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Pablo Mieres

Escribe Pablo Mieres

Los desafíos que nos deja el 2017

El año 2017 no va a quedar en la memoria como un buen año para el país, tampoco lo ha sido para la política uruguaya.

21.12.2017 09:39

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2017-12-21T09:39:00-03:00
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En efecto, si bien las cuentas cerrarán con un crecimiento del entorno del 3%, ese crecimiento no se traduce en mejoras sustanciales ni para el sector productivo, ni para la ciudadanía en general.

La competitividad de los sectores productivos lejos de mejorar se ha deteriorado al punto de que hay algunos sectores de altísima productividad y calidad, como el arrocero, que, sin embargo, no obtienen rentabilidad. Insólito, pero verdadero. Los reclamos de las cámaras empresariales convergen en señalar la gravedad del peso del Estado a través de impuestos y tarifas públicas, los que lejos de atenuarse cierran el año con una nueva señal de presión sobre la producción.

El panorama se completa con una fuerte resistencia en el partido de gobierno a permitir avances en la apertura al mundo, requisito indispensable para mejorar un poco nuestros graves problemas de competitividad mediante la mejora de las condiciones de acceso a los mercados con menores aranceles. La mayoría del partido de gobierno bloquea estas posibilidades aferrada a concepciones ideológicas anacrónicas y perimidas.

Pero los ciudadanos tampoco registran mejoras sustanciales en sus condiciones de vida, más bien, por el contrario, sienten que el empleo se ha convertido nuevamente en el principal problema del país. Tenemos crecimiento sin empleo, lo que tiene directa relación con lo anterior; los empleadores tratan de mantener su plantilla laboral sin incrementar puestos de trabajo porque les sale muy caro producir en general.

La oferta laboral no aumenta y los que pierden sus trabajos tienen crecientes dificultades para volver a la actividad. Los problemas vinculados con la incorporación tecnológica afecta el stock de puestos laborales, además de las mencionadas reticencias del mercado para ofrecer aumentar la oferta laboral.

La inseguridad sigue siendo un grave problema aunque el Ministerio del Interior proclame algunas mejoras de indicadores que están muy lejos de producir un cambio en las condiciones objetivas de nuestra seguridad pública.
Si teníamos casi veintidos mil rapiñas al año, reducirlas a veinte mil es muy poco relevante para la vida cotidiana de los uruguayos. A su vez, los homicidios cerrarán el año con un aumento con respecto al año pasado y los femicidios golpean nuestra sensibilidad a pesar del aumento de penalización que se aprobó en el Parlamento. También hay señales inequívocas de avances del crimen organizado disputando territorio al Estado.

Ni hablemos de la educación. Un nuevo año de inercia, sin logros ni avances, lo que en el lenguaje educativo implica seguir retrocediendo. El propio Netto (comparado por la inefable Ministra de Educación con José P. Varela, lo que motivó todo tipo de burlas y carcajadas) reconoció que más de dos tercios de las metas proclamadas están lejos de ser obtenidas.

Cualquiera hubiera acompañado esta afirmación con la presentación de la renuncia. Pero nada, el estado de la educación es calamitoso y las autoridades continúan en sus cargos como si nada.

En paralelo, el gasto público sigue siendo el gran problema que el gobierno esquiva. Ya se llevó puesto varios ajustes y obliga a continuar usando las tarifas públicas como instrumento de recaudación, ya no para reducir el déficit como se había prometido, sino para evitar que se dispare.

Alguien tendrá que explicar, en este contexto, por qué se aprueba (a modo de regalo de fin de año) una norma que, buscando dar respuesta a un reclamo justo de una parte de los llamados "cincuentones", disparará el déficit en los próximos años comprometiendo a las generaciones más jóvenes, cuando estaba disponible una solución menos cara y razonable.

Finalmente, la política cierra un año marcado por episodios de corrupción e irregularidades en diferentes tiendas políticas.

Las decisiones pendientes en el caso ANCAP, las tarjetas corporativas, los negocios con Venezuela, los manejos sospechosos del FONDES y la sumatoria permanente de irregularidades en el funcionamiento de ASSE indican que la crisis ética que afecta al partido de gobierno no tendrá tregua en 2018. Es más, probablemente tengamos desenlaces que aumenten la distancia y la decepción con el Frente Amplio.

Sin embargo, los partidos tradicionales no han tenido tampoco un buen año en este terreno. El caso del Cambio Nelson para los colorados y la gestión del Intendente Bascou en Soriano ponen arriba de la mesa una preocupante conclusión que comienza a ganar el ánimo de un número importante de uruguayos: "son todos iguales".

Eso no es verdad, y ciertamente en todos los partidos son mayoría los políticos que actúan de acuerdo a criterios éticos y correctos. Es más, nuestro partido ha permanecido ajeno a este tipo de situaciones tristes. Sin embargo, ha crecido la gente que se siente distanciada y mira con escepticismo a los partidos, al gobierno y a la política en general. Este es un enorme desafío para el año que empieza.

Nosotros ratificamos, una vez más, que la ciudadanía espera una alternativa política que le permita recuperar la esperanza y el entusiasmo, proponiendo soluciones para los problemas señalados más arriba y reivindicando la importancia de los valores y los principios en la política.
A eso hemos dedicado y seguiremos dedicando nuestro empeño.

El año 2018 será el año decisivo, solos o acompañados, los independientes propondremos una alternativa con soluciones a los graves problemas del país y, simultáneamente, con la promesa de un accionar en línea con los valores de la honestidad, la transparencia, la coherencia y la solidaridad.