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Pablo Mieres

Escribe Pablo Mieres

Las cárceles: un desastre vergonzoso

La visita del representante de las Naciones Unidas para evaluar la situación carcelaria ha puesto en evidencia la situación vergonzosa en que se encuentra nuestro país. El visitante quedó gravemente impresionado y marcó con contundencia la inadmisible situación que viven los reclusos.

30.03.2009 08:18

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2009-03-30T08:18:00-03:00
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Es cierto que no era necesario que viniera alguien de afuera para registrar esta grave circunstancia, pero su venida y su juicio nos pone en evidencia ante la comunidad internacional. Más grave es aun porque esta realidad no es propia de un país con el nivel de desarrollo humano, ni con el nivel de ingresos que ostentamos en las mediciones internacionales.

La situación es equivalente a una catástrofe humanitaria de escala nacional que ha ido deteriorándose de manera paulatina y acelerada, ante la impasividad, impotencia e insensibilidad de las sucesivas autoridades en la materia.

Este no es un tema nuevo. Desde hace más de una década la tendencia existente en nuestro país ha sido, en forma continua y permanente, al deterioro de las condiciones de vida de la población carcelaria que sufre circunstancias inaceptables que hieren la sensibilidad de una sociedad que prefiere mirar para otro lado.

Cuando este gobierno asumió, cuatro años atrás, el Presidente de la República dedicó una parte de su discurso inaugural a señalar con énfasis, la gravedad de esta situación. Se escandalizó por la cantidad de presos que nuestro país tenía y comparó esta cifra con los promedios internacionales, indicando que los datos existentes eran absolutamente inaceptables. Prometió con énfasis una recuperación de las condiciones de vida de los presos y una humanización de las cárceles, también prometió que se reduciría el número de personas privadas de libertad.

Estos datos indicaban que los gobiernos anteriores, de colorados y blancos, habían sido incapaces de abordar con éxito esta problemática y que la tendencia al deterioro se venía gestando desde hacía ya mucho tiempo. Debemos recordar el episodio de la compra de cárceles prefabricadas a los Estados Unidos para atender de urgencia una situación de hacinamiento que ya era insostenible.

El tiempo demostró que la compra realizada fue un verdadero desastre, los módulos carcelarios metálicos, resultaron ser inhabitables y, a esta altura, habría que preguntar quienes fueron los que recomendaron y asesoraron al Ministerio para realizar una inversión tan lamentable.

Pero lo más grave es que, cuatro años después de aquel discurso del Presidente en la escalinata del Palacio Legislativo, la situación se ha agravado aun más y la catástrofe ha llegado a límites insólitos.

El Presidente prometió reducir la población carcelaria y, a pesar de haber liberado un número importante de presos al comienzo de su mandato, las cifras treparon nuevamente hasta superar largamente las que existían al comienzo de esta Administración.

Por otra parte, lo más grave de todo es que a pesar del aumento descontrolado de presos y del agravamiento de su situación, tampoco ha cambiado la situación de inseguridad pública, por el contrario esta es cada vez mayor y todo indica que se ha perdido autoridad de parte de quienes tienen a su cargo la cartera correspondiente. Ya nadie cree que esta Administración sepa como encarar estos problemas.

Nada se hace y estando en campaña electoral, un gobierno con mayoría absoluta en el Parlamento vegeta tranquilo y sin respuesta ante un escenario de catástrofe. Sabiendo que la oposición no puede llamar a responsabilidad a quienes están a cargo. Por otra parte, ninguno de los dos partidos tradicionales tiene autoridad moral para cuestionar esta situación, porque sus sucesivos gobiernos han sido responsables directos del enorme deterioro existente.

La visita del funcionario internacional tendrá, al menos, el efecto de hacernos pasar vergüenza ante la comunidad internacional. Quizás este hecho tenga mayor fuerza que la mera ignominia de que un número importante de nuestros conciudadanos vivan en condiciones infrahumanas.