival oratorio de las banalidades, donde -por ejemplo- el candidato nunca mencionó la palabra mormón a pesar de que habló de religión (un descuido), tenía que venir el espectáculo. Y con la imagen de fondo de la silueta de un pistolero y acompañada por la música del muy norteamericano, Ennio Morricone, con la banda sonora del spaghetti Western "El bueno, el malo y el feo", dirigida por otro italiano Sergio Leone. El veterano actor Clint Eastwood se robó el show. Un desastroso y lamentable spaghetti pasado de cocción.

El problema será cuando sus compatriotas, y sobre todo los que no hemos sido agraciados con la posibilidad divina de vivir en la tierra prometida y conquistada, descubramos la parte sumergida del iceberg. En noviembre lo veremos.