Todos nos conmovimos – aunque por distintas razones – por el intento de golpe de estado con una sublevación policial y de un sector de la aeronáutica militar que se produjo en Ecuador. Los golpes de estado todavía nos siguen poniendo nerviosos a los latinoamericanos y no solo por solidaridad, sino porque tiene que ver con nuestras peores pesadillas y recuerdos.
¿Cuáles son las grandes diferencias entre este intento de golpe de estado, que se dio en un país que ostenta el récord de 8 presidente en 10 años por una sucesión de interrupciones constitucionales de diverso tipo?
Primero y principal, fue un intento abortado, no triunfó y el presidente constitucional Rafael Correa luego de variadas peripecias, no todas vividas en el palacio, sigue en funciones. No es una pequeña diferencia.
Esto fue posible por diversos motivos que también marcan una diferencia sustancial con el pasado de nuestra América. El presidente llegó a esta situación con un alto nivel de apoyo popular que se manifestó de inmediato a través de las movilizaciones de la ciudadanía. Totalmente diferente a circunstancias anteriores en los que el aislamiento fue un factor muy importante, aunque esto no justifica en absoluto la violación de la constitución, por los militares o por los militares apoyados por una parte del parlamento y de los civiles.
Los golpistas no lograron en ningún momento convocar a nadie más que a los policías involucrados directamente con el motín-golpe, solo se plegó un reducido sector de la aeronáutica militar que tomó una parte del aeropuerto de Quito.
Las reacciones internacionales fueron inmediatas y contundentes. Como nunca. La UNASUR inaugurando una nueva forma de diplomacia presidencial reunió su cumbre en pocas horas y emitió no sólo un pronunciamiento contundente sino que aseguró un aislamiento político, diplomático, comercial, de suministro de insumos total en caso de que se quebrara el orden constitucional. Hay que reconocer el papel jugado por su secretario general Néstor Kirchner.
La OEA por unanimidad fue incluso más rápida en su pronunciamiento y también categórica y los gobiernos de España, de Estados Unidos y de otros países fueron explícitos en su rechazo. Una especie de competencia a la celeridad y energía en el repudio. Otra gran diferencia con el pasado, no tan remoto.
La actitud del presidente Correa - bastante temeraria por cierto - es un factor que hay que considerar. Operado hace poco más de una semana, con un bastón de apoyo para caminar, sin guardia especial no se quedó en el palacio a esperar los acontecimientos, se fue a un cuartel de la policía a discutir con los insubordinados. Como todos sabemos fue agredido con una granada de gas, trasladado al hospital policial y retenido durante varias horas por los sublevados.
En una conferencia de prensa rodeado de oficiales militares de alto rango el jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas ecuatorianas, Ernesto González manifestó este jueves su respeto por las instituciones democráticas y aclaró que el presidente, Rafael Correa, es su "máxima autoridad".
Lástima que no se quedó allí y agregó de manera totalmente improcedente que sugería modificar una ley referida a los salarios y beneficios de diversos funcionarios públicos incluyendo a los policías que era esgrimida como bandera por los alzados.
Una reacción un poco lenta de los militares, que es posible que también tenga que ver con la propia estrategia desarrollada por el propio presidente de la República. Habrá que seguir aclarando este tema. A veces cierta retórica demasiado ampulosa relega el peso de lo institucional.
La oposición en particular el ex presidente Lucio Gutiérrez con antecedentes de golpista y que fue acusado de inmediato de estar detrás de la intentona, se encontraba en Brasil y se dedicó con mucha pasión e incluso algo de violencia, al enviar a sus emisarios a ocupar por la fuerza instalaciones del canal oficial de televisión en dar su versión. Pero nunca se le escuchó una condena explícita a la sublevación policial y al intento de golpe de estado y la flagrante violación de la constitución. Así que en algún momento, antes, planificando, favoreciendo, impulsando o luego justificando se subió al carro golpista.
Es más en sus declaraciones a la Cadena RCN de Colombia en plena crisis, con el presidente retenido en una dependencia policial se dedicó a atacarlo, a acusarlo y de hecho a justificar el golpe.
La repulsa al golpe no fue tampoco unánime, si alguien se tomó el trabajo de seguir las informaciones por la CNN, su angelical periodista Patricia Janiot hizo mil malabares para explicar y en algunos casos justificar el golpe, entrevistando a algunos personajes francamente dispuestos también ellos a subirse al carro inconstitucional. Una más.
Todavía hay en Ecuador y en varios países de América Latina fuerzas políticas y sectores militares donde las convicciones democráticas son muy débiles o directamente son instrumentales.
¿Lo de Ecuador el pasado jueves 30 de setiembre fue un golpe de estado? Es bueno preguntarlo porque algunos medios, por ejemplo un periodista francés de Radio Francia Internacional con un desparpajo bastante poco profesional se sumó a una corriente de dudosa sensibilidad democrática que lanzó a circular esta pregunta.
Si tomar unidades policiales en todo el país, ocupar el Congreso de la Nación y el aeropuerto internacional, retener al presidente de la República en un hospital policial para imponer la anulación de una ley aprobada con todas las garantías constitucionales no es un intento de golpe ¿entonces que es un golpe de estado?
Si el presidente Correa hubiera cedido a los reclamos de los sublevados toda la legalidad de ese país se hubiera hecho añicos, se iniciaba un proceso de degradación institucional, de pérdida de autoridad de la institución presidencial, pero peor aún de la Constitución y de la ley que haría inmanejable nuevamente al Ecuador.
Los golpes de estado, sus intentos no tienen un medidor de pureza o de atenerse a ciertas normas establecidas. Lo de Ecuador fue el inicio de un proceso que si hubiera triunfado representaba el quiebre absoluto de la legalidad en ese país por el imperio de una fuerza armada del Estado, la Policía Nacional. Y eso en cualquier parte del mundo es un golpe de estado.
Fue derrotado, ahora queda por delante ver cómo sigue este proceso, cómo funcionan las instituciones ecuatorianas para depurarse de los golpistas, sin venganzas políticas, sino por imperio de la Constitución y de las leyes y cómo sigue el proceso político transformador, porque tampoco hay que hacerse los distraídos, en este caso el inicio y el fin de la intentona también corresponden a los cambios que se están operando en la sociedad ecuatoriana. También son notorios los cambios en América Latina aunque una vez más, es bueno y necesario registrar que la democracia hay que renovarla y reforzarla en forma permanente. No muere por desgaste, sino porque hay fuerzas e ideologías agazapadas y prontas a atentar contra ella.
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