Contenido creado por Gastón Fernández Castro
Cybertario

Las siete fronteras de Israel (III)

Las siete fronteras de Israel (III)

Judíos vs. palestinos: asuntos internos (I)

24.01.2008 11:14

Lectura: 9'

2008-01-24T11:14:00-03:00
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Cada día, las noticias que llegan de Medio Oriente se empeñan en recordarnos las diversas fronteras que están en conflicto. La que explotó a comienzos de esta semana en Gaza no es la territorial, como parecería. La metáfora de las fronteras se refiere no sólo a los límites políticos sino a los diversos conflictos que se dirimen en la región, referidos a cuestiones culturales, religiosas, económicas, ideológicas y de valores morales y civilizatorios, de los que escribiremos en las próximas semanas.

Pero la frontera más obvia y discutida de ellas es la que separa (o separará algún día) al estado judío del palestino. Aunque en un territorio tan estrecho y poblado, lo de separar es un formalismo. Lo que se procura es poner límites a dos países, como ocurre en todas partes, lo que no es lo mismo que separar geográficamente a los dos pueblos, algo virtualmente imposible.

La ministra de Asuntos Exteriores de Israel, Tzipi Livni, y el negociador de la Autoridad Nacional Palestina, Ahmed Qurei, comenzaron formalmente el lunes pasado en Jerusalén las discusiones sobre los asuntos centrales del conflicto palestino-israelí.  La agenda incluye varios temas delicados además de las fronteras, como los refugiados, los asentamientos judíos y el estatus de Jerusalén.

Mientras tanto, Hamás continuó con los bombardeos en la frontera de la Franja de Gaza. El lunes pasado, un francotirador palestino mató a Carlos Andrés Muscara Chávez, un voluntario ecuatoriano que manejaba un tractor en el kibutz Ein Hashlosha. Ese mismo día, 28 cohetes procedentes de la Franja de Gaza cayeron en al oeste del desierto del Neguev y en la ciudad de Sderot, en territorio israelí. Uno impactó en una casa e hirió a cinco personas, incluyendo una madre y su hija. Otro cohete, un modelo de Katyusha, cayó en un campo vacío en el sur de Ashkelon. Hechos similares se repiten cada día en la frontera entre Israel y la Franja de Gaza, una lengua de tierra controlada por las milicias de Hamás tras un violento asalto al poder, donde se amontonan un millón y medio de palestinos.

La reacción a este aumento de los bombardeos no se hizo esperar: diecinueve palestinos murieron en enfrentamientos con las Fuerzas de Defensa de Israel y en ataques aéreos contra los escuadrones que, presuntamente, lanzan los cohetes Qassam contra la población israelí. Como consecuencia de esta represalia, la Autoridad Nacional Palestina (controlada por el grupo Fatah, del primer ministro Abú Massen) amenazó con suspender las negociaciones con Israel. En los días siguientes habría más palestinos muertos, el intento israelí de cerrar Gaza y la salida de cientos de miles de habitantes de la Franja hacia Egipto. El chantaje de los grupos extremistas y volvía a dar sus frutos. 

La escalada de los bombardeos de Hamás tuvo como objetivo arruinarle el viaje al presidente de Estados Unidos, George W. Bush, que estuvo de gira por Medio Oriente buscando fortalecer las negociaciones entre israelíes y palestinos. Mientras Hamás juraba venganza por la muerte de los diecinueve palestinos, Bush visitaba al rey Abdullah de Arabia Saudita, su poderoso aliado del golfo pérsico, para comprometerlo en la búsqueda de una solución al conflicto.

Para muchos analistas de la realidad en Medio Oriente, Arabia Saudita es el eje de cualquier acuerdo de paz en la frontera territorial entre israelíes y palestinos. Uno de los objetivos de la gira de Bush era entusiasmar a sus aliados del Golfo en el financiamiento y apoyo de los líderes palestinos involucrados en las conversaciones de paz con Israel. Por ahora, los saudíes prefieren tender puentes con Irán. Eso explicaría la invitación oficial al presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad a visitar Arabia Saudita durante la peregrinación anual a La Meca, primera invitación de esta naturaleza que recibe un presidente iraní.

El rey Abdullah es el arquitecto de la Iniciativa Árabe de Paz, que propone la normalización de relaciones a cambio de una retirada israelí a las fronteras de 1967. Si bien se trata de borrador, al menos reconoce que, en determinadas circunstancias, la Liga Árabe aceptaría la existencia de Israel y establecería relaciones diplomáticas con el Estado judío.

Para Irán y los grupos extremistas que viven de su financiamiento (como el Hizballah libanés o el Hamás palestino) el problema no son las fronteras ni la situación de los palestinos refugiados en diversos países sino la existencia misma de Israel. El secretario general del Hizballah, el clérigo chiita Hassan Nasrallah, dijo la semana pasada que la visita de Bush a Israel fue "un día negro para los árabes y los musulmanes" porque vino a celebrar los sesenta años de un Estado que "no tiene derecho a existir". De modo que los cohetes que lanza Hamás y otros grupos extremistas hacia Israel cada mañana no sólo atentan contra los esfuerzos de Estados Unidos y la comunidad internacional por alcanzar la paz en Medio Oriente, sino también contra los proyectos de sus hermanos de la Liga Árabe.

La frontera interna

"Si Israel quiere hacer un muro que lo haga en sus fronteras", se queja Salmar Koury. El dirigente palestino se refiere a la valla de seguridad con la que el gobierno israelí intentó detener los ataques suicidas. Su reclamo sería razonable en cualquier otra parte, pero no allí, donde uno de los problemas principales es determinar dónde está la frontera. La valla es un alambrado altamente tecnificado, que permite controlar a distancia el largo perímetro. Los israelíes reconocen que la valla logró su objetivo, por lo que todo indica que va a seguir allí hasta que se alcance un acuerdo de paz duradero.

Entre cuatro y cinco por ciento de la valla es muro de cemento y se ubica frente a las ciudades bajo la Autoridad Nacional Palestina que se encuentran sobre rutas israelíes o en centros urbanos habitados por judíos. Uno de ellos es Jerusalén, cuya porción oriental alberga a unos doscientos cincuenta mil árabes. ¿Se trata de una zona árabe, entonces? No del todo, porque las autoridades han permitido y permiten la construcción de colonias judías.

Si bien Estados Unidos es el principal aliado de Israel, no son pocos los encontronazos entre ambos gobiernos por este asunto. Pocas horas antes de que el presidente Bush descendiera en el aeropuerto Ben Gurión de Tel Aviv, la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, había dicho que su gobierno se opone a la construcción de nuevos apartamentos en Har Jomá y Maalé Adumim, asentamientos judíos de Jerusalén Oriental. Por eso los manifestantes de derecha recibieron a Bush con pancartas referidas a su aspiración de que Jerusalén no sea dividida para albergar la capital de los dos estados, el judío y el palestino, sino que permanezca unida bajo dominio israelí.

Entre los laboristas existe otra visión, que se materializó en el 2003 con la llamada "Iniciativa de Ginebra", un plan de paz para Oriente Próximo elaborado por israelíes y palestinos, entre los que se destacaban el ex ministro israelí de Justicia Yossi Beilin y el ex ministro palestino de Información Yasir Abed Rabbo. La iniciativa contempla el retiro de las colonias judías de la franja de Gaza (lo que ya ocurrió)  y casi toda Cisjordania y que Jerusalén Oriental fuera, en el futuro, la capital de un estado palestino.

Una joven militante "pro Iniciativa" intentó en vano explicarme el mapa elaborado en Ginebra con las fronteras dentro de Jerusalén. Y eso que mi afición por los mapas me acompaña desde niño, gracias al esfuerzo de mi madre en comprar toda la colección de Georama, que incluía decenas de láminas sobre la historia de la cartografía. El lugar no podía ser más adecuado. Desde el monte Scopus, donde se alza la Universidad Hebrea de Jerusalén, se puede dominar buena parte del paisaje urbano, incluyendo el barrio árabe. Si se mira hacia el Este, se alcanza a divisar las montañas que separan Israel de Jordania, un poco más allá de las construcciones de Maalé Adumim. Si se mira el mapa, resulta difícil entender que aquel galimatías de líneas de colores, sinuosas e intrincadas, fuera celebrado por personalidades y gobiernos de todo el mundo como "una base más prometedora para la paz" y menos aún como "una solución simple a un problema complicado", al decir Yasir Abed Rabbo.

Probablemente, la frontera más notoria de las muchas en las que se combate en Medio Oriente sea la menos complicada de resolver, a pesar de las peculiaridades de Tierra Santa. Pero si la frontera entre judíos y palestinos va a atravesar Jerusalén, entonces el conflicto es entre los propios judíos y las alianzas se entreveran.

El líder del partido ultranacionalista israelí Avigdor Liberman, anunció la semana pasada que se va del Gobierno por oponerse a las negociaciones de paz con los palestinos. Con su retirada de la coalición, el primer ministro Ehud Olmert verá reducida su mayoría parlamentaria de 78 escaños a 67 en un total de 120. El líder del Partido ortodoxo Shas, Eli Ishai, también anunció que sus 12 legisladores abandonarán la coalición si Olmert se dispusiera a ceder los barrios árabes. Si los legisladores del Shas siguieran los pasos de Liberman, la coalición quedará en minoría para llevar adelante el proceso de paz, lo que puede llevar a Olmert a dimitir o anticipar las elecciones. Jaqueado por los enemigos de la negociación, el gobierno israelí decidió finalmente reaccionar de manera contundente para frenar el bombardeo sobre la población civil amenazada por los Qassam.

Olmert perdió apoyo interno por negociar con los palestinos y enfrenta la presión externa por el cierre de Gaza, lo que deja en evidencia que no encuentra cómo zafar de la trampa de Hamás. Si no responde, deja librada a su suerte a la población israelí, si responde con operaciones aisladas, no logra detener los bombardeos, y si decide una operación de mayores proporciones, genera la reacción de la comunidad internacional, que hasta ahora miraba para el costado. Abú Massen tendrá dificultades para seguir negociando con los israelíes, pero por ahora, es quien sale mejor parado. En este contexto, el líder de Fatah condenó al gobierno israelí por su "ataque cruel" contra Gaza y le reprochó al Hamás poner en riesgo "el sueño de una patria para los palestinos".

A los líderes de Hamás en Gaza, que buscaban romper su aislamiento internacional e impedir las negociaciones de paz a cualquier precio, no les ha ido tan  mal.

(En la próxima entrega: Judíos vs. palestinos: Asuntos Internos II. Historia y presente)