Contenido creado por María Noelia Farías
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Los comunistas y la memoria selectiva

Los comunistas y la memoria selectiva

Los comunistas tuvimos una larga historia de reconstrucciones parciales y manipuladas de nuestra propia historia. Desde antes de la propia Revolución de Octubre en Rusia y sus protagonistas, en los vergonzosos tomos de la historia de la URSS que cambiaban y ocultaban de acuerdo a los vientos de cada momento. Con José Stalin, Nikita Jruchov y Leonid Breshnev y eso sucedió no solo en la URSS y en el campo socialista.

15.12.2015

Lectura: 8'

2015-12-15T08:43:00-03:00
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Lo hicimos con Leon Trosky, con Nikolai Bujarin, con Lev Kamenev, Grigori Zinoviev o con el mariscal Mijaíl Tujachevski, luego con Broz Tito o con Mao Tse Tung en un sentido y en el opuesto. Incluso con Antonio Gramsci o Rosa Luxemburgo. Y es una lista totalmente incompleta.

La historia fue muy maltratada, incluso en nuestro propio país. Quien quiera reconstruir el trayecto completo de los comunistas uruguayos se encontrará con lagunas importantes, todo parece haber comenzado en 1955 con el XVI Congreso. Lo de antes yace en un piadoso olvido.

No es un aspecto secundario o menor, manipular la historia corresponde a una visión de la verdad y de la realidad que debe amoldarse de cualquier manera a las exigencias políticas ideológicas, "supremas" del partido y de su dirección en cada momento. Es una muy particular forma de concebir la historia, incluso la historia de las ideas.

Es así que luego de casi adorar a Stalin, un día luego de que el XX Congreso del PCUS descorrió el velo del culto a la personalidad y sobre todo los crímenes cometidos contra la sociedad soviética y en particular contra decena de miles de militantes y dirigentes bolcheviques a través de los asesinatos y los gulag, asumimos esas páginas infames en nuestra historia. Esa herida nunca se cerró, muchas veces en mi vida militante encontré y encuentro militantes o ex militantes que siguen mirando con mayor o menor cariño a José Stalin.

Esa forma de concebir la historia es además de falsa, muy peligrosa, porque esa manipulación invalida todo método crítico serio y profundo. Hace de una de las principales ciencias sociales, la historia, un simple elemento de propaganda. La historia debemos asumirla, estudiarla, investigarla, difundirla con el mayor rigor posible. La verdad es siempre revolucionaria.

Deformar la historia nos hace víctimas y victimarios. Y la manipulación puede ser deformación, exaltación desmedida o directamente el olvido o el insulto.

Hace pocos días le hicimos un homenaje a Jaime Pérez. Fue una experiencia muy particular. No debe haber muchos países en el mundo donde en un homenaje a diez años de la muerte del primer secretario de un Partido Comunista, hable un espectro político tan amplio, gente del gobierno, de la academia de la cultura e incluso de los partidos históricos. Y se haga presente un ministro y parlamentario de uno de los partidos tradicionales. Me reafirmó en mi orgullo de haber elegido mi nacionalidad oriental.

Ya estoy veterano para las exaltaciones y solo las emociones y mis primeras expectativas sobre gestos generosos se diluyeron en el transcurso del acto.

Ese día también se realizaron los funerales de otro ex dirigente sindical y comunista, Wladimir Turiansky. Otro olvidado o postergado, incluso por el partido que yo integré y dirigí.

Jaime Pérez, fue uno de los grandes olvidados y linchados. No solo él.

No me voy a referir al papel que tuvo Jaime en todo el proceso político de la izquierda antes y después de la dictadura y naturalmente los terribles padecimientos durante el régimen. No es ese el tema de esta nota, sino el método de la manipulación, su perversidad y las responsabilidades.

Escuchando en ese acto del 4 de diciembre hablar a personas totalmente externas al comunismo me doy cuenta cuan injustos y mezquinos hemos sido nosotros con nuestra propia historia. Hemos permitido que en lugar del relato de los hechos, de los esfuerzos, de los sacrificios, de los hombres y mujeres que la construyeron, hubiera y haya una gran laguna.

Esa laguna, nunca podía estar vacía, se llenó con otros relatos de otras fuerzas políticas, de otros personajes. Y a la cara de ellos que aprovecharon brillantemente esa oportunidad.

Sin ningún sectarismo se puede decir que la fuerza contra la cual la dictadura concentró sus fuerzas, su inteligencia, sus peores y más bárbaros métodos fue el Partido Comunista. Surge claramente revisando los archivos de la dictadura. Nosotros casi lo hemos ocultado.

Estoy haciendo un pequeño esfuerzo para reflejar una parte de esa historia, esa "verdad" seguramente parcial que mucha gente no conoce sobre el papel de los comunistas en la lucha contra la dictadura.

El ocultamiento, por comodidad, por pereza, por temor, por confusión, por lo que sea, es y fue un grave error y omisión, pero no hay que confundirlo con la diatriba, con el insulto, con el linchamiento. Y en el caso de Jaime Pérez, eso también sucedió. Y no quiero que nuevamente la historia la contemos a la medida de las conveniencias políticas de nadie. Menos de los que lo agredieron.

Hay que ser generosos, benévolos, pacientes, todas virtudes que no me adornan, lo que no quiero es sumar una perla más a la falsificación de la historia. Y de historia estamos hablando.

En medio de un debate ideológico y político, donde el propio Jaime fue el principal impulsor de que no se utilizarán las mayorías muy importantes que existían en el Comité Central para zanjar disciplinariamente con expulsiones o sanciones al funcionamiento de fracciones dentro del Partido, en el Congreso en el que participó, reiteradamente le gritaron traidor. Sus propios compañeros, de los que se quedaron en el Partido y con el Partido.

Es cierto, los grandes amores, el haber compartido aventuras y luchas muy duras puede generar reacciones muy violentas, y también es cierto que no hay peor astilla que la del propio palo, pero para todo hay límites y sobre todo pasadas las pasiones, muchos años después, 10 años después de su muerte, hay cosas que siguen sin ninguna corrección, al contrario. Hay silencios y olvidos que no se perdonan. Es posible que sea solo un sentimiento personal, lo lamento.

Yo también fui un traidor, un traficante de diamantes y otras linduras, incluso con pintadas en las paredes. Hasta allí llego y me lo explico, llamar traidor a Jaime Pérez por parte de gente que no le llegaba ni a los cordones de los zapatos por su sacrificio, por su responsabilidad, por jugarse la vida por la causa del socialismo y el comunismo, no me lo olvido. Menos lo soporto cuando algunos de los vociferantes tienen cuentas pendientes muy serias por su comportamiento en la cárcel y la tortura.

Ese tipo de reacciones de gritarle traidor a un dirigente como Jaime, tiene un profundo sentido ideológico y deshumano. Yo en una sociedad con esos valores no quiero ni pasarle cerca.

Como no tengo nada que ver ni lo tendré nunca con los que se interrogan sobre si la cantidad de direcciones del Partido dentro del país que tuvieron que reconstruirse tuvo que ver con el nivel de delaciones. Me revuelve las tripas. No se preguntan lo contrario, ¿si se pudieron reconstruir direcciones, encabezadas por José Luis Massera, Gerardo Cuesta, León Lev, José Pacella, Ramón Cabrera y muchos otros cuadros, porque hubo gente que resistió la tortura y no delató?

En el esfuerzo que estoy haciendo para reconstruir algunas historias del Partido, de su aparato militar y su aparato clandestino, tengo la conciencia tranquila, no le pregunto a nadie donde está ahora. Me parecería una miseria. Alberto Altesor fue uno de los más duros combatientes contra la renovación, antes de la fractura y después, pero fue un luchador formidable, indoblegable y así he tratado de retratarlo en esas historias. Por razones humanas, políticas y por sobre todas las cosas, porque es la pura verdad. Y si tengo que reconocer errores propios o incluso de Jaime, lo hago.

Es la pura verdad que Jaime Pérez no traicionó a nadie ni antes, mucho menos durante la más dura de las prisiones y torturas de las que se tenga relatos, ni a la salida del régimen cuando luchó con todas sus energías por salvar el socialismo, sus valores, principios y a su partido. Aún a costa de quedarse solo con sus heridas, sus dolores, su humanidad y sus recuerdos, que seguramente perdió también como consecuencia de los tormentos a los que fue sometido.

El viernes 4 de diciembre comenzamos a liberar a Jaime Pérez del olvido y el abandono, no lo dejemos prisionero de la mentira y la deformación de la historia.