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Pablo Mieres

Escribe Pablo Mieres

Las paradojas de la política tecnológica

Nuestro país ha tomado la delantera en la accesibilidad universal de nuestros niños y adolescentes a Internet. La puesta en práctica del Plan CEIBAL debe destacarse como uno de los mayores logros de este gobierno que trascenderá en el tiempo con los consiguientes reconocimientos.

02.02.2009 10:52

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2009-02-02T10:52:00-03:00
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No es poca cosa lograr que todos los niños de nuestro país tengan en sus manos una computadora, puedan acceder a Internet y manejar los conceptos básicos de la nueva tecnología. Muchos ya equiparan el manejo de Internet con lo que en su momento supuso la alfabetización, y resulta evidente que para las generaciones futuras el conocimiento y manejo de la tecnología informática será el criterio divisorio entre la inclusión y la exclusión social.

Es por ello que hemos aplaudido y apoyado sin reservas la implantación del Plan CEIBAL y aprobamos también su incorporación a los liceos de nuestro país. Se trata de una decisión valiente y con mirada de futuro. Nuestro país debe situarse en posición de vanguardia con respecto a aquellos instrumentos que marcarán el camino futuro de nuestras sociedades.

Sin embargo, paradójicamente, el mismo gobierno que alienta e impulsa la inclusión tecnológica de las nuevas generaciones, ha reconocido públicamente a través del Ministro de Industria, que ha decidido dejar de rehén a la población uruguaya de las posibilidades de acceso a las nuevas tecnologías para “salvar” la empresa pública ANTEL.

En efecto, el Ing. Daniel Martínez, en un ejercicio de honestidad que lo realza pero que no lo deja libre de responsabilidad, nos ha dicho a todos los uruguayos que no podemos acceder a un sustancial abaratamiento del acceso a Internet, televisión por cable y comunicación móvil y a su integración en únicos medios, no por falta de tecnología disponible, sino porque el gobierno ha decidido defender a una empresa pública que, en caso de liberar dicho acceso, podría perder pie en el mercado nacional o simplemente desaparecer.

Por otro lado, pero muy emparentado con lo anterior, se ha lanzado una campaña por parte de un número creciente de ciudadanos que reclama ampliar el ancho de banda disponible en nuestro país para que todos los uruguayos tengamos un acceso más rápido y competitivo al intercambio de información a través de Internet.

Es una paradoja tremenda que la industria de las tecnologías de la información en nuestro país haya tenido el desarrollo que ha tenido y que, sin embargo, tenga que lidiar con las limitaciones que el Estado uruguayo le ha impuesto.

Resulta preocupante saber que en nuestro país el ancho de banda sólo admite 3 mega por segundo, mientras que en Argentina una velocidad de 20 megas es considerada como apropiada para destinos residenciales. Los impulsores de esta campaña llaman además la atención sobre el hecho de que la baja velocidad máxima que nuestro país ofrece se reduce a una cuarta parte de un mega cuando se envía información en vez de recibirla.

El empresario argentino, Martín Varsavsky, a quien tengo el gusto de conocer y quien se ha destacado por impulsar las nuevas tecnologías de la comunicación a escala planetaria, ha señalado que nuestro país posee un atraso de más de una década en esta materia. Lo que es muy vergonzoso para un país que pretende apoyar a las nuevas tecnologías.

Estas circunstancias afectan fuertemente la competitividad de nuestro país y su imagen como un país moderno. Tampoco ayudan a desarrollar las industrias de las nuevas tecnologías de la información.

Lo más triste es que ninguno de los dos problemas, de por sí muy graves, son debidos a limitaciones tecnológicas o a dificultades insalvables. Ambos son resultado de decisiones políticas que anteponen intereses corporativos o concepciones ideológicas, frente a las oportunidades de desarrollo y competitividad, en un mundo que funciona a una velocidad tan diferente a la que estamos acostumbrados en nuestro país.

Hay en el gobierno como una tendencia a “igualar hacia abajo”. Por ello se puede impulsar el Plan CEIBAL que supone buscar la inclusión de los más débiles, pero se frena el desarrollo y la competitividad de los más avanzados, lo que establece un “techo” político muy lamentable.

Quizás sea esta concepción también la que impide que nuevas tecnologías o nuevos tratamientos en el ámbito médico sean admitidos en nuestro país, simplemente porque no pueden ponerse al alcance de todos. En este caso, las prohibiciones son aun más graves porque, en este caso, afectan la salud de la población.

Estas sorprendentes y lamentables paradojas son reflejo de las graves limitaciones ideológicas que impiden a este gobierno asumir con propiedad una postura moderna y de vanguardia en el siglo que acaba de comenzar.