Contenido creado por Gerardo Carrasco
Navegaciones

Navegaciones: Por Esteban Valenti

Las cinco patas de “La cosa”

Todas las semanas, sin falta, aparece en la prensa un nuevo capítulo del escándalo de corrupción o de sospechas de corrupción e inmoralidad durante gobiernos del Frente Amplio.

21.11.2018 10:44

Lectura: 6'

2018-11-21T10:44:00-03:00
Compartir en

Ya no se trata de Raúl Sendic, donde todos han concentrado sus baterías, inclusive reclamando su "paso al costado". Se trata de algo mucho más grave y peligroso para el país y para la izquierda: la sucesión de escándalos.

Los voy simplemente a mencionar:

Tres pronunciamientos condenatorios contra Raúl Sendic, del fiscal, de la JUTEP, del Tribunal de Conducta Política del FA. Refieren obviamente a ANCAP.

Tres pronunciamientos sobre el senador Leonardo De León. Jutep lapidario, Fiscal igualmente lapidario en cuanto a la descripción, pero declarando que no puede procesarlo por el monto reducido según su valoración y, sobre todo, porque es una empresa de derecho privado. No se conoce oficialmente el dictamen del TCP del FA pero todos saben perfectamente hacia dónde apunta: su presidencia en ALUR.

Denuncia periodística de varias fuentes sobre ENVIDRIO: trabajo irregular y otras situaciones referidas al financiamiento.

Denuncias varias de negocios muy turbios con Venezuela, con empresas uruguayas, con empresas intermediarias uruguayas y participación de funcionarios estatales.

Juicio de la empresa Exor contra ANCAP con primer fallo a favor de esta empresa, por 5.300.000 dólares que debe pagar ANCAP. Tema: negociación entre ANCAP y Venezuela para pago de la deuda petrolera y su ingeniería.

Son cinco patas conocidas de "La cosa", es decir, de negocios turbios y reprobables moralmente y en algunos casos con condenas civiles (pago a Exor) y otros con pedidos de condenas penales.

Cuando se suceden estas situaciones, hay que formularse una pregunta básica: ¿existe algún hilo conductor?

Y es tan elemental, tan simple de deducir que da vergüenza: el hilo conductor en todos los casos es Venezuela. En todos esos negociados, en esos desbarajustes, está presente el gobierno Venezuela. ¿Es una casualidad?

No, incluso si se desdoblara el tema comercial, bajo el paraguas del fondo Bolívar -Artigas, y se incluyera venta de software, de casa prefabricadas, de productos como la leche, los quesos, el arroz a precios muy superiores a los precios internacionales del momento o, las carpetas (set) educativos a 9.992% de su costo en Uruguay, "La cosa" comenzaría a parecerse un ciempiés.

Raúl Sendic y Leonardo De León, como otros varios funcionarios conocen perfectamente "La cosa". También la conocen varios empresarios de su ramo.

La cosa era y posiblemente siga siendo un sistema que se está agotando ante la crisis sin fondo que vive Venezuela. El mecanismo consistía en vender a precios escandalosamente altos, para poder obtener altas ganancias, pero también para pagar suculentas coimas a gobernantes y militares venezolanos.

Si cae el régimen de Maduro y su banco más querido, el Bandes, o si alguien en Uruguay decide vaciar el saco total o parcialmente, el escándalo alcanzará proporciones bíblicas y habrá que entregar números para concurrir a los juzgados. Siempre y cuando la justicia y los fiscales de turno no decidan determinar que por los montos no vale la pena mover un dedo, o a lo sumo tomar declaraciones.

Admitamos que la justicia uruguaya y los fiscales pueden argumentar que la ley sobre este tipo de delitos es un enorme chicle que admite estirarse hasta todos los límites. Y agreguemos que los uruguayos en cierto sentido nos hemos acostumbrado y resignado a que así funcionó, así funciona y así seguirá funcionando. Un ladrón de gallinas va preso, un coimero o corrupto sigue libre sin pagar un peso y disfrutando de su libertad y hasta de su candidatura.

Y como hay que ser constructivos y no solo criticar, yo digo que hay que reformar rápidamente el código penal uruguayo, en particular en lo referente a los delitos de parte de gobernantes, funcionarios del Estado, incluyendo intendencias y todas absolutamente todas las empresas propiedad del Estado pero de derecho privado. Y hay que establecer muy poco margen de maniobra y para la interpretación por parte de las instancias judiciales, todas. Hay que poner penas muy altas, ejemplarizantes y atemorizantes.

Es necesario dar una clara señal de que el corrupto deberá pagar de su peculio el daño al Estado y además deberá estar preso muchos años. Muchos. No tengan dudas de que esos potenciales delincuentes saben leer perfectamente los códigos e interpretar qué es lo que se juegan.

Hay que dar la batalla cultural e ideológica, pero para combatir a "Las cosas" y dar una demostración de que en Uruguay somos diferentes, ese tipo de delitos que se cometen arriba, se pagan muy caros.

No estamos hablando solo de moralidad, de ética. Estamos hablando de la vida de la gente, de los que trabajan, estudian, enseñan, investigan, producen a todos los niveles. Porque cuando avanza la impunidad para la corrupción más temprano o más tarde se pudre todo, en particular la seguridad pública. Porque el pescado de la delincuencia se pudre por la cabeza.

En el caso de la izquierda, los corruptos deben ser erradicados. Con todas las garantías del proceso, como se hizo con esta "Cosa", pero llegado el momento hay que actuar con toda firmeza. Para seguir siendo de izquierda no alcanza con hablar y engolar la voz cuando ya toda "La cosa" hiede por los cuatro costados y se ha guardado silencio durante años.

Eso no es creíble, ni saludable, como tampoco lo es defender a una de las patas de "La Cosa" con los votos de todos los diputados del FA, a pesar de las múltiples condenas por inmoralidad. Porque la sospecha que el famoso "Fuentes" lanzó la semana pasada a través de Búsqueda, de que Sendic sabe demasiadas cosas de demasiados dirigentes del gobierno y del FA, deja de ser una sospecha y entra en ese lodazal en que se ha transformado cierta política.

Y los bienintencionados frenteamplistas que se resisten y firman, piden plebiscitos para sacar una de las patas, tienen obligatoriamente que considerar que el problema ya es toda "La Cosa".

Los partidos tradicionales tienen también una historia de "cosas" del pasado, pero también en el presente y los uruguayos no queremos elegir entre los que conviven y en cierto sentido integran a "La cosa" a su forma de gobierno, sean del color que sean.

"La cosa" siempre es reivindicada por los vivos y en realidad termina siendo una enorme burrada.