Contenido creado por Gastón Fernández Castro
Navegaciones

Lo más inmóvil posible

Lo más inmóvil posible

31.07.2012

Lectura: 7'

2012-07-31T09:05:30-03:00
Compartir en



Creo que fue Luis Landriscina quien dijo que los "uruguayos juegan a la burocracia, el que se mueve pierde". Si no fue él quien dijo tamaña verdad, me disculpo con ambos. Con el autor de la sentencia y con el gran Landriscina, actual vecino del departamento de Colonia.

En un reciente reportaje radial agregó que "Yo soy de los que no tienen apuro para hacer reír porque yo narro, y siempre he dicho que el cuento es como un viaje: si el viaje no es entretenido, el pueblo adonde vas queda lejos". En realidad en esa frase hay una narración cultural muy profunda.

Todos los gobernantes de este país, incluyendo los de izquierda, han explicado una parte importante de sus dificultades a partir del gran juego de la burocracia, que por otra parte parece haber nacido por generación espontánea. Nadie la creó, nadie la alimentó, nadie la transformó en esa poderosa fuerza de la conservación y la autoprotección.

Se han escrito bibliotecas enteras sobre su origen universal y nacional, sus defectos, su mentalidad, sus mecanismos de autoprotección suprema. Lo primero es determinar de qué estamos hablando. Hay nombres tan difusos, tan genéricos que casi no quieren decir nada.

Yo hablo de burocracia como esa pirámide jerárquica, que va desde el más humilde de los servidores hasta el más encumbrado de los jerarcas y las normas que los rigen y a las que ellos están obligados y nos obligan a todos los comunes mortales. El ingreso de esos funcionarios públicos en las más diversas dependencias, y las normas que los rigen no son de su directa responsabilidad. Son una responsabilidad política, de los políticos, que muchas veces se suman a la propia burocracia. Hay también políticos burócratas que lentamente o velozmente son absorbidos por las máquinas.

No todos tienen la misma responsabilidad. Obviamente, cuanto más alto se está en la pirámide más grande es la responsabilidad. Ni todos son iguales. La máquina del Estado no es una entelequia, no es un limbo, está formada por funcionarios y por servidores públicos y por políticos. Hay diferencias.

Hay funcionarios a todos los niveles que son los cultores de una mentalidad de inmovilidad, de preservación de sus cargos y sus conquistas y cuya máxima aspiración es un lento reptar por la escala jerárquica sin mayores sobresaltos y problemas. Ellos ya alcanzaron el paraíso de la inmovilidad en la máquina. Por delante les queda sólo aspirar a ser un engranaje más grande. Tenemos ejemplos diarios y constantes de esa mentalidad.

Esos funcionarios se deben a si mismos y a la máquina. Los de afuera son de palo, aunque los de afuera sean los que pagan sus sueldos todos los meses. Es una parte de la burocracia. Contra ella hay sólo tres remedios. Primero, la alerta, el debate cultural para que no logre imponerse sobre el resto de la sociedad - como sucedió durante largos periodos en nuestro país - y que logre paralizarnos a todos. Segundo: no aumentarla, al contrario, lograr que disminuya y tercero las normas, los mecanismos legales y reglamentarios para combatir esa mentalidad. Todo esto es tarea de políticos.

Lo que sucede es que muchas mentalidades políticas se quejan de la burocracia a la hora de pagar sus sueldos pero son ellos que han hecho crecer la máquina en forma constante y no han afectado en absoluto la base sobre la que se inmoviliza la propia máquina y una parte del país. Son los políticos burócratas o para-burócratas. Su peor parte no es el clientelismo, esa es la parte enferma, su peor parte es que en poco tiempo comienzan a pensar casi exclusivamente en términos burocráticos. Piensan más en reglamentos que en política.

Están también los servidores públicos, funcionarios, ellos también pero que tienen una lógica diferente. Consideran que su responsabilidad es servir a la sociedad, a la gente, facilitarle las cosas, dentro naturalmente de los marcos legales y reglamentarios. Los hay. Aunque la máquina no los ayuda: al contrario, tiende a señalarlos como díscolos, como peligrosos porque ponen al descubierto el chirrido de los demás engranajes. Pero insisto, los hay.

Sin la máquina, la más burocrática e inmóvil o la otra, nadie funciona en un país. Porque los estados se edifican sobre esos cimientos. Son ellos los que interconectan las diferentes partes de una sociedad organizada. No voy a permitirme la enorme tarea de listar la cantidad de responsabilidades de cumplen desde la economía, la salud, la seguridad, la defensa, la enseñanza y una lista interminable de etcéteras.

Reformar la máquina ha sido la gran aspiración de muchos líderes. Desde aquellos lejanos pensadores revolucionarios que tuvieron la ilusión de crear una máquina toda nueva - pero máquina al fin - que se hiciera cargo de todo. Todo, incluso lo que debían pensar los ciudadanos. Hasta los que decidieron hacerla tan, pero tan ligera que parecía invisible, y un día descubrieron por ejemplo que los bancos privados, sobre todo privados de vergüenza y de control se habían adueñado de todo y estafado a medio mundo. Incluyendo sus países, sus clientes, sus fiscos, y nada menos que los ideólogos del capitalismo.

En nuestro país, se dio una rara combinación "a la uruguaya": el liberalismo parasitario. Liberalismo y mano rota para conceder créditos, para entregar generosas carteras públicas y privadas sin mucho control de la máquina, para que el libre albedrío de los agentes privados hicieran los que les pareciera, incluyendo con los bancos y, un día la mano protectora del Estado los viniera a salvar y con los dineros de todos, no sólo los del Estado, sino los que extraordinariamente el estado recaudó del resto de la sociedad, en forma de endeudamiento externo, de crisis, de empobrecimiento, de ajustes impositivos, cubriera sus gigantescos agujeros. Su plusvalía estatal.

Pero es injusto creer que la burocracia es sólo o principalmente responsabilidad de la propia burocracia. Es una máquina, inventada, alimentada y utilizada por los políticos. Nosotros tenemos la principal responsabilidad. La mentalidad burocrática es mucho, pero mucho más peligrosa entre los políticos que entre los funcionarios. Y no anida sólo en los gobernantes, aunque allí se arma de su principal instrumento: el poder. Hay mentalidades burocráticas distribuidas a troche y moche. Quien esté libre de simplemente administrar y flotar que tire la primera piedra.

La mentalidad burocrática es más devastadora en la izquierda. Para cambiar, para construir una sociedad más justa, no hay nada más venenoso y destructivo que pensar y actuar burocráticamente cuidando los tapizados.

Es una batalla cultural, ideológica, política y de acciones permanente. Una de ellas es reformar el estado.

Creo que la batalla es por reformar este estado, hacerlo MÁS CHICO, porque hoy existen tecnologías que permiten mucha mayor eficiencia y menos gente para los trámites, MÁS EFICIENTE, porque los ritmos y el uso del tiempo requieren hoy nuevos ritmos y mayor rigor y calidad, MÁS SENSIBLE nacional y socialmente, esto creo que ni siquiera hay que justificarlo, y MÁS TRANSPARENTE, y esto no es sólo mejor acceso a la información, sino procedimientos menos arbitrarios que le saquen todo el poder posible a los funcionarios, a los burócratas o a los servidores públicos Y DE MÁS CALIDAD, con mejores profesionales, mejor pagos, mejor formados. Sin eso no hay PAÍS DE PRIMERA. Es sólo una ficción.